l amplio triunfo de Cristina Fernández en las elecciones del pasado domingo, abren un signo de pregunta sobre cómo llevará adelante la Jefa de Estado el tener el control total del poder en nuestro país. Los peligros que acarrea que el dominio político quede en manos de una sola persona o partido, y por qué los principales valores de la democracia pueden correr riesgo de cara al futuro cercano.
“La Argentina corre hacia el unicato político, y en su mayor parte se debe a la incapacidad que hemos tenido de formar algo alternativo al poder oficial”, se sinceraba un dirigente opositor ante la Agencia de Noticias CNA el domingo luego de conocerse los resultados del apabullante triunfo de Cristina Fernández, que la catapulta en lo más alto del poder por cuatro años más.
La abismal diferencia que separó a la Jefa de Estado de sus competidores más inmediatos, como lo fueron Hermes Binner y Ricardo Alfonsín, deja en claro el dominio total que tiene el oficialismo sobre el electorado nacional, que lo hizo recuperar la mayoría en ambas cámaras legislativas, por lo que no necesitará el recurrir al diálogo y el consenso a la hora de sacar leyes que considere importantes para su nuevo gobierno.
Esta sobredosis de poder que vivirá el kirchnerismo a partir del 10 de diciembre, puede resultar muy perjudicial para la vida de la joven democracia argentina, ya que si quienes comandan los destinos del país ejecutan la misma política que llevaron adelante en Santa Cruz cuanto tuvieron toda la sumatoria de poder y la concentración del mismo en pocas manos, los valores republicanos pueden llegar a ser vulnerables y correr serio peligro de quedar relegados a un segundísimo plano.
Si se recorre un poco la historia del país puede verse que todos los gobiernos que consiguieron retener para sí la mayor parte del poder, terminaron cayendo en experiencias que rozan el autoritarismo y que muy pocos pudieron zafar de uno de los males más grandes que ha tenido la clase dirigente nacional a lo largo de corto recorrido como país.
El Populismo suele definirse como la doctrina política que se presenta como defensora de los intereses y aspiraciones del pueblo para conseguir su favor. En la Argentina se ha entendido todo lo contrario, ya que se cree que es aquel gobierno que teniendo consigo todo el poder, distribuye a piacere los destinos del mismo, relegando a opositores y favoreciendo a aquellos que cantan loas al poder de turno.
El kirchnerismo viene llevando desde hace más de veinte años un estilo de conducción férrea y estricta, que no acepta límites a su poder, y que se vio claramente en los años del expresidentes Néstor Kirchner como jefe municipal en Río Gallegos, luego en la gobernación de la provincia de Santa Cruz y por último en la presidencia de la Nación, donde su inflexible conducción no dejaba voz a ninguna disidencia interna o a críticas que sirvieran para el mejoramiento de la gestión.
Fue en la provincia sureña donde el kirchnerismo mostró claramente que no aceptaba límites a su gestión, y fue implacable contra todos aquellos que se opusieron a su accionar. Justamente en esas tierras patagónicas el kirchnerismo mostró lo peor de sí mismo, como fue el avasallamiento de las instituciones, entre ellas el Poder Legislativo y Judicial, que llevó a que la oposición santacruceña tachara desde un comienzo como “autoritario” a Néstor Kirchner y dijera que tenía un discurso abierto y progresista para los medios nacionales y puertas afuera de su terruño, cuando internamente era cruel y sanguinario hacia sus opositores.
Pero una de las cosas que siempre molestó terriblemente tanto a Néstor como Cristina Kirchner, es que se le impusieran cualquier clase de límites a su autoridad. A lo largo de su vida política, el kirchnerismo nunca aceptó que le impongan límites de ninguna clase, y luego del desempate de Julio Cobos en el Senado en contra del proyecto oficial sobre retenciones móviles, se vio como la sed de “venganza” de la pareja santacruceña crecía al mismo ritmo que su odio hacia todos aquellos que no entendían el mensaje del gobierno “nacional y popular”.
La muerte del expresidente fue un golpe terrible para el gobierno nacional, del cual ha sabido salir airosamente, más que nada debido al buen andar económico de la Argentina, lo que le permitió a Cristina superar la barrera del 50 por ciento en las elecciones generales del 23 de octubre, sacándole al segundo la mayor ventaja desde el regreso de la democracia en 1983.
Todo gobierno que se jacte democrático siempre ha aceptado que se le imponga cualquier clase de límites a su accionar, ya que sabe que sólo con el control que hace la oposición a sus proyectos, es que la realidad puede mejorar para todos los ciudadanos. Claro que esto suele suceder en toda sociedad que se precie de ser moderna y aceptar los disensos como algo lógico de la democracia.
Los resultados del domingo pasado a favor del oficialismo en todos los sentidos, invita a pensar que el círculo áulico presidencial seguirá el rumbo encarado desde el 2003, profundizándolo aún más todavía y evitando debatir con la oposición la imposición de reglas claras de juego que sirvan para el fortalecimiento del sistema democrático en la Argentina.
A esto se le debe sumar el estado de total euforia en el que se encuentra la mayoría de la tropa K, que creen que están ante una etapa histórica y que el apoyo de la sociedad en las urnas no hace más que pedirle a ellos un mayor compromiso con la gestión que lleva adelante la oriunda de la ciudad de La Plata, lo que convierte aún más peligroso el avance total que tiene el oficialismo más extremo sobre las instituciones del país.
Los días venideros, y no las semanas o los meses, serán los que nos den la respuesta si el kirchnerismo es lo suficientemente inteligente para aceptar que las nuevas reglas de juego no son un cheque en blanco para que haga lo que se les plazca sin ningún tipo de controles por parte de la dirigencia opositora.
Hasta el momento, conociendo el temperamento de la Jefa de Estado, se puede arriesgar que la respuesta a la interrogante planteada más arriba a simple vista es negativa, lo que finalmente terminaría siendo muy perjudicial para todos los argentinos.
Fuente: www.agenciacna.com