GALASSO Y ALTAMIRA FALSIFICAN LA HISTORIA

Por qué minimizan el papel de Abelardo Ramos en la creación de la Izquierda Nacional argentina. Respondiendo a la «primera carta» de Galasso, Altamira escribe: «Galasso aprovecha la ignorancia de su público para reivindicar un apoyo al 17 de octubre (de 1945), lo cual es cierto para el periódico ‘Frente Obrero’, pero donde no estaba Abelardo Ramos, el cual, en su revista ‘Octubre’ lo caracterizó, por el contrario, como una lucha interburguesa».

El propósito que persigue la mentira de Altamira es evidente: desligar a Ramos del gran acierto histórico que significó la correcta caracterización del peronismo en el momento en que éste surgía. Ya había intentado algo semejante Osvaldo Coggiola en su «Historia del Trotskismo Argentino» de 1985, donde denunciaba «la mitología politica de Ramos y su ‘izquierda nacional’, que pretende haber sido la única corriente de izquierda que no se ubicó en el campo de la unión democrática en 1945». ¿Por qué Altamira, Coggiola y el Partido Obrero están dispuestos a admitir que el mérito en la caracterización del 17 de Octubre y del peronismo recaiga en «Frente Obrero» pero no en la revista «Octubre»? Pues porque ésta última era publicada por Ramos, quien, a diferencia de los editores de «Frente Obrero», desempeñó un papel político activo en las décadas que siguieron a la irrupción peronista. En lugar de denunciar esta operación político-ideológica dirigida contra el socialismo de la Izquierda Nacional, Galasso la festeja: le recuerda a Altamira que fue él -Galasso- quien instaló la idea de que «la Izquierda Nacional (fue) iniciada por ‘Frente Obrero'» y no por Ramos y «Octubre». «Celebro que me leas y me sorprende gratamente», le dice complacido a su interlocutor.

La verdad es muy diferente de lo que cuentan Altamira, Coggiola y Galasso. Hacia 1945 había en la Argentina unas pocas decenas de militantes trotskistas; algunos eran jóvenes, y otros jovencísimos. En la lucha por establecer un contacto real con la clase obrera, se agrupaban, se distanciaban y se volvían a agrupar sin solución de continuidad. Honorio Díaz relata esta historia detalladamente en su libro «La cuestión nacional». El Grupo A que publicaba el periódico a’ se unía al Grupo B que publicaba el periódico b’ y juntos daban vida al Grupo AB que publicaba la revista ab’. Pero los disidentes del Grupo A se oponían a esa convergencia y publicaban el periódico aa’. A los pocos meses (si no semanas), el flamante Grupo AB dejaba de existir porque una parte del mismo confluía con el Grupo C, que estaba integrado por ex militantes del originario Grupo A… y así sucesivamente.

Pero el 17 de octubre de 1945 se inauguró de un nuevo período en la historia de la Argenina moderna, el cual se extendería por más de tres décadas: aparecían en escena la moderna clase obrera y el Frente Nacional (el peronismo) del cual ella formaba parte. Esto partió aguas definitivamente dentro de aquella primigenia y extravagante «familia» trotskista. Hubo quienes se integraron al peronismo (Esteban Rey); hubo quienes lo denunciaron como un movimiento enemigo de la clase obrera (Nahuel Moreno); y hubo quienes reivindicaron su significación progresiva brindándole apoyo pero sin renunciar a su propia identidad política, ideológica y organizativa. En esta última postura coincidieron las publicaciones «Frente Obrero», editada por Aurelio Narvaja y Enrique Rivera, entre otros, y «Octubre», que era una iniciativa de Abelardo Ramos y Mauricio Preeloker. El intento de Altamira y Galasso por establecer diferencias sustanciales entre ambas publicaciones es producto de una mala intención que combina errores fácticos (basta releer los textos publicados en ambas publicaciones para advertir que la caracterización del peronismo era análoga), y groseros errores metodológicos, sorprendentes en gente que se autoproclama «marxista».

CIENTIFICOS, POLICIAS Y PAPARAZZIS: La disputa por la paternidad de una idea o de un «descubrimiento» tiene una larga historia. En el terreno del socialismo, puede remontarse al propio Marx, cuya teoría de la plusvalía fue atribuida por los enemigos de Marx a un economista de apellido Rodbertus, a quien hoy casi nadie recuerda. En el año 1904 León Trotsky toma contacto con un economista llamado Parvus. Con el propósito de disminuir la significación histórica de Trotsky, se ha afirmado que la Teoría de la Revolución Permanente a la que él daría forma a partir de 1905, fue en realidad obra de Parvus.

