Lunati, en el centro de la escena

Dos penales. El árbitro no sancionó dos faltas claras a jugadores de Belgrano dentro del área de Lanús. Los del “Grana” también se quejaron del arbitraje tras el empate en cero. El referí, que se fue insultado, cobró un protagonismo indeseado.

Para los árbitros, en general, debe ser difícil convivir con la exposición pública a la que su propia labor los somete. En una de las repúblicas más futboleras de la tierra, hay que ponerse en la piel de los que, en una fracción de segundos, deben decidir si lo que vieron es realidad o ficción.

Porque –convengamos– éste también es el país de los futbolistas-actores. Sin embargo, no menos cierto es que Pablo Lunati hace muy poco para pasar inadvertido. Y ayer, en el empate en cero entre Belgrano y Lanús, cobró un protagonismo que nadie –(¿excepto él?)– deseaba que tuviera.

Minuto 7 del partido. Por la derecha del ataque celeste y entrando al área granate, César Pereyra amaga con mandarse y pega la vuelta. Su marcador, Carlos Izquierdoz, queda desacomodado y, de manera casi instintiva, lo camisetea y lo toma del brazo izquierdo. La escena se desenvuelve en un par de segundos, lo suficiente como para que todos (en la cancha y por TV) lo vean.

“El Picante” se deja caer, y Lunati… dijo “siga, siga”. La gente bramó pidiendo penal, y con razón.

Segundo tiempo. Minuto 37. Franco Vázquez recibe en el área y encara. Parece que la va a perder, pero la puntea con lo justo. Y Mauro Camoranesi, que había ingresado sólo unos minutos antes, lo toca sin querer, pero lo toca. En el potrero, el comentario obligado hubiera sido “se lo llevó puesto”. Lunati, esta vez, no miró para otro lado; metió su mano en el bolsillo y le sacó la tarjeta amarilla al “Mudo”, que no entendía nada. Encima, fue su cuarta amonestación acumulada. “No te tires más”, le dijo el árbitro al talentoso que tiene Belgrano.

Poco afecto a las declaraciones estridentes, Vázquez no pudo contener la bronca. En caliente, dijo que Lunati era “un caradura”. Después, aunque la bronca le duraba, bajó un cambio.

Incluso, algunos futbolistas de Belgrano aseguran que Camoranesi –un tipo que fue campeón del mundo en 2006 con la selección italiana y que a esta altura de su carrera no tiene nada que esconder– les “confesó” que desestabilizó a Vázquez cuando “el Mudo” le punteó la pelota.

Con la cabeza más fría, todos entendieron que, aunque esta vez no hubo goles, el punto suma. Y no sólo los de Belgrano. Para Lanús, que tiene otras ambiciones, el empate fue bien recibido. Y eso que en el vestuario visitante también tenían reclamos para el árbitro. “A nosotros no nos cobró un penal”, dijo Silvio Romero, en referencia a una supuesta mano en el área de la “B”.

“Muy particular”

Estuvo diplomático Juan Leandro Quiroga. El temperamental lateral celeste, que ayer recibió el reconocimiento de la gente cuando se fue reemplazado, dijo que Lunati es “un tipo muy particular”. Vaya si lo es. Más que sus fallos, a muchos jugadores le irritan sus ademanes. Gesticula tanto que, con las pulsaciones a mil, no son pocos los que lo interpretan como una provocación.

A favor de Lunati hay que decir que es difícil que una jugada lo encuentre mal parado. Dirigió de cerca, aunque, como está dicho, no siempre de manera criteriosa. Desde las tribunas, la multitud le dijo de todo menos lindo. Pero él estaba ahí, donde parece sentirse cómodo: en el centro de la escena.

Durante la evacuación del estadio, las sensaciones eran contradictorias. Para el hincha que inventó una excusa para salir antes del laburo y llegar a tiempo a la cancha, no haber visto goles y sentir que a Belgrano le habían metido la mano en el bolsillo fue demasiado. Hizo falta tiempo para saborear el punto de otra manera.

A propósito de la gente: hubo 35 mil personas en el Kempes, un número inédito en la fecha de entresemana, al menos para los partidos que se jugaron hasta ahora. Y eso que, por la expectativa que Belgrano está generando, la sospecha es que al partido le faltaron unos 10 mil hinchas que no encontraron la forma de zafar a tiempo y terminaron resignándose a verlo (y sufrirlo) por TV.

Fuente: Mundo D