El campeón tiró sus credenciales desde el comienzo, borró a Atenas y, con un brillante Leo Gutiérrez, le pegó una paliza en casa.
Atenas había llegado a Mar del Plata como un auténtico peligro. Y no sólo por tener un juego agresivo y haber probado su calidad, mentalidad y ambición. Los cordobeses le habían ganado dos de tres duelos, incluyendo la final del Súper 8, en “un momento que era muy difícil ganarnos”, según admitió Sergio Hernández. Entonces, para arrancar esta finalísima, Peñarol sabía bien la importancia de enviar un mensaje contundente que le metiera dudas a su amenaza. Y el campeón lo hizo sin miramientos con una paliza sin antecedentes (95-64) que le da la ventaja de 1-0 en esta serie al mejor de siete que seguirá mañana aquí.
“La experiencia no se compra. Y en una final es esencial”, decía Oveja en la previa. Y de entrada quedó claro ese valor. Peña, de la mano de Tato Rodríguez y Leo Gutiérrez, mató bien rápidos sus lógicos nervios y ansiedades mientras se los agigantó a un Atenas con muchos jóvenes y pocos con rodaje en esta instancia. Luego se soltó, ejecutó a la perfección por momentos y sacó de la cancha con su defensa a un rival que no pudo hacer nada de lo que lo trajo hasta acá.
Peña lo construyó desde su defensa. Su plan fue no darle espacios a la temible dupla interior (Greg Lewis-James Williams) e incomodar el juego de pick and roll (dos contra dos) que tan bien ejerce Lábaque con sus extranjeros. Hizo todo bien: cortó línea de pase, lo obligó al juego individual y a lanzar de afuera. Leo y Leiva fueron claves para desbaratar el pick and roll. Atenas nunca se sintió cómodo ni encontró su juego. Además, la paliza lo mató psicológicamente. Desde la mente tampoco se vio una reacción visitante…
En ataque Peña usó su oficio y ese juego de pases que, cuando le sale, lo convierte en letal porque encuentra a sus afilados tiradores. La metieron casi todos (14-26 de tres), pero la fiesta la desató Gutiérrez. El olímpico hizo acordar en el primer tiempo a un tal Michael Jordan. Metió seis triples, como MJ en aquella primera final con Portland en el 92. Y sí, se divirtió y fue Air Leo.
“No hay que pensar que somos campeones por ganar de esta manera el primer partido. Necesitamos tres victorias más para poder festejar”, tiró Gutiérrez tras la paliza. Claro que el mensaje de Peñarol ya estaba mandado. ¿Y ahora, Atenas?
Fuente: Olé