BRASILIA — El Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) de Brasil conmemora este jueves sus 31 años en el auge del poder y con un homenaje a su líder histórico, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien volverá a ser el presidente de honor de la sigla.
Lula, que cuando era un obrero metalúrgico y líder sindical fundó el partido de la estrella roja en 1980 en la industrial área metropolitana de Sao Paulo, dejó la presidencia de honor mientras fue presidente de Brasil entre 2003 y 2010.
Con 1,4 millones de afiliados, el PT decidió conmemorar sus 31 años con un acto político al final del día en un teatro de Brasilia, al que fueron invitados la flamante presidenta brasileña Dilma Rousseff y altos líderes del partido, explicó el dirigente Francisco Campos.
Con la figura de Lula como identidad, el PT «fue un partido diferente en Brasil porque surgió con una base social muy fuerte», recuerda el politólogo Rodolfo Teixeira.
Ahora el PT llega a sus 31 años en la cumbre del poder, tras dos mandatos presidenciales consecutivos con Lula y el recién iniciado de Dilma Rousseff.
Pero no está libre de retos: tiene que compartir ese poder con el ambicioso y gigante Partido del Movimiento Democrático (PMDB, centro), entre otros diez partidos y, por primera vez en 31 años, no tiene como máxima figura a Lula.
Rousseff llegó al partido años después de haber sido fundado y no fue nunca una de sus grandes líderes.
El presidente del PT, José Eduardo Dutra, garantizó que Lula mantendrá un papel preponderante: «no podemos prescindir de la acción política de Lula».
«Lula es y siempre será un símbolo y la marca del PT, que el partido continuará utilizando», dijo a la AFP el politólogo de la Universidad de Brasilia Leonardo Barreto.
El PT fue creado en medio de históricas huelgas hacia el final de la dictadura, el 10 de febrero de 1980, con fuertes raíces en el sindicalismo, la izquierda intelectual y movimientos sociales.
Quince años después, en la mitad de los noventa, el partido decidió abandonar el radicalismo y aceptó alianzas con sectores de centro y de derecha.
Su escalada hacia el poder fue progresiva y firme: en 1988 consiguió su primera gran alcaldía, la capital económica de Brasil, Sao Paulo; en 2000 se convirtió en el cuarto mayor partido del país, en 2002 llevó a Lula a la Presidencia, quien fue reelecto en 2006, y en 2010 a Rousseff.
Pero el poder significó también un baño de realidad y el partido se vio obligado a adoptar políticas económicas de ajuste y ceder espacio a partidos aliados, lo que provocó escisiones de líderes izquierdistas.
Y en 2005 enfrentó su peor crisis, acusado de pagar a aliados con una millonaria contabilidad ilegal, escándalo que fragilizó su bandera ética y lo obligó a una purga de dirigentes.
«Con ello, el partido ha mantenido el apoyo de las bases y sindicatos, ya que el gobierno Lula tuvo una actuación social muy fuerte e incorporó esos movimientos a su gobierno, pero perdió un poco el de la clase media e intelectuales que habían apoyado ese partido de principios», afirma Barreto.