De regalo

Huracán aprovechó dos obsequios enormes del fondo de Quilmes y festejó su primer triunfo en el Clausura y el cumpleaños de Pompei. Hubo fiesta en el Ducó.

A Huracán no le sobra nada. Ni fútbol, ni jugadores, ni ideas. Nada de nada. Por eso aprovecha lo que le dan. Y si le dan mucho, como hizo Quilmes, arma una fiesta. Porque Chichi (no está) sola: Trípodi le pelea el blooper de la fecha. Y Sebastián Martínez, aunque no use guantes, también da una mano. Gracias a ellos (o a su pesar), Huracán ganó. Gracias a ellos, a sus regalos, Pompei se fue del Ducó con tres puntos como para celebrar su cumpleaños.

Caruso sabe que todos dan por muerto a Quilmes. Aunque lo que no le contaron fue que sus jugadores se entierran solos. Se desesperan solos. Se hunden solos. Porque hasta el 1-0 la imagen del partido estaba dejando mejor parado al visitante. Porque mientras en Huracán se destacaba la lucha de Britez Ojeda y Battaglia, en Quilmes sobresalía el manejo de Caneo y la velocidad que le imprimían Morales y Diego Torres a los últimos metros. El gol estaba cantado. Aunque llegó en el arco de enfrente. Y ahí, mágicamente, el partido fue otro. La desesperación de la gente (¡es imposible jugar así!) se transformó en paciencia adentro de la cancha. Maidana empezó a tenerla. Y Huracán creció. Maidana empezó a pisarla. Y Huracán descansó. Maidana empezó a darle con rosca al área, Martínez pifió. Y Huracán deliró.

De golpe, y merecidamente, el Globo se olvidó del descenso y empezó a ascender. Paradójicamente la pelota ya no iba por el aire. El aire, justamente, era distinto. Y distinto se veía el futuro animándose a jugar sin peros… Pero (sí, siempre hay un pero), el final no podía ser redondo. El descuento de Cauteruccio convirtió al estadio en una postal: paralizó a todos. La sola posibilidad de volver a irse con un empate tras haber estado arriba por cuarta vez en el campeonato (lo había sufrido ante Arsenal, Argentinos y Newell’s), los petrificó. Y casi los liquida por la decisión y el empuje de Quilmes de ir a buscar.

Lo salvó la falta de recursos de los del Sur. Y que Monzón y Quiroga estuvieron lejos de imitar a Trípodi y/o Martínez. Le alcanzó con aprovechar al mango los regalitos que le hicieron y festejar un triunfo que no asegura nada, pero al menos sirve como desahogo. Un enorme desahogo.

Fuente: Olé