Cristina… esa eterna víctima

Es como si Cristina tuviera la necesidad compulsiva de ser siempre el centro de todo. Cuando las cenizas taparon Bariloche, Villa La Angostura y gran parte de la Comarca Andina y el oeste de la Provincia, ella dijo, palabras más palabras menos… “A nosotros en Santa Cruz nos pasó lo mismo y peor, pero años después teníamos frutillas del tamaño de una naranja”… como si eso pudiera tranquilizar a una economía productiva regional y turística que quedó durante meses destrozada y que en lo productivo todavía le cuesta recuperar incluso bovinos y ovinos perdidos. Claro que lo que le sucedió a ella… siempre es peor.

Tiempo después sucedió la inundación de La Plata y cuando los muertos se contaban por decenas, las perdidas en millones y millones de dólares y las viviendas destrozadas en miles… Cristina no se le ocurrió nada mejor que decir, palabras más palabras menos… “Cuando era chica mi casa se inundó, sé lo que es perder todo”.

En el plano internacional fue lo mismo. Llegar tarde a las fotos protocolares presidenciales es un clásico. Ahora, difícilmente sabremos algún día si Cristina se puso a la izquierda de Castro o si lo hizo porque era una manera de obtener protagonismo en una cumbre que no pasó por ella. Primero llegó tarde y luego, cuando Castro apoyó los esfuerzos de Obama por mejorar la relación con la isla y hasta el mismísimo Maduro tuvo términos esperanzadores sobre la relación con los EEUU, Cristina salió a destiempo con un discurso que ni el comunismo cubano o el populismo de izquierda chavista habían tenido durante la cumbre.

Y así siguieron las comparaciones de Cristina Fernández. Cada vez que a alguien le sucedía una desgracia, la de ella fue peor. La última fue casi el colmo, refiriéndose al sentimiento de los pobres, afirmó… “No soy partidaria de justificar nada porque sean pobres, porque yo fui pobre y nunca justifiqué nada”.

¿Cuándo fue pobre Cristina? Su padre heredó un tambó de su abuelo y se dedicó durante un tiempo a la actividad agropecuaria, luego tuvo 2 colectivos (no como chofer sino como empresario dueño de dos unidades) y su madre trabajó como empleada en la Dirección General de Rentas y fue luego secretaria general de su gremio, AERI (Asociación de Empleados de Rentas e Inmobiliarios). Cristina terminó su secundario en un colegio privado religioso; en otras palabras, no era multimillonaria como ahora, pero estaba muy lejos de un hogar POBRE con carencia de alimentación, sin vivienda, baja o ninguna educación. ¿Qué necesidad tenía de decir “yo fui pobre”?

Es como si ella tuviera que mostrar que siempre sufre por los demás. Una suerte de santa religiosa que se inmola habiendo pasado inundaciones, tormentas de cenizas volcánicas y la más abyecta pobreza. Ni siquiera estoy cuestionando su derecho político a diagramar un discurso que le sea favorable… pero ¿no es como mucho?

¿Ahora también resulta que toda su vida política fue un calvario?

Así lo dejó traslucir cuando dijo hace unos días… “Ojalá que en 2019 esté haciendo, no sé, lo que a mí me gusta. Por ahí otras cosas y demás… eso es lo mejor que le puede pasar al país. A la Argentina y a todos”. Disculpe… ¿entonces nunca hizo lo que le gustaba? ¿No quiso ser diputada?, ¿no quiso ser Senadora?, ¿No quiso ser Presidenta una vez? ¿No quiso ser Presidenta otra vez?

¿Nuevamente… la víctima sacrificada por todos los demás? Toda su vida fue una desgraciada cadena de problemas, pobreza, cenizas, inundaciones y la nunca deseada función pública. Solo falta que diga que nadie sabe lo difícil que es ser multimillonaria, lo angustiante que es sentir que todos quieren sacarle un pesito, o la angustia de arriesgar alguna inversión a pérdida. Quizás nos quiera contar que los 800 mil millones de pesos (VER ESTUDIO DEL IARAF) que durante los últimos 12 años se dejaron de transferir a las Provincias Argentinas, fue un acto de bondad para evitar que otros Gobernadores corruptos o inútiles los malgastaran.

Es como si sobreactuando los problemas se hicieran más notables los aciertos. Porque los ha tenido. Aún para los más acérrimos opositores, hay aspectos de su gestión que han sido buenos y deberían ser mantenidos, pero no es victimizándose que se van a olvidar todos los errores o se va a elevar su imagen al nivel del culto que en su momento hubo con, como se decía… “Santa Evita”. Cristina navega en esa dualidad permanente. Construye poder y luego dice que no lo quiere. Nadie se lo cree… ¿entonces para que lo dice?, ¿para escucharse así misma? ¿Para que una Cadena Nacional tras otra? Unas con Cristina exaltada, alegra o bailadora… otras, compungida al borde las lágrimas, quebrada y desafiante. Quizás es que nunca hizo lo que quiso y lo que querría es quedarse en “su lugar en el mundo”, mirando eternamente el Glaciar Perito Moreno. Como si este fuese una suerte de “Puerta de Hierro” donde las generaciones la veneren y vayan a pedir los sabios consejos de una mujer que “sacrificó” toda su vida haciendo lo que no quería pero si lo que debía. La verdad es muy difícil imaginar que una mujer de las características de Cristina Fernández pase más que unas siempre breves vacaciones en ese lugar al que llama… “mi lugar en el mundo”, cuando no haya una cola de cortesanos esperando el besamanos de un poder que inevitablemente se irá esfumando porque las distancias históricas que el kirchnerismo recorrió se parecen más a la recuperación de materias pendientes que a la construcción de un futuro mejor.

A veces pienso que es muy triste que haya gente que se pasa toda una vida esperando que el fracaso o las desgracias de otros, hagan menos banal y superficial sus propios y miserables destinos.

Lic. Rodolfo Patricio Florido/informadorpublico.com