En crisis, la Selección empieza de nuevo

El DT pateó el tablero: hará cambios y modificará el sistema. Tarea dura en un plantel caído y con un líder que se siente incomprendido.

Pep Guardiola inventó un método; Barcelona es en la cancha el manual abierto de un entrenador que escribió muchos capítulos para consagrar el éxito; el tiki tiki es apenas un apéndice. Sergio Batista se encolumnó detrás de la idea madre por el solo hecho de contar con el hijo más brillante de la escuela catalana. Lionel Messi es genio allá y demonio apátrida acá, a pesar de Batista.

Dos partidos sin victorias cambiaron los planes. Checho ya deslizó que el lunes habrá otros futbolistas, aunque no haya hecho nombres propios.

El nuevo repertorio esconde su peor derrota: no logró convencer a los jugadores. Duro. Javier Mascherano ayer marcó que el lunes empieza “la otra Copa América”; es cierto, ante Costa Rica, la Selección se jugará la cabeza por un título condenado a ganar. Sin embargo, el mensaje es aún más profundo. Lo que se viene es la refundación de un equipo que no supo ser.

El pasado, pisado. Un equipo sin DNI no es un equipo; ni mil nombres, como tiene Argentina por peso específico, alcanzan para definir la identidad. Batista va a cambiar; lo obligan a cambiar. Su idea no cundió en este plantel NN, que recibe insultos, que empujó a Messi a la tristeza, que deja al entrenador desarmado en su pelea por mantener el cargo de cara a Brasil 2014. Hay un dato: por más que Batista aseguró lo contrario post empate contra Colombia, todavía no selló su contrato. Su firma son puntos suspensivos que Grondona se guarda como carta. Si el proyecto Copa América fracasa, Checho será eyectado. El escenario no brinda margen para el error. Por eso, el entrenador recogió las banderas e intentará con otra propuesta. El neodiscurso tiene cambiada la letra chica y algunos párrafos centrales. El capítulo del nueve fue directamente reescrito: donde decía “mi nueve es Messi”, ahora se lee “vamos a jugar con un referente de área”. El elegido sería Gonzalo Higuaín, que jugó unos minutos contra Colombia.

El volantazo se asume en el chapoteo en un barro en el que Batista no tenía pensado ensuciarse: “No es un fracaso perder la Copa América. Necesitamos un Mundial”, había sostenido el DT hace un mes. Batista también quemó esos libros. Ayer habló de “una final” contra Costa Rica, el rival por el que se empezará a desandar un nuevo camino.

No sos vos, soy yo. Los jugadores se echan la culpa; a Batista ni se le ocurre enrostrarles la falta de éxito en la ejecución del plan. No hay cortocircuito en ese aspecto. Sin embargo, dos actuaciones flojas de local no son sin cargo. Ezequiel Lavezzi y Carlos Tevez no desconfían de Batista, pero sí de su idea. Cuasualidad o no, serían los primeros desplazados.

Roto el esquema principal, el resto confía en las respuestas individuales para conformar el todo. En una charla profunda, los jugadores hicieron autocrítica y acordaron que el discurso para afuera no se mancha: Messi y Batista, los más cuestionados por la prensa y los hinchas, deben ser los “intocables”. Si se rompe ese equilibrio, hay peligro de abismo. Por lo demás, la pelea del chico diez y Burdisso fue un roce de coyuntura que los más grandes ya supieron absorber.

Yo quiero a mi bandera. Batista abandonará su librito por necesidad y urgencia. Desterrada la etiqueta “Barcelona”, la liturgia incluye palabras mágicas como “carácter” y “rebeldía”, expuestas por el técnico en su columna para el diario Clarín. La impronta ya no es de equipo. Sin tiempos para una planificación sesuda con conceptos repetidos, el nuevo plan se apoya en que aparezca el fuego sagrado. Mientras, el DT mueve las manos más rápido que Messi los pies para hacer el nuevo dibujo: del antes no negociable 4-3-3 pasará al 4-2-1-3, con Leo por detrás de los delanteros.

Sin prolegómenos, el entrenador explicó: “No hicimos las cosas que pensamos, sabemos que tenemos que cambiar, la Selección jugó mal, pero este grupo va a revertir todo”. Fe ciega, obligada esperanza en jugadores que hasta ahora desmienten sus currículum o, como se llame, el plan salvataje está en marcha. Batista retrocedió con la intención de que los próximos pasos, distintos, le den a la Argentina lo que ahora, de pronto, sería una bendición: el pase a cuartos. Aun con un Messi en silencio, compungido por las críticas despiadadas y la exigencia de los hinchas, Checho tiene “mucha confianza”. Lo dijo ayer: “Me veo jugando la final”.

El método falló; los intérpretes, también. Ahora, una nueva era comienza; menos la camiseta, en la Selección se pone en duda todo.

Fuente: Perfil