A pesar de los indicadores favorables y de mostrar una economía en crecimiento, el ciudadano de a pié sigue sin recibir los beneficios del modelo K. La pérdida de confianza de buena parte de la sociedad en la metodología oficial y los datos de la realidad que evidencian el desgaste de la política kirchnerista.
Los analistas suelen decir que lo que basa el poder de un gobierno es la confianza que éste genera en la sociedad y en los actores económicos para invertir en determinada época en un país. Es evidente que la Argentina de hoy se encuentra pasando una enorme crisis de confianza, y lo que reina es la incertidumbre y la desconfianza, haciendo muy difícil para el país mirar al futuro.
Echando una ojeada a los últimos datos aportados por la realidad económica, podemos ver que la inflación oficial del mes de mayo fue del 0,7 por ciento, la mitad de lo que dicen los números de las consultoras privadas. El aumento oficial de mayo estuvo impulsado por el alza de 3,2 % en educación y 1,5 por ciento en indumentaria. Para el Indec los alimentos subieron 0,4 %. El rubro educación estuvo impulsado por un aumento de 4,2 % en las cuotas de los colegios privados, mientras que los textos y útiles subieron 0,2 %.
Si a todo esto le añadimos los últimos cambios cosméticos en el Indec (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), se evidencia que la recuperación de «confianza» dista mucho de cubrir las mínimas expectativas, y que el mensaje enunciado por la sociedad ha dejado en claro un común denominador, que es la poca credibilidad que genera la administración central encarnada por Cristina Fernández.
Cuando muchos pronosticaban que la desconfianza sobre la administración kirchnerista se había afianzado dejando atrás la vieja desconfianza de la clase media en el oficialismo, la sucesión de hechos de corrupción que se vienen destapando sobre funcionarios públicos, sobre todo luego del caso Shocklender que deja en claro una absoluta falta de control estatal sobre los fondos destinados a la construcción de viviendas, hacen que las antiguas susceptibilidades vuelvan a renacer.
Lo peor aún, es que esta desconfianza hacia el accionar kirchnerista está haciendo metástasis en todo el arco opositor, donde la poca definición de estos en marcar políticas de Estado e ir a el fondo de las cuestiones acuciantes de la ciudadanía, hacen que en buena parte de la sociedad haya comenzado a hacerse carne el viejo lema del «que se vayan todos».
Por otra parte, la pelea feroz que ha comenzado por el corrimiento de Hugo Moyano en la CGT , más la peligrosa soledad que se provoca hacia el camionero en las huestes oficiales, hacen peligrar los contratos establecidos entre empresarios y sindicalistas, pudiendo resurgir los reclamos gremiales en medio de la campaña electoral, complicando las esperanzas oficiales de pasar un período preelectoral en calma social.
La Unión Industrial Argentina (UIA) advirtió ayer, ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que lo que considera “abusos” en las protestas sindicales pueden llegar a convertirlas en ilegales. “El derecho a huelga es una instancia legítima pero no justificamos el conflicto por el conflicto mismo, ni aquellos abusos que pueden convertirlo en ilegal”, aseguró el titular de la UIA , José Ignacio de Mendiguren. El dirigente empresarial agregó que hay que “concertar pautas distributivas con objetivos concretos que compatibilicen la inversión con la distribución”.
Además, viejos problemas sociales comienzan a embrollar el camino del oficialismo, como por ejemplo la falta de gas y los cortes energéticos a las industrias, poniendo trabas al crecimiento industrial nacional. La llegada de las primeras jornadas con bajas temperaturas comenzó a provocar algunas restricciones de gas en empresas de Córdoba, según afirman desde la Unión Industrial de esa provincia.
Quizás el oficialismo juegue con las necesidades del contrario y su método de subir la apuesta en forma permanente, le haga pensar que todos inexorablemente tendrán que ir como se dice en el juego político «al píe», pero por los días a venir al riñón más cercano a la presidencia quizás le cuelgue a medida otro refrán con respecto a el juego «el que juega por necesidad pierde por obligación».
Fuente: www.agenciacna.com