Argentinos y Estudiantes tuvieron un duelo en color sepia: en un partido opaco, los dos últimos consagrados perdieron la memoria y se sacaron un cero gigante.
Engorrosa faena analizar Argentinos-Estudiantes. El consuelo es que aún más denso fue ver el partido en La Paternal. La nochecita gélida no ayudaba, el marco tampoco: con la hinchada del Pincha proscripta, ni siquiera uno pudo entretenerse con el ida y vuelta melódico costumbrista cuando en el campo la pelota revoloteaba magullada de un lado al otro. El único estímulo que se olfateaba en la cancha lo sostenía estoica la gente del Bicho: entrar a la Sudamericana. Estudiantes, con ambiciones cuanto menos híbridas a esta altura de la temporada, juega por la camiseta.
Así, salió el partido que fuimos a ver: malo. No es un sincericidio convenir que los antecedentes y la proyección de los porvenires no anunciaban un juego sugestivo. El 0 a 0 en las apuestas no debía reembolsar más que algunas chirolas. Los dos equipos apostaban al error del rival. Sólo así se justificaron las pocas llegadas. Falló Sabia y casi convierte la Gata Fernández. Falló Desábato y Salcedo marró increíblemente un mano a mano. Era eso o rezarle a un bartolazo desde afuera: Ojeda se lo sacó a Auzqui y Orión, al chico Ramírez.
Los arqueros estuvieron lúcidos en un partido encapotado y adornaron el cero absoluto. Un cero que se siente más vacío para Argentinos, que quedó a dos puntos de Racing y deberá subordinarse a los resultados de los demás para soñarse otra vez en una competencia internacional. Para Estudiantes, el cero sólo curtió un poco a pibes de una generación que aún está en las gateras: buenas las apariciones de Sarulyte, pichón de Fede Fernández, y de Auzqui, un lanzador de buen pie en un equipo que de un tiempo a esta parte siempre tiene lanzadores. No mucho más. Sólo la melancolía de saber que son los últimos dos campeones del fútbol argentino.
Fuente: Olé