Las ideas de los economistas y los filósofos políticos”, escribió Keynes en las últimas páginas de su Teoría General , “son más poderosas de lo que se entiende comunmente”.
Y después concluyó con una frase que se hizo célebre: “Los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto”.
En el foro de Lindau estuvieron casi la mitad de los 36 premios Nobel de Economía vivos que quedan en el mundo, y el debate que protagonizaron en cuatro días reflejó como un espejo el estado de la discusión que en estos días mantienen los dirigentes políticos de la Unión Europea y Estados Unidos, que intentan rescatar al mundo desarrollado de la peor crisis desde la Gran Depresión.
Ahora, como entonces, el debate es similar entre los partidarios de la austeridad o la expansión fiscal, la regulación o desregulación de los mercados. Pero una diferencia es que en los años 30 no existía el premio Nobel de Economía, instaurado recién en 1968, en homenaje a Alfred Nobel, por el Banco Central de Suecia.
Keynes murió en 1946, pero tanto sus seguidores como sus adversarios son hoy protagonistas centrales en la lucha de las ideas, y su papel en la formulación de políticas que llevan adelante los “hombres prácticos” (de Obama a Sarkozy y también mujeres, como Angela Merkel) no debería ser subestimado.
También, el pasaje de la academia a la política es hoy posiblemente un camino más corto de lo que era en el pasado. Entre las mentes brillantes que participaron en la cumbre de Lindau estaba Peter Diamond, un experto en temas laborales que fue postulado, sin éxito, por Barack Obama para ser miembro del board de la Reserva Federal.
Ben Bernanke era un académico en la Universidad de Princeton y experto en la historia económica de la Gran Depresión antes de ser nombrado titular de la Fed. Como jefe del Departamento de Economía, contrató hace años a un joven profesor llamado Paul Krugman. Hoy, este premio Nobel no ahorra críticas a su antiguo jefe si es necesario para difundir sus ideas, que publica con frecuencia semanal en las páginas de The New York Times y varias veces por día en su blog en Internet.
Hasta hace poco, el peor insulto que podía hacerle en el mundo anglosajón un economista académico a otro era llamarlo un “activista de política”( policy activist ). Con escasas excepciones, en el encuentro de Lindau de la semana pasada, todos los premios Nobel parecían serlo. Podrá ser una consecuencia de la crisis, pero los teóricos de la economía se están volviendo prácticos.
Fuente: clarin.com