Se conmemoró otro aniversario de la muerte del Dr. Arturo Illia

Ante tantos insensibles y algo más mezclados en áreas de poder, llenos de resentimiento, soberbia y ambiciones desmedidas (no tengo preferencias políticas, no generalizo pero todo parecería más de lo mismo), mimetizados como salvadores de esta exprimida Nación, recordar al Dr. Illia estremece y llena el alma de tristeza.

Era muy joven y recuerdo que le dejaban tortugas en la Plaza de Mayo porque se burlaban de su lentitud.

Claro, los trepadores, vendidos, mediocres y envidiosos de siempre se sentían «insultados» en sus negras conciencias frente a un Presidente de la Nación honorable, sencillo, con un corazón inmenso que emanaba ética, que fue obligado a alejarse de la función pública pero dejando el mejor ejemplo (hoy olvidado por los pícaros).

Se retiró caminando y más pobre que cuando llegó.

Asombra comparar con actuales que viven en una burbuja de poder, indiferentes hacia el pueblo no influyente y damnificado, de espaldas a los decentes (no hacia sus grupos aduladores) y enriqueciéndose de manera visible día a día; pero el Dr. Illia era médico y como en su esencia estaba hacer el bien a sus semejantes nunca mostró intenciones -como varias pirañas conocidas- en perpetuarse en el poder.

Jactancia aparte, lo digo yo que pertenezco a una familia ilustre y patricia, habiendo aprendido desde la cuna el honor y el respeto por mi prójimo y por los hijos de la Naturaleza (los animales y las plantas), a brillar con luz propia, a tener palabra firme y nunca vulnerar derechos ajenos.

Hogar que jamás tuvo que vivir inclinándose con sumisión ante poderosos (salvo un momento en la Iglesia como profundos católicos), ni sometidos a patrones políticos; hogar de trabajo honesto donde me enseñaron a no ser influenciable y jamás sobornable.

Recuerdo que el Dr. Arturo Illia -tal vez nunca lo supo- tuvo la callada admiración de muchos hogares importantes de la época y hoy perdura en el recuerdo de numerosos descendientes de esas familias por haber sido (más allá de cualquier error involuntario) un Presidente con mayúscula,.

No como algunos descarados que buscarían el sometimiento, la destrucción, desintegración social y conducirían a sabiendas hacia destinos inciertos, inculcando rencor y odio en los jóvenes para que vivan en anarquía dentro de garantías de impunidad para cometer delitos y atropellos, inclinados a la vagancia, alcohol y las drogas.

Con el Dr. Arturo Illia se fue un prócer y nadie aún llegaría a los cordones de sus zapatos, además la bandera celeste y blanca la llevaba en el alma y la de género, símbolo de esta vencida Patria, flameaba orgullosa en la Casa Rosada (Casa de Gobierno en Capital Federal) y no era dejada ni un minuto durante las noches ni cuando llovía, mientras desde hace varios años es impunemente ofendida en edificios oficiales del Congreso, Plaza de Mayo y Tribunales.

Mojadas, arrugadas, y enroscadas los días de tormenta. Todas muy envejecidas en precarios mástiles en edificios públicos de la ciudad de Buenos Aires por desprotección y soportar noches frías, viento y fuertes lluvias.

Reitero, no tengo preferencias políticas, soy hijo de hogar patricio, descendiente directo de próceres nacionales, caciques indios y caudillos por lado paterno y de línea siciliana dura del lado de mi madre, es decir, una cruza en extinción de coraje, honor y nobleza.

Hago periodismo no comprometido, sin techos, y fiel a la verdad también debo decir que habría excepciones y es sincero mi respeto por investiduras, no pretendo herir finas sensibilidades y sólo expreso lo que considero una realidad.

Dios tenga en la gloria al EXCELENTÍSIMO Dr. Arturo Illia.

Fuente: Por Carlos Estrada para El Intransigente