Se pueden encontrar diferentes maneras para medir que Messi y Cristiano Ronaldo están marcando en el fútbol una época que los sitúa por encima del resto. La última vez que hubo un ganador del Balón de Oro que no fuera alguno de ellos dos fue en 2007, cuando Kaká comandó al Milan que goleó a Boca en la final del Mundial de Clubes. Pero ya por entonces, ambos acechaban un trono que se repartieron en los siete años siguientes: en aquella oportunidad, el portugués fue segundo y Leo, tercero. Ya empezaban a apurar goles, récords y partidos para el recuerdo.
Otra lectura que deja este duopolio es que no necesitó de los mundiales para establecerse en la cima. Son dos cracks eminentemente de clubes, hasta ahora sin poder trasladar las conquistas a sus seleccionados. A la hora de buscar motivos y justificaciones a sus premios, siempre se termina en sus producciones en Barcelona y Real Madrid. Cuando Messi recibió el Balón de Oro en 2010, postergó en el podio a sus compañeros Xavi e Iniesta, que venían de ser campeones mundiales con España. Es difícil competir contra la espectacularidad de Messi, pero un reconocimiento a alguno de los dos volantes del Barcelona habría hecho justicia con el estilo con que Guardiola revolucionó el fútbol de toque y elaboración, sintetizado en Xavi e Iniesta. Ahora, Neuer, un arquero que a los atributos históricos que requiere el puesto le añadió el aprendizaje moderno de la función de líbero con la pelota en los pies, se quedó en el tercer escalón. El título de hace un semestre con Alemania en Brasil no fue suficiente, tampoco el favoritismo de Platini y Maradona.
¿Messi y Cristiano son tan geniales como para que se relativice la deuda que mantienen con los mundiales, o será que los mundiales dejaron de ser referencia y paradigma en comparación con las competencias de clubes?
La situación plantea una paradoja y un debate: ¿Messi y Cristiano son tan geniales como para que se relativice la deuda que mantienen con los mundiales, o será que los mundiales dejaron de ser referencia y paradigma en comparación con las competencias de clubes?
Lo ocurrido en Brasil 2014 tuvo influencia para la votación del mejor técnico (el alemán Löw) y el mejor gol (el del colombiano James Rodríguez a Uruguay). Para Cristiano, el Mundial fue el pozo intermedio entre dos semestres que transitó por la autopista del gol. Una lesión en una rodilla ya lo había empezado a condicionar en el final de la temporada con Real Madrid y le impidió convertirse en el héroe que necesitaba un discreto Portugal para no ser eliminado en la primera rueda del Mundial.
La última vez que un Mundial alumbró un Balón de Oro fue en 2006, con Fabio Cannavaro, campeón con Italia. Una elección muy discutida, levantó sarpullido en muchos formadores de opinión. El mandato del Mundial para el Balón de Oro había tenido menos resistencia en 2002, con la designación del brasileño Ronaldo, que a sus grandes dotes de delantero le sumaba una historia de vida inspiradora: la del deportista que volvía a la élite después de que las operaciones en las rodillas lo tuvieran al borde del retiro. Y 1998 encumbró a Zidane, el talento de una Francia orgullosa de un modelo multirracial. Pero un mundial dejó de ser el metro patrón del fútbol desde el momento en que Messi y Cristiano convencieron a muchos de que hay otro sistema de medidas.
Fuente: La Nacion