Beirut, 5 mar (PL) Irán y seis potencias mundiales cerraron en la ciudad suiza de Montreux otra ronda negociadora para un acuerdo nuclear con un lenguaje diplomático que señala progresos, aunque sin ocultar la existencia de diferencias todavía irreconciliables.
Tanto fuentes del Departamento de Estado de Estados Unidos como de la cancillería de Irán aseguraron haber logrado «cierto avance» en las pláticas entre John Kerry y Mohammad Javad Zarif, así como en las discusiones técnicas y políticas de expertos de ambos países en presencia de la Unión Europea (UE).
Pero de momento, el único resultado estimulante de las sesiones de diálogo entre el secretario de Estado norteamericano y el ministro iraní de Relaciones Exteriores es el anuncio de que volverán a reunirse del 15 al 20 de de marzo, una señal de que prevalece la voluntad de arribar a un entendimiento.
Los retos a superar son pocos, pero sumamente difíciles, pues la república islámica parece inamovible en su demanda de que las sanciones económicas impuestas para castigarla por su programa nuclear sean levantadas de una vez, y rechaza cualquier acuerdo en fases, como dio a entender Barack Obama.
El mandatario estadounidense afirmó que Irán debía comprometerse a un congelamiento verificable de al menos 10 años en sus actividades nucleares sensibles para poder alcanzar un pacto relevante.
Además, Teherán defiende mantener un nivel de enriquecimiento de uranio que le garantice cubrir sus necesidades energéticas para el consumo doméstico e industrial, así como para su empleo en el campo de la medicina y la investigación científica.
Precisamente, esos son los dos puntos espinosos de las tratativas que transcurren desde noviembre de 2013 guiadas por los términos del acuerdo interino o Plan de Acción Conjunta suscrito entonces por Irán y el Grupo 5+1 (los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania).
Kerry adelantó que se reunirá el sábado en París con sus homólogos de Francia, Alemania y Reino Unido para perfilar y, eventualmente, aprobar una variante intermedia entre la intransigencia de los países occidentales del G5+1 y la actitud, a todas luces, más constructiva de Rusia y China.
Las cuatro rondas bilaterales de Montreux tuvieron un buen nivel de representatividad con altos cargos en las esferas atómica y de energía, vicecancilleres y la vicejefa de política exterior de la UE, Helga Schmid, así como viceministros alemanes, británicos y galos en el segmento más amplio.
Pero el presidente iraní, Hassan Rouhani, necesitó reiteran la negativa a someterse a un acuerdo «que no tome en cuenta los derechos inalienables de nuestro pueblo», y defendió un pacto equilibrado con el G5+1 «que redunde en beneficio de toda la región».
En la misma línea, Zarif fue contundente al afirmar que «Occidente, y en especial Estados Unidos, debe elegir entre sellar un acuerdo nuclear con Irán o continuar con las sanciones, porque ambas opciones no pueden ir de la mano».
Para el canciller persa es innecesario mantener las medidas punitivas a su país, si realmente el G5+1 procura un entendimiento final e integral a más tardar en junio sobre el contencioso nuclear, y señaló como «serio problema» en el camino a un arreglo «la gran presión ejercida por alarmistas».
Dentro y fuera de Irán hay quienes tratan de crear obstáculos a los esfuerzos de los negociadores, unas veces de modo solapado y otras de forma abierta como hizo el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, en sendos discursos ante el lobby judío y el Congreso estadounidenses.
Según Kerry, «ningún factor externo podrá descarrilar las negociaciones» y aunque la administración Obama defiende un arreglo con Teherán, no puede obviarse el peso del lobby judío y los intereses anti-iraníes que se mueven tras bambalinas en Washington, el golfo Pérsico y Bruselas.