El gobierno avanza contra Hugo Moyano

El líder de la CGT se perfila como la primera victima del kirchnerismo una vez asegurada la reelección el pasado 23 de octubre. Cristina Fernández mantiene la prudencia y el gobierno el silencio, pero los enemigos internos de Moyano ya se han puesto en marcha para destruir al jefe sindical con la velada aquiescencia del ejecutivo.

La guerra contra el dólar ha provocado que pasen a un segundo plano las diferencias con el líder sindical pese a que las andanadas de Hugo Moyano no hayan parado desde hace casi un mes. Parece que fuera una estrategia para marcar la agenda a la Presidente y mostrar su poderío, sobre todo porque a mediados de 2012 habrá elecciones en la CGT.

Hugo Moyano intercala las muestras de apoyo al gobierno con exigencias renovadas y aumentadas. Su gran objetivo ahora estriba en que el legislativo, en manos del kirchnerismo, apruebe una ley de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas lo que considera que sería “la verdadera profundización del modelo, la participación de los trabajadores en las ganancias”.

El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, ha sido claro al rechazar esta petición: ”En cuanto a las reivindicaciones de la CGT, más allá de compartirlas o no compartirlas, en materia del proyecto de participación de las ganancias no compartimos, no la idea de discutirlo, sino la implementación de un modelo impuesto por la ley y no por la negociación colectiva”,

Si bien ha respaldado a la Presidenta el 17 de octubre, la fiesta peronista por excelencia, no dejó de recordarle que “en este país no caben más los versos. Ahora hay que ir a la práctica. Hay que empezar a reclamar viviendas dignas. Le quiero decir al Gobierno que hay que empezar a construir casas. Es necesario para la próxima etapa”.

Las andanadas de Hugo Moyano

Luego apoyó a Cristina Kirchner en las elecciones del 23 de octubre pero fijó unas condiciones: “nadie se puede molestar y nadie se puede sentir aludido porque los trabajadores defendamos nuestros derechos y digamos qué es lo que todavía hace falta en la Argentina…Donde hay un trabajador está la patria, decía Evita, y yo quiero agregar que el que traiciona a los trabajadores está traicionando a la patria; y eso ya nos ha pasado, como en los años 90”.

Incluso fue más lejos en unas palabras que sonaron a amenaza: “no hay más peronista que los trabajadores. Por eso nos sentimos con el derecho de exigirles a nuestros gobernantes, simple y humildemente, que cumplan con la doctrina que nos legaron Perón y Eva. Porque no solamente hay que hablar, hay que imitarlos. Este es el debate que se viene”.

Su última andanada ocurrió el 27 de octubre con motivo del homenaje a Néstor Kirchner, quien se dice que mantuvo una dura discusión con el líder sindical justo horas antes de morir. Un año después afirmaba Moyano que ”el mejor homenaje que podemos hacerle a Néstor Carlos Kirchner es que los trabajadores participen en las ganancias. Esa es la verdadera profundización del modelo”.

El gobierno se mantiene prudente ante la situación de Moyano. Como apunta Ricardo Carpena en el diario La Nación “al kirchnerismo gobernante le conviene un Moyano herido políticamente, lo suficiente para tranquilizarlo, pero no tan mal herido como para que termine saltando el cerco del dispositivo kirchnerista. Esta sensación podrá enquistarse en el líder cegetista si, por ejemplo, descubriera que los actuales corcoveos de “los Gordos” y de algunos independientes cuentan con algún guiño desde la máxima altura del poder”.

Uno de los hijos del líder sindical, Facundo Moyano, ha tratado de lanzar algún guiño al gobierno. El secretario general de la Juventud Sindical y del Sindicato Unico de Trabajadores de Peajes y Afines (SUTPA) desmintió que las peticiones de su padre en torno a la ley de distribución de ganancias de las empresas con los trabajadores sea una manera de enfrentar al Gobierno: “por favor que nadie crea que al decir esto estamos yendo en contra del gobierno popular”.

