El Boca de Bianchi

Falcioni, quien dijo que hay que aprender del Virrey, convirtió a su equipo en gran candidato. Por la solidez de todos y el genial Riquelme, el 2-1 a Lanús quedó corto.

De atrás para adelante. Sólido, solidario, ordenado, efectivo, sin abundancia de belleza pero con espíritu de cuerpo y alma. Ganador, históricamente ganador. Ese, más allá de los nombres, fue el Boca de Bianchi. Este Boca, el de Falcioni, justo cuando el Virrey le avisa al mundo que quiere volver a dirigir, se parece mucho al de Bianchi. Y todo el mérito es de Falcioni…

No es un juego de palabras, es un juego de equipo. Porque Boca, en la final que le ganó a Lanús, se convirtió en el mejor equipo del torneo. Ya no sólo saca diferencias por el liderazgo de Riquelme, ahora sostiene todo el fútbol del 10 con un trabajo colectivo que, al menos esta vez, dejó sin chances a un rival interesante, más allá de sus dudas de carácter. Boca lo superó a Lanús en lo táctico, en lo anímico y en las áreas. A ver… Falcioni pidió líneas juntas y acelerador para Clemente, Erviti y Rivero, quienes se ofrecieron al buen pase de Riquelme. El estético y efectivo control de Román fue fundamental para que Lanús corriera siempre de atrás. Y cuando el 10 no la tenía, la apuesta era a los pelotazos largos para que la bajara Viatri o para que después de algún rebote ganar en la segunda jugada. Eso fue Boca durante gran parte del partido: anticipo y prepotencia en la primera y en la segunda jugada. Y todo ese dominio fue más por calidad que por cantidad, porque los volantes locales, bien distribuidos como en abanico, eran más que Rivero, Somoza y Erviti. Sin embargo, además del coraje de Riquelme, Boca contó con la voluntad de Clemente para sumarse a la batalla del medio, favorecido por la falta de delanteros rivales por marcar. Al achicar hacia adelante, Boca le quitó cancha a Lanús y quedó predispuesto a partir en velocidad. Y así, entonces, juntó situaciones de riesgo ante la impotencia enemiga. Por momentos, hasta tuvo dos chances en la misma acción. Y hasta llegó a pisar el área con varios botines. Ejemplos: Rivero saca un zurdazo, el rebote le queda a Cvitanich y se la mandan al córner; Mouche se demora un poco para definir, la bola le cae a Rivero, que levanta el remate; gran pase de Riquelme a Mouche, que tiene campo y tiempo para definir pero opta por devolvérsela al 10, a quien le hacen un penal que Pitana no cobra. Tres ataques con control, pase, profundidad y, sobre todo, opciones para definir…

Hubo un momento en el que Boca se destiñó un poco. Fueron los minutos posteriores al gol en contra de Insaurralde. Ahí dejó de prevalecer en las divididas, gran parte del secreto de su éxito. Pero ni así Lanús pudo inquietar a Orion, porque abusó del movimiento periférico y jamás pudo plantar en el área a Romero, ni a Díaz, ni a Regueiro. Las dudas del arquero de Boca, cerca del final, terminaron siendo más peligrosas que las búsquedas del equipo de Schurrer.

“Hay que seguir aprendiendo de él”, respondió con diplomacia Falcioni cuando le nombraron a Bianchi. Falcioni no es Bianchi, por supuesto. Pero sí es un técnico que se convenció de que el fútbol debe girar en torno a Riquelme y que ya convenció a todos de que su Boca es serio candidato…

Fuente: Olé