Las imágenes televisivas de Hosni Mubarak, enjaulado y en cama, en juicio por corrupción y crímenes contra su pueblo, cautivaron al público en todo el mundo árabe, y para muchos parecieron marcar un punto importante en los alzamientos del año.
Algunos esperaban que el juicio, que comenzó el miércoles en El Cairo, fuera el primero de varios que lleven a autócratas ante la Justicia. Otros no estaban seguros de qué pensar del espectáculo, divididos entre el deseo de justicia y la incomodidad de ver al otrora poderoso líder árabe tratado como un delincuente común.
«Esta es la primera vez que vemos a un líder árabe en un tribunal real. Es bueno para la democracia, bueno para el futuro. Hemos oído siempre de líderes siendo enjuiciados en Israel, en Turquía, en los Estados Unidos o en Europa. Pero ésta es la primera vez en el mundo árabe», declararon los manifestantes que esperaban las novedades en la puerte del lugar en donde era interrogado en dictador junto a sus hijos.
En un artículo de The New York Times se destaca lo fundamental de la escena por su claridad, pese a su contexto árabe de pura confusión. Sin embargo, por su firmeza, la euforia de los manifestantes en las afueras del tribunal reflejó la voluntad popular.
Ese sentimiento desbordado se traducía en reclamos por violaciones a los derechos humanos, en frustraciones y degradaciones por parte de un régimen que nunca trató al pueblo como apto para gobernar.
La comprensión de la imagen del debilitado dictador resultaba difícil para un pueblo que deseó que un día tal llegara, pero jamás lo entendió como posible.
El ex dictador egipcio y sus hijos, acusados de estar implicados en la muerte de manifestantes y de corrupción, se declararon inocentes ante el tribunal penal de El Cairo que comenzó a juzgarlos el miércoles, un juicio que se aplazó al 15 de agosto. «Niego completamente esas acusaciones», declaró Mubarak.
Fuente: infobae.com