Por: Fabián Doman
El gobernador bonaerense hizo gala de un infrecuente kirchnerismo explícito para combatir el apoyo oficial a la candidatura de Randazzo. El debate por la «pureza PRO» y temores de polarización del tigrense
Si fuera una pelea de boxeo, esta semana los tres principales candidatos a Presidente habrían perdido el round. Les pasó de todo. Pero como los votos decisivos de la elección se reparten entre ellos, lo que sucedió termino siendo, por ahora, inocuo.
A Daniel Scioli le volvieron a aparecer los fantasmas que representa Florencio Randazzo. Para suerte del Gobernador, el ministro del Interior cometió el error clásico de aquellos que arrancando de atrás en una campaña tiene que decir lo que sea en contra del otro, para llamar la atención. En ese afán, ejemplificó el peligro de que el proyecto se quede manco, olvidándose de Scioli. Una mención involuntaria -inclusive Randazzo inmediatamente aclara que no lo dijo por Scioli- hasta la risotada general. Que dejó tan mal parado al propio Randazzo como a la mayoría de los intelectuales de Carta Abierta. Un papelón.
Pero ni siquiera este paso en falso del candidato presuntamente representativo del kirchnerismo paladar negro ni de los intelectuales más K le sirvió a Scioli para mejorar la semana. ¿Por qué los nubarrones si continúa liderando las encuestas? Porque el sciolismo y su líder carecen ya de armazón emocional para seguir tolerando los embates kirchneristas. A tal punto llega este fenómeno que muchas veces los propios sciolistas terminan agigantando en su ansiedad y angustia episodios a veces menores elevándolos a rango de virtuales crisis política.
La salida de Scioli a este tipo de situaciones ya es conocida: hacer kirchnerismo explícito. No por nada esta semana, como no había sucedido hasta ahora, grupos económicos y sobre todo financieros se alarmaron de repente con la posibilidad de que Scioli gane las elecciones. ¿Qué cambió entre esta posibilidad y las primeras informaciones del buen momento de Scioli en las encuestas de hace dos meses? Que los factores de poder comenzaron a darse cuenta de algo que el electorado tiene más claro que ellos: que Scioli es kirchnerista. O aparenta serlo. Lo suficiente como para que todo el mundo le crea. La sola eventualidad de que Axel Kicilof pueda continuar en el Palacio de Hacienda puso en alerta rojo al círculo homónimo.
EL SCIOLISMO YA NO TOLERA LOS EMBATES KIRCHNERISTAS
Como todo tiene que ver con todo, esta visión de futuro de un triunfo sciolista es lo que hizo recrudecer las movidas para que Mauricio Macri y Sergio Massa aúnen sus fuerzas. Y siguiendo el juego de las consecuencias, como Macri no plantea aliarse con Massa, montó una reunión general de campaña el lunes, para contarle al mundo que a Jaime Duran Barba no le gustaba la idea. Para nada. Y como en PRO la palabra del ecuatoriano es la verba de Dios, el tema supuestamente no se discute más. De paso, en en el macrismo instalaron la idea de una nueva campaña electoral, para olvidar, y hacer olvidar el serio problema en la que se encuentra uno de sus principales hombres, Daniel Angelici, en Boca. Ya se ha dicho aquí pero debe ser repetido: para Macri mantener el control sobre el mundo Boca es la prioridad después de alcanzar la Presidencia.
«Los votos los tenemos, lo que necesitamos son contarlos» es el slogan de la campaña macrista por estas horas. Como fanáticos jihadistas, los dirigentes de PRO están convencidos de que llevan un tren ganador imparable. Suman los votos locales a los nacionales y así concluyen que las victorias de Rodríguez Larreta en Capital y la teórica de Miguel del Sel en Santa Fe en junio y julio no harán más que confirmar la ola amarilla. Exhiben encuestas que los muestran primeros y en esta búsqueda insaciable de pureza decidieron que los nuevos aliados ya no importan. En esta lógica de la vida, la campaña pasa por el color: todo lo bueno pasa más cerca del amarillo puro. Lo malo cuando esta se aleja del color. La estrategia del PRO puro no solo significa borrar de las fotos a Sanz y Carrio sino a Carlos Reutemann, que hasta hace dos meses, era la solución política a todos los problemas nacionales de la candidatura de Macri. De confirmarse esto –dicen que en la reunión del lunes se criticó la posibilidad de la formula Macri-Reutemann, pensándolo al santafecino como senador nacional- la mala suerte del ex corredor de Fórmula 1, primero con Massa y ahora Macri, ya no sería casualidad.
En realidad, la clave de la estrategia de PRO pasa por mostrarse como puros pero logrando y cosechando votos de todo tipo. ¿Para qué vamos a ir a una alianza con Massa, si los votos de Massa vienen directamente a Mauricio sin necesidad de un acuerdo? Lo que nosotros necesitamos son los votos de Massa. No a Massa» dicen con una lógica impecable en PRO. Y razón no les falta.
El principal problema todavía no resuelto del macrismo, sin embargo, es la provincia de Buenos Aires. Datos fríos: salvo Jesús Cariglino, son contados con los dedos de una mano los intendentes bonaerenses que se pasan al PRO, mientras son cada vez los jefes locales que vuelve al seno materno del FPV. Una situación de debilidad del macrismo que nos remite a Massa.
«LO QUE NOSOTROS NECESITAMOS SON LOS VOTOS DE MASSA, NO A MASSA» DICEN EN EL PRO
El principal problema de Massa es la polarización electoral. Aunque en otras épocas se hablaba de polarización cuando los candidatos superaban el 40% de los votos, ahora las perspectivas que Scioli y Macri superen el 30% – el primero lo logró hace meses y el segundo según la mayor parte de las encuestas está muy cerca de alcanzarlo- le comienzan a otorgar a la disputa una sensación de pelea de dos, que deja a Massa afuera.
Sera por esta razón, entre otras, que el líder del Frente Renovador sigue insistiendo y lo seguirá haciendo hasta el hartazgo con la posibilidad de una alianza con Macri. Massa, con cierta dosis de ingenuidad, cree que el electorado castigará al líder de PRO por negarse a formar una coalición que intente impedir la continuidad del peronismo por otros cuatro años.
Quizás Massa no sea ingenuo y tenga razón. Pero para demostrar su teoría necesita que Scioli gane y Macri pierda. Y si esto sucede, ya será muy tarde para lágrimas.
Fuente: INFOBAE