Perdió 2 a 0 y no pudo pasar la primera ronda. El equipo rojinegro no tuvo respuestas futbolísticas ni anímicas. Tras la derrota, Gallego dijo: «Me banco lo que venga, tengo espalda».
Nadie está obligado a declarar en contra de sí mismo. Y está bien que Américo Rubén Gallego no lo haga. También está bien que diga que tiene espalda ancha para aguantar. Claro que sí, bien se la supo ganar. Lo peligroso (o lo importante, para no dramatizar aún más este fútbol) para el futuro inmediato de Newell’s es que el técnico leproso se crea su discurso, que le cargue las culpas al árbitro de la dolorosa eliminación de ayer a manos de un equipo del ascenso como Chacarita, que le ganó bien 2 a 0, y que haya preferido envolverse en las lisonjas y centros de un periodista de un canal deportivo de Buenos Aires, que seguramente no sigue el día a día leproso, para ampararse en su visión de que a él se lo castiga mucho en la ciudad, sugiriendo así que la realidad es otra. ¿Es otra? Porque ayer fue su equipo el que fue superado por otro de un nivel inferior cuyos hilos los manejó el talento innato, y la determinación también, de un ex ya veterano como Damián Manso. Justo él. Y no lo dejó ni siquiera asomar a la Copa Argentina, después de poner además lo mejor a disposición.
Tal vez tenga razón de que otro hubiera sido el partido si Luis Alvarez hubiera dado penal lo que a primera vista pareció una caída exagerada de Maxi Rodríguez ante Taborda. También debiera analizar que a esa altura, 31′, Chacarita le había manejado las acciones a través de la sapiencia de Manso. Y que la que ponía al servicio la Fiera no tenía prácticamente eco en el resto, en una apatía que no se condijo con la diferencia de categoría entre ambos ni la de nombre por nombre. De un lado, muchos jóvenes surgidos de abajo o traídos de otros clubes del ascenso, y apenas mucho roce en el Piojo y el arquero. Del otro, tres preseleccionados a la Copa América, otro vendido a Europa y mucha experiencia de primera división.
En ese contexto hay que situar al choque de ayer, no bajarlo rápidamente a la contienda de iguales, y desde ahí sacar conclusiones, aunque es cierto que las ventajas son más relativas que nunca. De hecho, por eso Gallego puso la carne al asador, porque quería asegurarse el pasaje a los 16avos. Pero el final terminó siendo un bumerán.
Porque, además, excepto por los primeros 12 o 15 minutos del complemento, donde los mismos 11 que salieron al césped pusieron vergüenza y también juego para revertir su suerte, bastó que el ingresado Menéndez reventara el palo izquierdo de Pocrnjic para poner las cosas en su lugar. En el lugar que el mismo Chacarita había puesto el partido al final del primer tiempo, cuando tras un gran pase largo de Manso, Pocrnjic y Fernández le regalaron el gol a Zapata. Es decir controlando la situación. Al punto que, pese a que Taborda abortó dos mano a mano (a la Fiera y a Cáceres) ante un Newell’s entonces insistente, cuando comprendió que el negocio era seguir atacándolo llegó a liquidar la historia, en una contra que culminó otro ingresado, Carabelli. Y hasta pudo aumentar la diferencia.
Gallego ya tiene su estatua simbólica en el Parque. Nada ni nadie se la va a quitar. Los hinchas lo van a querer siempre, por supuesto. Y así como eso está más que claro, también lo está que ayer recibió un cachetazo de esos que pondrían a cualquier proceso de espaldas y que si eso no pasó ayer es porque, además de que en el torneo dentro de todo no se está lejos, el Tolo conserva la suya. Desde el regreso, su Newell’s de mínima no evolucionó hacia mejores estándares futbolísticos y sigue sin copar.
Fuente: La Gaceta