En el primer día de una serie diezmada por las ausencias, los de Orsanic hicieron valer la localía ante Serbia y mostraron talento y carácter. Falta un pasito para meterse en semifinales.
Es la serie «devaluada». Luego de la maratónica epopeya ante Brasil en marzo, todos vislumbraban un choque de antología de cuartos de final entre la Argentina de Juan Martín Del Potro y la Serbia de Novak Djokovic, el n°1 del tenis actual. Pero no. La fría jornada de este viernes en el predio de Tecnópolis poco tuvo de estrellas.
El primero en bajarse fue Del Potro, quien tuvo que volver a operarse de su maldita muñeca izquierda y debió ver la serie desde afuera. O desde adentro, porque estuvo al pie del cañón, al lado del capitán Daniel Orsanic y alentando como un hincha más. De hecho, su entrada al estadio, promediando el primer set entre Leonardo Mayer y Krajinovic, desató la primera gran ovación del mediodía bonaerense.
Luego llegó el turno de enterarse que Djokovic, el invitado estelar que todos esperábamos, tampoco iba a estar. Tras ganar Wimbledon, el serbio confirmó que no viajaría a Argentina y así la serie, que en un principio prometía estrellato, perdió jerarquía, pero ganó en paridad.
Por eso en el primer punto, un Mayer recordado por su batalla de más de seis horas ante Joao Souza (sin la que Argentina no estaría en esta instancia), se calzó el equipo al hombro y rompió con un triunfo soberbio. Una verdadera paliza.
Fue un monólogo de un Mayer al que jamás le pesó la presión de ser el líder tenístico del equipo. El correntino fue de menor a mayor y, tras un primer set disputado que se terminó definiendo en el décimo game, Krajinovic ya no tuvo nada más para hacer. Aquellas pequeñas fallas por «apurado» que mostró el Yacaré en el primer parcial desaparecieron por completo en los dos posteriores y todo fue a pedir argentino.
Apenas 1 hora y 38 minutos le llevó al 22° del mundo sacarse de encima a su rival para darle a Argentina un primer punto previsible, es cierto, pero más que necesario para encarar el segundo partido.
«La historia de los argentinos y la Davis no está diseñada para cardíacos»
Pero la historia de los argentinos y la Davis no está diseñada para cardíacos. Porque Delbonis salió a la cancha con el pecho inflado, pero enseguida se topó con un Troicki inmutable, una verdadera pared que devolvió todo lo que le tiraron y le tiró la jerarquía encima al azuleño desde el vamos.
Por eso, apenas pasada la hora de juego de ese segundo punto, el serbio estaba dos sets arriba (doble 6-2) y con todas las de ganar. Delbonis, la contracara: errático, contrariado y bastante nervioso.
Esos dos parciales fueron los que tardó el argentino en soltar su brazo. Ya en el tercero, luego de un comienzo parejo, consiguió un quiebre clave en el séptimo game y allí, repleto de confianza (la misma que le había faltado antes), aprovechó su momento para cerrarlo por 6-4.
El cuarto mantuvo la tónica, Delbonis continuó creciendo y opacando a un Troicki que por primera vez perdió la brújula y esa típíca tranquilidad y frialdad balcánica. Fue así como volvió a perder el saque con facilidad y permitió seguir agrandando a un argentino que, a esa altura, tenía la confianza por las nubes.
Pero Troicki, pese a ese «bajón», no se rindió y recuperó el quiebre para equilibrar las cosas y tirarle nuevamente la presión al argentino, que si fallaba, volcaría por completo el partido hacia su rival. Aunque nada de eso ocurrió, porque Delbonis bancó la parada, quebró otra vez en el noveno game y se quedó con el cuarto parcial por 6-4 para llevar todo a la definición en el quinto.
Y ahí fue donde apareció el verdadero Federico Delbonis. Suelto, preciso y eufórico, el de Azul fue una verdadera máquina que metió todo lo que tiró, salvó todo lo que le tiraron y disfrutó de una mancomunión con la gente que se vio reflejada en el saludo final: «Cada uno de ustedes me ayudó a ganar», agradeció emocionado, mientras Berlocq, el dueño de la batuta, revoleaba camisetas por todos lados. Mientras Del Potro aplaudía como podía pese a su maltrecho brazo izquierdo.
Fue un viernes diezmado, es cierto. No hubo estrellas, es verdad. Pero Argentina encontró a sus héroes en jugadores bien terrenales y quedó a sólo un pasito de una nueva semifinal.
Resta un peldaño. El siempre complicado dobles ante los expertos serbios el sábado, o bien posponer la alegría un día más y festejar el domingo en singles. Pero acá está Argentina. Y que de la devaluación hablen los economistas
Fuente: Minuto 1