El impuesto de los pobres

Que la inflación mostrada por el Poder Ejecutivo es distinta de la que miden las consultoras privadas no hay dudas, más allá de que desde el primero se quiera acallar a las últimas, o de que uno le crea a este o a aquel en esta disputa sobre el real aumento de los precios en nuestro país. Que si el kirchnerismo tiene motivos “nobles” para engañar a la “burguesía terrateniente” con el índice de precios, o si las consultoras tienen razón al acusar al Ejecutivo por su accionar compulsivo en el tema, es una discusión larga y plagada de cuestiones ideológicas que, por ser seres humanos los que formamos parte de la misma, la llenaremos seguramente de matices subjetivos a la hora de dar nuestra opinión.

Lo que es un hecho difícil de refutar es que la inflación, acá y en la China, es un impuesto a la pobreza. Y aunque se lo diga de esta o de aquella manera según quien sea el que lo expresa, lo cierto es que, cuando una persona comenta a la salida del supermercado que los alimentos aumentaron más de lo que marca cualquiera de los índices inflacionarios, sea el Indec o los privados quien los mide, no miente. Es más, es uno de los principales argumentos del oficialismo el hecho de que, al armar el índice de inflación, los alimentos son solo un sector del número final que se muestra, y aunque estos aumentan alrededor del doble del índice mostrado, la estabilidad en los precios de los otros ítems medidos hace que el número final sea inferior al que se observa en las góndolas de los comercios.

De esta forma, y profundizando en lo que es quizá el único acuerdo entre las mediciones privadas y públicas, esto es, que los alimentos aumentan alrededor del doble que el promedio general, la cuestión pasa entonces por determinar quien es el que más consume estos ítems “caros”. La respuesta, aunque obvia, merece ser escrita con todas las letras: el concepto en el que uno gasta los primeros billetes que le llegan a la mano, por la inmediatez de la necesidad, sea rico o pobre, es en alimentos. Luego de esto, y en la medida de las posibilidades de cada uno, los ciudadanos irán gastando sus dineros en otros elementos menos afectados por la inflación, sean estos los que sean.

Siendo esto así, ¿quienes son los más perjudicados por la inflación? Definitivamente los sectores más pobres, pues poco les queda después de alimentarse. Para ellos, la inflación es el doble que para el resto.

Difícil creer entonces en el concepto “popular”, de un gobierno que esconde la inflación, de un gobierno que esconde a los pobres.

Fuente: mdzol.com