El argentino Miyen Spinelli dejó Miramar en 2001 para vivir en ese país. Se graduó en la Universidad St. Thomas de Florida. Inmigración lo persigue. Hasta el arzobispo de Miami habló de su caso. Por gestión del consulado, zafó por un año.
En 2001, Miyen Spinelli llegó con 13 años a Miami Beach junto a su familia, desde Miramar. Si bien nació en Mar del Plata, se crió, estudió y se recibió en Administración Deportiva en la Universidad St. Thomas de la ciudad del sur de Florida, en los Estados Unidos. En 20 días iba a ser expulsado por inmigrante ilegal, pero gracias a las gestiones del consulado argentino logró que se suspenda un año la deportación. Según le informó el martes la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE), tiene tiempo hasta el 15 de agosto de 2012 para abandonar ese país, y revisarán su caso “para determinar si se puede prorrogar de nuevo”. En diálogo con Tiempo Argentino, el joven de 23 años contó que en noviembre estuvo siete días preso, y hace tres semanas lo obligaron a usar un localizador electrónico en el tobillo, que recién se lo habían retirado hacía unas horas. Sus esperanzas están depositadas en que el Congreso apruebe la Dream Act, impulsada por Obama, que otorga un marco legal a los 800 mil estudiantes extranjeros que se formaron en su sistema educativo.
–¿Cómo fue que quisieron deportarte?
–Me detuvieron en noviembre del año pasado en el estado de Maine, cerca de Canadá. Estaba viajando para un partido de fútbol con mi universidad, porque habíamos llegado al torneo nacional, yo juego de 5. Como no pude ir en avión con el resto, un amigo se ofreció a llevarme. Nos pararon porque teníamos la patente de Florida y les pareció sospechoso. Nos pidieron papeles, como no los tengo (sólo el pasaporte y el carnet de la universidad) llamaron a los oficiales de inmigración. Nos tuvieron media hora esperando, después me llevaron por dos cárceles y me procesaron. Me dicen que iba a estar detenido por tiempo indefinido hasta que me deporten. Estuve una semana preso. En el transcurso llegó una abogada, mandada por mi universidad, que pudo presentar un documento que permitió que me demoren la deportación para poder terminar los estudios. En mayo me gradué y hace tres semanas me llamaron las autoridades y me dieron hasta el 15 de agosto para irme. Mientras, me pusieron localizador, que no me permitía salir de la Florida. Aparte se aparecían en casa una vez cada dos semanas para constatar todo. Lo llamaron “una forma leve de detención”. Hasta que hace unos días fui al consulado. Ellos hablan con el ICE, y ayer me dan un año de extensión. No pensé que podían tener el poder político para hacer algo, y me di cuenta de que se involucraron de lleno en el caso, y lograron esto muy rápido. La universidad también emitió comunicados y contactó al arzobispo de Miami (Thomas Wenski), que dio una charla pública sobre mi tema.
–¿Cuál es tu documentación?
–Inmigración se quedó con el pasaporte, pero al extenderme la deportación me permitieron tener un permiso de trabajo legal hasta que me vaya, cosa de armarme bien y tener algo para irme. Pero mi idea es desarrollar mi vida acá, con mi familia (de sus dos hermanos, el mayor es residente, y la menor, de ocho, es ciudadana estadounidense).
–A pesar de haber hecho la secundaria, no pueden acceder a becas, ¿cómo pagan la universidad?
–Acá es privada. Estudiar cuesta 22 mil dólares al año. Pero como la universidad tiene fondos privados, y no necesita pedir papeles para otorgarlos, me pagaron una parte, por haberme graduado con buenas notas en la secundaria. A eso le sumé una beca deportiva porque juego soccer. Igual tuve que pagar 8000 dólares. El gobierno da becas públicas, si tenés buenas notas y pagás los impuestos, pero al ser ilegal no tuve oportunidad.
–¿Y ahora cómo sigue tu caso?
–Si no se arregla nada, el año que viene se abre el mismo proceso. Y espero que se apruebe el Dream Act que es la ley que ayuda a los estudiantes, con ciertos requisitos, para residir temporalmente. Los que hayan entrado al país antes de los 16, estudiado acá cinco años, y con buenas notas. Tengo muchas esperanzas. Se está viendo de nuevo en el Senado. Pero con los republicanos es complicado. Usualmente han sido muy conservadores. Mi caso era particular porque entré con el visa waiver, que me permite estar con el pasaporte sin visa, entonces como no tengo documento para mostrar no tengo derecho a ver a un juez. Lo mío era bien delicado y jodido. De lo que sería la secundaria, la gran mayoría de mis amigos son ilegales y no tuvieron la oportunidad de ir a la universidad, y ahí conozco a otros diez ilegales.
–¿Y cómo los tratan?
–Depende el Estado. En Florida, al haber tantos, uno pasa desapercibido, no se siente tan perseguido como en Arizona, donde la policía tiene poder propio. Miami es bastante diferente al resto. Muchos argentinos. Dicen que es como un país aparte. De hecho, generalmente hablamos en español.
–Te fuiste en 2001 cuando la Argentina estaba mal, y ahora en los Estados Unidos se habla de default.
–Se lo nota. Las empresas grandes se excusan que tienen que dejar ir gente. Pero hay trabajo. Yo por ahora tengo pensado seguir estudiando, y me ofrecieron ser el asistente del DT de fútbol de la secundaria.
–¿Hace cuánto que no viajás a la Argentina?
–Desde que llegué que no voy. Se extraña la familia pero mi vida está acá, crecí con estas formas. Nos vinimos de Miramar para estar mejor económicamente, pero también por un caso de violación a una chica que tenía la misma edad que mi hermano, ahí en Miramar. Igual nunca dejé de informarme de Argentina, como la unificación del torneo de Primera con la B, que me parece un retroceso. A Estados Unidos le tengo mucho aprecio, pero si juegan al fútbol, hincho por Argentina.
Fuente: Tiempo El Argentino