En otros terrenos existen historias semejantes. Sabido es que la paternidad de la evolución por selección natural, planteada por Charles Darwin, ha sido disputada por otro naturalista llamado Alfred Wallace. Al médico Luis Pasteur se le ha señalado que sus publicaciones sobre el papel de los gérmenes tenían como antecedente los descubrimientos del malogrado Ignaz Semmelweis. De Freud se ha dicho que su método psicoanalítico se nutrió del trabajo del doctor Charcot. Y así podría seguirse indefinidamente: la metodologìa falsacionista, que lanzó en 1934 a la fama al filósofo Karl Popper, se encuentra anticipada en las investigaciones del fisiòlogo Claude Bernard. Hasta la cosmología heliocéntrica, obra del inmortal Nicolás Copérnico, puede encontrarse mil ochocientos años antes en los trabajos del olvidado filósofo Aristarco.
Más cercanamente, el ex montonero y ex funcionario menemista Ernesto Jauretche (indigno sobrino de su tío) afirma que las críticas de Rodolfo Walsh a la conducción de Firmenich fueron elaboradas también por él y por el ex embajador Diego Guelar.

Ahora bien, ¿qué prueban todos estos casos mencionados? ¿Acaso que muchos de los grandes personajes de la historia se han apropiado, en realidad, de méritos que no les correspondían por derecho propio? Tomemos el caso de Trotsky, por ejemplo: ¿por qué su nombre y no el de Parvus aparece asociado a la Teoría de la Revolución Permanente? Son muchas y variadas las respuestas que pueden proporcionarse. Pero reparemos en esto: ¿que importancia puede tener, para la historia del pensamiento socialista, detenerse a sopesar con exactitud la medida en la que Trotsky y Parvus han contribuido al planteo inicial de la Teoría de la Revolución Permanente? Si en vez de tomar como «unidad de investigación» la persona de Trotsky, o la de Parvus, tomamos la Teoría que ellos contribuyeron a crear, entonces la pregunta por la paternidad pierde importancia. De lo que se trata, fundamentalmente, es de elucidar de qué manera esa Teoría fue abriéndose camino, sinuosamente, a lo largo del proceso histórico, y no de determinar si a tal o a cual personaje corresponde el Premio Mayor de haberla «inventado». Naturalmente, las teorìas y las ideas no discurren a lo largo del tiempo por sí solas, sin un «soporte material» al cual asirse, sino que se encarnan en sujetos individuales o colectivos que son en definitiva quienes las expresan. Pero al investigador científico (al sociólogo, al historiador, al economista, etc.), a diferencia de los policías o de los paparazzis, le importarán más las teorías y las ideas que esos «soportes materiales».

¿Por qué razón, entonces, Altamira y Galasso -que supuestamente no son policías ni paparazzis- tienen tanto interés en dejar establecido que no fue Abelardo Ramos quien «inventó» la Izquierda Nacional, sino que él se apropió ilegítimamente de un «invento» que habían hecho otros (Aurelio Narvaja y «Frente Obrero» en este caso)? La respuesta es sencilla. Por la misma razón que hay quienes se empecinan en sostener que no fue Marx sino Rodbertus el «inventor» de la Teoría de la Plusvalía, o que no fue Trotsky sino que fue Parvus quien «inventó» la Teorìa de la Revolución Permanente: por razones de índole política y no de índole històrica; por razones que tienen que ver con el presente, y no con el pasado. Contraponerle Rodbertus a Marx, Parvus a Trotsky y Narvaja a Ramos, es una de las tantas maneras de atacar -oblicuamente en estos casos- la Teoría de la Plusvalía, la Teoría de la Revolución Permanente y la existencia misma de una Izquierda Nacional Militante.

REIVINDICAN A AURELIO NARVAJA PARA ATACAR A LA IZQUIERDA NACIONAL:En su reciente libro «Abelardo Ramos… La Izquierda Nacional en la Argentina», el historiador Alberto Regali aborda el tema de los orìgenes de la Izquierda Nacional con criterio más apropiado que el de Altamira y Galasso. Escribe: «El debate sobre cuál de los dos -Ramos o Narvaja- tuvo la paternidad sobre la ‘comprensión’ del peronismo, creemos que es una polémica estéril. Nada de fondo surge de los textos, aunque el primero admite la preeminencia del segundo, hasta por la edad. Ambos fueron personalidades que complementaron en la divergencia y la unidad de sus interpretaciones sobre los nuevos sucesos». Regali reproduce párrafos enteros de «Frente Obrero» y «Octubre» que revelan que son decididamente falsas las diferencias entre ambas publicaciones que Altamira y Galasso pretenden establecer. Al lector interesado en conocer estos textos le sugerimos que los consulte en la página web de la Izquierda Nacional: www.izquierdanacional.org