Eduardo Aulicino del diario Clarín explica que “el camionero no exhibió reacciones incontrolables frente a la ofensiva para correrlo de la conducción de la CGT, sino más bien muestras evidentes de que lo suyo intenta ser una estrategia, aunque nada le garantice el éxito frente a operadores que se escudan en el abrumador triunfo electoral de la Presidenta. Su mensaje central no reclama una lectura experta en códigos sindicales: dará pelea y, en cualquier caso, aspira a seguir ocupando un lugar gravitante en el entramado de las más poderosas estructuras gremiales”.

El ascenso del antimoyanismo

Los antimoyanistas han empezado a levantar la cabeza a raíz de la decadencia del liderazgo de Moyano. Se trata de un antimoyanismo heterogéneo liderado por los “Gordos” (los sindicatos de Luz y Fuerza, Comercio, Sanidad y Unión Ferroviaria) y por el sector de los “Independientes (UPCN, UOCRA, Obras Sanitarias)

Oscar Lescano, titular del gremio Luz y Fuerza, es el referente del antimoyanismo y de los “Gordos”, quien ha asegurado que “los votos (para echar al camionero) están , lo que pasa es que nadie pretende dividir el movimiento obrero. Pretendemos que todos juntos, incluido Moyano, aceptemos adelantar la fecha” del congreso que debe elegir a la nueva conducción de la central sindical.

Lescano pidió a Hugo Moyano que abandone la presidencia de la CGT: “Moyano tiene que irse, está acabado…Todos estamos de acuerdo en que la gestión de Moyano se terminó. La CGT se esta anarquizando, no hay gestión”.

La reacción del moyanismo ha venido de mano de sus hijos. Pablo Moyano, secretario adjunto de Camioneros, reconoció que “seguramente en algún sector del Gobierno no lo deben querer” a su padre, pero advirtió que que “primero hay que ver qué quiere hacer Moyano. El se va a ir cuando se tenga que ir, pero no cuando lo quiera sacar (Oscar) Lescano o Clarín”.

Entre ambos bandos se encuentran los “independientes”, liderados por Andrés Rodríguez (UPCN), Antonio Caló (metalúrgicos) y Gerardo Martínez (Uocra) que aspiran a funcionar como una suerte de nexo entre moyanistas y los “Gordos”.

En el diario Clarín, el analista Aulicino subraya que “Moyano también buscó ser filoso en sus declaraciones: recordó el pasado menemista de los Gordos –los más entusiasmados en la operación para voltearlo, con oxígeno oficial– y destacó, en contraposición, su rechazo a las políticas de los 90. Una forma de poner en contradicción el discurso y la práctica kirchneristas”.

Se repite la historia de 2007

Toda esta batalla recuerda a lo ocurrido en 2007 poco antes de asumir Cristina Kirchner. Nada más ser electa, Hugo Moyano, el titular de la Confederación General del Trabajo (CGT), aseguró que se situaría ”en la vereda de enfrente” si la mandataria no defendía a los trabajadores en las negociaciones por una recomposición de salarios: ”Si se mantiene la coherencia en la defensa de los derechos de los trabajadores, siempre vamos a acompañar (al gobierno). Si eso no ocurre, vamos a estar en la vereda de enfrente”.

Además, aseguró ”no seré gendarme de la rentabilidad de los empresarios ni herramienta de internas sindicales y políticas” habría sido tomada con molestia por el sindicalista. Se especuló con que la advertencia de Moyano estaría relacionada con una reunión que Fernández mantuvo con el camionero en la que la entonces presidenta electa le anticipó que no favorecería a ningún dirigente en la designación de las nuevas autoridades de la CGT en junio.

La mediación de Néstor Kirchner fue decisiva: el entonces presidene acordó una alianza con Moyano, quien pasaría a ocupar un alto puesto en el Partido Justicialista. Esto le llevó a declarar su total respaldo al kirchnerismo: ”Hoy, más que nunca, es necesario ahondar el afianzamiento de un modelo productivo basado en el fortalecimiento del mercado interno y el aprovechamiento de las ventajas comparativas de nuestro comercio exterior”.

De todas formas, ahora la historia es otra. En 2007 el kirchnerismo necesitaba la fuerza del moyanismo para asumir el control del peronismo. Ahora el entorno presidencial tiene fuerza suficiente y legitimidad electoral para tratar de deshacerse o al menos debilitar a un aliado molesto y excesivamente autónomo.
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