El Flaco fue la figura, tuvo mucha más continuidad en el juego y justificó las expectativas del DT.
Esta idea de Argentina necesita que Javier Pastore abra la puerta de su talento, lo suelte e invite a jugar a los fantásticos que giran a su alrededor. Para certificar cuánto influye el Flaco, sólo basta con ubicar frente a frente a sus dos producciones en esta aventura sudamericana. Ahí, cara a cara, surge un contraste nítido. De un lado, Pastore y las intermitencias en el debut ante Paraguay, con escasa movilidad, demasiado dócil ante el cerrojo guaraní. Enfrente, Pastore y las participaciones con mucha mayor continuidad en este triunfo sufrido con Uruguay, activo, decidido a no dejarse anclar por el doble cinco de Oscar Tabárez conformado por Alvaro González y Arévalo Ríos. Sin lugar para las discusiones, en la balanza de las conclusiones futboleras del clásico rioplatense, Pastore es el sujeto de la mejor noticia celeste blanca.
«Lo que le reclamamos a Javier es encontrar la espalda de los rivales, dar el último pase, elegir cuándo hay que lateralizar, elegir cuándo hay que profundizar, que no venga tanto a iniciar porque no hace falta», desarrollaba Martino sobre lo que espera de Pastore en la previa. Debe estar satisfecho el Tata. Es que el Flaco produjo lo que el entrenador deseaba.
Partiendo de arranque desde el vértice derecho más adelantado de ese triángulo que en el medio arma junto a Biglia (a la izquierda) y Mascherano como punto más retrasado, el Flaco supo asociarse a la pelota. La pidió mucho más que contra Paraguay y también se la dieron mucho más. «Es importante que mis compañeros me tengan confianza para darme la pelota», dijo. Y es cierto. Claro que para que eso ocurriera, Pastore apeló al despliegue y al toque rápido y preciso para que la circulación fuese fluída. A pesar de que Martino le solicita que no baje tanto a iniciar, Pastore, como corresponde a un futbolista de su jerarquía, tomó decisiones por cuenta propia. Y en varias ocasiones retrocedió a la par de Mascherano para salir desde ahí con la redonda, un modo de asegurar el control y también de no regalarles referencias a los disciplinados volantes uruguayos.
Hubo pases laterales y hacia atrás del Flaco, pero también hubo cesiones profundas. En el primer tiempo, habilitó a Agüero, a quien cerraron justo cuando iba a rematar, y dejó en posición de tiro a Di María. En el segundo, volvió a darle aire al Kun, de nuevo trabado por una pierna uruguaya, y enseguida, giró como un bailarín y la abrió con clase máxima dejando en posición de esos centros que duelen a Zabaleta, quien se la sirvió a Agüero para el gol de la victoria. Esnecesario exaltar ese gesto porque, humilde, Pastore lo minimizó: «Lo importante en el gol fueron el centro de Pablo y el anticipo del Kun a los grandotes».
Hubo 36 participaciones positivas del Flaco, apenas 8 negativas, la mitad en la etapa final, cuando más le costó a la Selección. «Pastore, Pastore», le cantaron en un momento del primer tiempo. Hubo aplausos a los 32 minutos del segundo cuando se fue reemplazado por Banega. «Nos gusta la idea de jugar al fútbol que tiene el Tata», aseguró. Y esa idea necesita ser alimentada por el Flaco como anoche. Es que para esta Selección es vital que Pastore juegue así.
Fuente: Clarín