Alimento para el cuerpo y el alma en el barrio de Abasto

Todos los días, a las cinco de la tarde, la Parroquia Nuestra Señora del Valle distribuye comida a personas en situación de vulnerabilidad.

 

A las 5 de la tarde, las personas empiezan a llegar a la parroquia Nuestra Señora del Valle – en el barrio de Abasto- para recibir la merienda (como, por ejemplo, yogur con cereales) mientras esperan para poder llevarse la cena a su casa.

Ubicada en la calle Córdoba 3329, la parroquia asiste a familias que viven en pensiones y hoteles de la zona, y jubilados que están solos.

Allí, de lunes a viernes, funciona un comedor materno-infantil que reparte alrededor de 200 viandas para personas que están en situación de vulnerabilidad social.

Desde sus comienzos, en la década del 70, la parroquia siempre brindó servicios de donación de medicamentos y de ropa para personas carenciadas.

El comedor y la duchas arrancaron en 1983 pensando que iban a ser servicios transitorios y se han prolongado hasta hoy por necesidad.

«Actualmente las personas se llevan viandas calientes porque la idea es que el comedor no despersonalice la cena y que la gente coma en familia», explica el padre Miguel Ángel Moreyra, párroco de la institución.

En el subsuelo, donde funciona la cocina, Gladys Poblete y Alejandra (ambas voluntarias) hacen malabares para tener listo el pollo a la cacerola con puré de calabaza y papa.

«Hace 22 años empecé a venir con mis tres nenes porque no tenía para comer y estaba en la calle. Sufría violencia doméstica y vendía flores para poder comprarles la leche a mis hijos. Después, me quedaba a lavar las ollas y los platos, a ayudar con lo que podía. Con el tiempo, terminé como encargada de cocina», dice Gladys, que hoy vive en Palermo, cobra la pensión por siete hijos y hace este trabajo en forma de agradecimiento por toda la ayuda que recibió.

«Gracias al plato de comida que tenía acá, mis hijos pudieron vivir. Tenían la merienda y la cena aseguradas. Acá cocinamos entre todos. Somos todos voluntarios y nos llevamos para comer», agrega.

El gobierno de la ciudad de Buenos Aires les acerca en forma diaria parte de la mercadería que necesitan y el resto lo consiguen a través de donaciones de particulares y del Banco de Alimentos.

Además, el gobierno les brinda un subsidio semestral para el mantenimiento y equipamiento del comedor. «Como contraprestación, cuando el gobierno de la ciudad no tiene a dónde derivar una persona en situación de calle, nosotros la recibimos. También cuando hay casos de probation nosotros los aceptamos con la derivación de Cáritas, que se ocupa de la Pastoral Carcelaria, y funcionan como voluntarios el tiempo que les corresponda», cuenta Moreyra.

A las 18.30, empieza a formarse una fila en la escalera que desemboca en una mesa donde Gladys y Alejandra los esperan con la comida preparada. Todos reciben su porción de pan, pollo, puré y postre (manzana o naranja). Y se llevan porciones para el resto de la familia en tuppers, changuitos y jarras de plástico.

Cualquier recipiente es útil a la hora de transportar la comida de la noche. A las 18.50 llegan las dos últimas mujeres que se llevan los pocos restos de pollo y de puré. Mañana volverán por más.

Las personas que quieran colaborar pueden hacerlo donando pañales para niños o adultos mayores, leche en polvo, yerba, azúcar, aceite, lentejas, polenta y medicamentos que no estén vencidos.

Los teléfonos de contacto para comunicarse con la parroquia son (011) 4963-1454 y 4963-8742.

 

Fuente: La Nacion