Los padres llegan a los consultorios ante conductas obsesivas. Enfermedades que esconden otros trastornos mentales.
Cuando ayunar y vomitar se convierten en lema es cuando la obsesión por la delgadez pone en riesgo la salud. Trastornos alimentarios como la bulimia, anorexia y vigorexia preocupan a padres santiagueños, que acuden cada vez más a especialistas para tratar estas enfermedades que padecen sus hijos.
En Santiago son más los casos de mujeres adolescentes, que varones, los que se registran. «Aquí hay muy pocos casos de varones que sufren trastornos. Se da mucho más en las mujeres adolescentes, que es en la que cambia el cuerpo y comienzan a verse distintas. Lo que ven en el espejo no es lo que quieren ver. Son influenciados por la televisión o internet que imponen que la mujer tiene que ser linda, flaca, perfecta», explicó Matías Tresarrieu, licenciado en nutrición.
A su vez, la licenciada en psicología Lucrecia Ávila sostuvo que «estos trastornos tienen que ver con la influencia del grupo social, que es muy importante cuando el adolescente se está desarrollando. La estética tiene que ver con el ser incluido y en eso tienen mucha incidencia las publicidades y los modelos a seguir. De repente, seguir a ese modelo es necesario para ser aceptados y tener éxito». «Puede haber casos de varones, pero se vuelcan a otros trastornos, como la obsesión por comer sano o la vigorexia, que tienen que ver con la imagen corporal?, agregó.
En este sentido, lucir esbeltos y torneados se transforma una obsesión para los varones que pasan horas y horas en los gimnasios para que tener un cuerpo perfecto, mucho más en verano.
«No comen porque quieren estar flacas y después, cuando no soportan más, comen todo lo que encuentran, no miden cantidades, ni siquiera el horario. Después sienten culpa, vomitan o toman laxantes?, agregó Tresarrieu.
Si bien la mayoría de los casos se registra en la etapa de la adolescencia, los adultos no están exentos de caer en este tipo de trastornos. «Puede darse como producto del estrés o problemas familiares, por ejemplo; mientras que en los jóvenes es más por una cuestión de estética», resalta el nutricionista. Además asegura que para los más grandes «el fin no es adelgazar. No comen porque se sienten mal o trabaja más horas de la que tiene que deberían». Según advirtió son hábitos que pueden ser peligrosos si no se controlan.l
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