La presidente Dilma Rousseff dijo que quiere hacer un mayor aporte al FMI para que el organismo aumente sus créditos a los países de la UE en crisis. La opción se discutirá en la reunión de ministros de Economía del G-20.
La presidente de Brasil, Dilma Rousseff, dijo el viernes que su país podría incrementar su participación en el Fondo Monetario Internacional, lo que resalta su apoyo a un plan de ayuda internacional para la crisis de deuda
de la zona euro.
«Hoy tenemos recursos depositados en el Fondo Monetario (Internacional) y posiblemente podríamos tener una mayor participación», comentó Rousseff durante un evento en Porto Alegre, en el suroriente del país.
Brasil ya había dicho que podría canalizar fondos al FMI para ayudar en la crisis de deuda de la zona euro.
El secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, rechazó el viernes un posible plan para duplicar el tamaño del FMI para aliviar la crisis de deuda en Europa que amenaza al crecimiento global.
Una de las propuestas que se discutían en París incluiría la inyección de alrededor de 350 mil millones de dólares al FMI de naciones emergentes como Brasil, China o Rusia, dijeron fuentes del G-20.
Otras opciones en consideración incluían préstamos, vehículos para propósitos especiales y acuerdos de compra de notas.
Serán dos días intensos en París en la primera reunión del G-20, previa al que puede ser el encuentro de los presidentes más esperado de los últimos tiempos, el 3 y 4 de noviembre en Cannes.
El ministro de Economía de Canadá, Jim Flaherty, adelantó que el objetivo será crear «la sensación de urgencia» para resolver la crisis europea.
En cuanto a una mayor intervención del FMI respecto a los fondos emergentes, es una opción en discusión, que, sin duda, marca hacia dónde va el nuevo orden mundial.
La directora gerente de la entidad, Christine Lagarde, advirtió el mes pasado que los US$ 390 mil millones en efectivo del organismo podrían resultar insuficientes para evitar una recesión mundial.
Las autoridades quieren que primero los gobiernos ofrezcan un plan de salida de la crisis creíble y realizable. Sin embargo, el tiempo juega en contra. Inversores como George Soros y hasta el mismísimo Barack Obama presionan por una inmediata solución a la UE.
Tanto los emergentes como los EEUU temen un efecto dominó por la profundización de la crisis de deuda soberana que termine finalmente en una recesión mundial.
Europa no quiere más aportes de nadie. Apuntan a un mayor poder de rescate del Fondo de Estabilidad Financiera del UE, pero sin exigir más garantías a ningún país.
Francia y Alemania quieren crear un impuesto a las transacciones financieras, que generaría nuevos ingresos y haría pagar a los bancos, por primera vez, parte del costo de la crisis. Los EEUU y otros países se oponen a esta medida.
No obstante, según ha advertido el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, este tipo de tasa no tendrá éxito a menos que sea global.
Las 17 naciones de la Eurozona aprobaron expandir el fondo de rescate de 440 mil millones de euros. El inconveniente es que parte de ese dinero se destinó a Grecia, Portugal e Irlanda y la duda es si habría resto para salvar del default a países más grandes, como España o Italia.
A esto se suma ahora la fragilidad de los bancos europeos, que necesitarían al menos unos US$ 138 mil millones para fortalecer su liquidez.
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