El Nobel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo, entre rejas por pedir democracia, ha enfurecido al autoritario régimen de Pekín. A nivel interno, la noticia —portada en todo el mundo— ha sido censurada y filtrada en internet. Pero, de cara al exterior, el Gobierno ha criticado airadamente esta bofetada contra las vergüenzas de la nueva China del desarrollismo y la modernidad.
Pekín ha sacado a relucir el fantasma de la tensión entre los bloques capitalista y comunista durante la Guerra Fría, recordando que el Nobel ya premió a figuras pro-occidentales como Mijail Gorbachov, «cuyos esfuerzos llevaron a la desintegración de la Unión Soviética».
Así lo aseguran los editoriales del «Global Times», el periódico en inglés del Partido Comunista, que acusa al Nobel de ser una muestra «de los prejuicios y el extraordinario terror al ascenso de China y su modelo».
Para dicho diario, el «final de China no sería muy distinto al de la Unión Soviética o Yugoslavia, y el país se habría derrumbado, si se siguieran las ideas de Liu Xiaobo en pos de una democracia multipartidista». El «China Daily» va más allá y denuncia una «una trama para contener a China», lo que refleja «la profunda división ideológica entre este país y Occidente».
Condena por «subversión»
Siguiendo las consignas de la propaganda, ambos medios califican a Liu Xiaobo de «criminal» que persigue desestabilizar a China e insisten en que ha sido condenado a once años de prisión por subversión contra el Estado. Pero no aclaran que su delito consistió en demandar democracia con las 19 reformas que proponía en la «Carta 08».
En el frente diplomático, Pekín ha cancelado sin dar explicaciones el encuentro previsto con la ministra de Pesca noruega, Lisbeth Berg-Hansen, de visita en la Expo de Shanghái.
Mientras el flamante Nobel de la Paz continúa celebrando su premio entre rejas, su esposa, la poetisa Liu Xia, ha sido confinada bajo arresto domiciliario. Tras visitar el fin de semana a su marido en la cárcel de Jinzhou, a 500 kilómetros de Pekín, Liu Xia ha quedado incomunicada en su apartamento, custodiado por guardias de seguridad que impiden la entrada de familiares, amigos, periodistas que quieren entrevistarla y diplomáticos que acuden a felicitarla.
Es el caso del primer secretario de Asuntos Políticos de la delegación de la UE en China, Simon Sharpe, a quien tres vigilantes privados prohibieron el paso al bloque de Liu Xia. Los grupos defensores de los derechos humanos han pedido su liberación, pero Pekín esperará a que pase el revuelo del Nobel para que pueda volver a la normalidad. O sea, a la vigilancia policial cuando va a la compra y a las visitas a su marido en la cárcel.
Fuente: ABC