La OMS señala que el consumo excesivo de sodio es causante de problemas cardiovasculares y de hipertensión, tanto en adultos como en niños
Gracias al avance de la ciencia y la tecnología, contamos hoy con una abundancia de información referida a múltiples cuestiones que en temas de salud son un gran apoyo para la prevención de enfermedades. Tal el caso de lo relacionado con hábitos y costumbres alimentarias que nos permiten acceder a una vida más saludable, un tema que reiteradamente abordamos desde estas columnas.
La organización WASH (World Action on Salt and Health, por las siglas en inglés) realizó la semana pasada su campaña anual de concientización, la Semana de Sensibilización sobre la Sal. Los niños, en quienes muchas veces no se repara a la hora de hablar de hipertensión, también consumen cantidades excesivas de este condimento, muchas veces, como en tantos otros comportamientos aprendidos, siguiendo el mal ejemplo de sus padres. Por eso, el foco de este año fue «La sal y los niños».
Los adultos deben tomar conciencia sobre la importancia de desarrollar ellos mismos hábitos alimenticios sanos e inculcarlos a los menores, pues la preferencia por lo salado también puede desaprenderse. Un consumo desmedido de sodio a edad temprana puede influir peligrosamente en el desarrollo de la hipertensión que funciona como factor de riesgo para innumerables enfermedades del corazón, los riñones, la obesidad, la osteoporosis o el asma, entre otras. La Acción Latinoamericana de Sal y Salud (Alass) refiere que en el continente se dan las tasas más altas de hipertensión del mundo y estiman que casi un 90% de los chicos consume más sal que la recomendada, esto es que pueden estar duplicando el consumo recomendado diario para un adulto de entre 3 y 5 gramos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aun cuando en la Argentina se habla de un consumo que ronda entre los 7 a 9 g diarios. Casi una tragedia para la salud inmediata y futura.
Recientes estudios realizados por instituciones argentinas como el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) han logrado demostrar que en nuestro país ese exceso de consumo diario aumenta un 1% la mortalidad cardiovascular en el largo plazo.
A la labor educativa propia del hogar y de la escuela deben sumarse las modificaciones normativas necesarias para que la industria alimentaria también tienda a reducir la cantidad de sal en alimentos para niños y a regular convenientemente la publicidad de determinados alimentos peligrosos para todos y, en particular, para los más pequeños. La Fundación Interamericana del Corazón Argentina (FIC) demostró que, si bien en las góndolas hoy el 85% de los 292 alimentos de grandes marcas de las categorías que contempla la ley nacional en vigor desde diciembre se ajustan a los valores permitidos, hay otros, como hamburguesas, chacinados secos y cocidos, snacks o tartas, alrededor de 1320 productos, con alto contenido de sodio, además de aquellos que no son alcanzados por la ley, pero que también lo tendrían.
La disciplina de mirar las etiquetas nutricionales de los alimentos constituye un buen primer paso, así como preferir los alimentos frescos a los procesados, a la hora de elegir alternativas más saludables. Optar por retirar los saleros de las mesas junto con el hábito de salar antes de probar y elegir limón, especias o hierbas resulta también mucho más recomendable a la hora de sazonar, en lugar de salsas como la de soja, el ketchup o la mostaza que sólo deben consumirse en pequeñas proporciones.
La Fundación Favaloro sumó su esfuerzo con la campaña «La sal que se ve» y propone utilizar una sal coloreada, que aún no se comercializa, para que cada uno pueda visualmente reconocer las enormes cantidades de sal que muchas veces agregamos peligrosamente a las comidas, tanto en la cocción como en la mesa. El primer paso para resolver un problema es verlo, afirman.
Una dieta baja en sal evitaría hasta uno de cada cuatro accidentes cerebrovasculares o ataques al corazón. A la hora de comer, la prevención sigue siendo la mejor receta.
LA NACION