Tiene razón Regali: en el momento de producirse el 17 de Octubre, Ramos apenas tenía 24 años. Narvaja, por su parte, lo superaba en ocho años. Una diferencia de edad que servirìa para explicar la capacidad de liderazgo que los primeros «izquierdistas nacionales» reconocìan a Narvaja pero no a Ramos, que era coetáneo de todos ellos. Pero más importante que esto es lo siguiente: una idea o una teoría no quedan constituidas definitivamente en el momento de ser enunciadas por vez primera. Trotsky enunció por primera vez la Teoría de la Revolución Permanente en 1905, pero a lo largo de los años continuó perfeccionándola y robusteciéndola (en algunos puntos corrigiéndola) al contrastarla con los acontecimientos políticos.

Del mismo modo, la Izquierda Nacional no queda constituida de una vez para siempre en 1945, como parece creer Galasso. Ese año quedan establecidos, por así decir, sus primeros trazos (y hasta incluso podría detectarse más atrás, en algunos trabajos de Liborio Justo, una «proto-izquiqerda nacional»). Pero con sólo esos primeros trazos, la Izquierda Nacional no se habría convertido en una de las corrientes vivientes de la izquierda y de la política argentina en general. ¿Qué habría sido de la Izquierda Nacional si Ramos y sus compañeros hubiesen actuado como actuó Narvaja, que se refugió durante décadas en el silencio de la vida privada? Análogamente: ¿qué habría sido de la Teoría de la Revolución Permanente si Trotsky, tal como hizo Parvus, hubiera abandonado la actividad política al poco tiempo de enunciarla?.

En su libro contra Ramos y la Izquierda Nacional titulado «La Izquierda Nacional y el FIP», Galasso transmite la idea de que la Izquierda Nacional quedó constituida de una vez y para siempre, con toda su pureza inmaculada, cuando Narvaja publica en «Frente Obrero» el célebre artículo de 19/10/45. Todo lo que vino después fue la apropiación ilegítima por parte de Ramos de esa Izquierda Nacional virginal. Así como hay hombres que roban dinero, o que roban las mujeres de otros hombres, Ramos le habría robado a «Frente Obrero» el gran «invento» de Aurelio Narvaja. Y tal vez también haya robado algún dinero o alguna mujer, ¿por qué no? Coggiola escribe: «Sería un error decir que Ramos considera una organización política como existente cuando ésta suera los 30 militantes. Más bien debería pensarse que piensa tal cosa cuando su caja supera los 30 dineros». Tan sesgada es la interpretación de Galasso, que ante el hecho de que «Frente Obrero» dejó de aparecer mientras que «Octubre» siguió hacièndolo, ahora con la colaboraciòn de miitantes cercanos a Narvaja (como Enrique Rivera), él concluye insólitamente que hubo «un mayor acercamiento», no de «Frente Obrero» a Ramos , sino de Ramos a «Frente Obrero». Poco antes de morir en 1990, Narvaja publicó algunas notas en la revista «Amauta», que bajo la dirección de Honorio Díaz estaba inspirada por Ramos. ¿Dirá Galasso que Ramos volviò a «acercarse a Narvaja» en esta oportunidad? ¿O es muchísimo más sensato concluir que fue Narvaja quien se acercó a Ramos?.

Sea como fuere, si se considera a la Izquierda Nacional como una «idea-fuerza» lanzada a la política argentina en 1945, y si se siguiera su desenvolvimiento con marchas y contramarchas a lo largo de las décadas siguientes, no cabe duda que la figura de Abelardo Ramos adquiere una envergadura notablemente superior, tanto en el plano de la producciòn teórico-política como en el plano dela producciòn político-organizativa, a la de aquellos pioneros de «Frente Obrero». Llamar a Ramos «divulgador» y «deformador» de una Izquierda Nacional que habría aparecido ya terminadita, con envoltorio y todo, en un breve artículo de un periódico marginal de hace más de medio siglo, sólo puede expicarse por la inquina personal de un hombre que no repara ni ante la verdad histórica ni ante las prescripciones metodológicas más rigurosas que rigen el oficio de los historiadores.

Fuente: Por Horacio da Silva