El gobierno sigue perdiendo la pelea con los jueces federales

Berni, imputado por enriquecimiento ilícito. Abal Medina, sin revocación en una causa por desvío de fondos. El fiscal Gonella procesado por no investigar a Lázaro Báez. Crisis en la ex SIDE.
Por Sergio Crivelli
La presidenta Cristina Fernández empezó su último año de mandato enredada en una pelea con varios jueces federales en la que todas las semanas suma derrotas. No son golpes definitivos, sino escaramuzas que la debilitan al poner en evidencia su vulnerabilidad. Son políticamente inconvenientes y dibujan un horizonte de complicaciones para cuando vuelva al llano.

El enfrentamiento con el fuero federal no responde al esquema habitual del conflicto de poderes, ni del llamado «gobierno de los jueces». Es una lucha política, una disputa de poder, en la que la presidenta trató de debilitar a los jueces y estos le respondieron arrastrándola al terreno que les resulta más favorable: la investigación penal de hechos de corrupción.

Se trata de una confrontación sin antecedentes y atribuible a gruesos errores de estrategia. Primero, atacar a quienes investigan a sus funcionarios cuando su poder se extingue. Segundo, desafiar a quienes no puede remover. Tercero, confundir la pelea con los jueces con una pelea política común en la que polarizar puede siempre reportarle alguna ventaja. La creación de Justicia Legítima para kirchnerizar los tribunales, la persecución de jueces y fiscales no reclutables y las reformas judicial y procesal penal fueron construyendo un polvorín. Sumó equivocaciones de conducción y el tipo de atropello más peligroso: el que fracasa.

Además del escándalo y las sospechas que ya la salpican directamente, el mal manejo de la confrontación -el seguir sin comprender que no se puede manejar en el último año como lo hizo en los once anteriores- derivó en problemas gratuitos como la crisis que la llevó a descabezar la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE). Echó a dos hombres a los que su marido había confiado tan compleja gestión en 2003 -Icazuriaga y Larcher- y los reemplazó por un Oscar Parrilli sin ninguna experiencia en el ramo.

La decisión presidencial replicó un modelo «K» conocido y fracasado: el de no buscar soluciones reales sino atajos. Lo hizo, por ejemplo, con la policía: como desconfiaba de la Federal y de la Bonaerense, las reemplazó por la Gendarmería y la Prefectura. Resultado: la inseguridad es cada vez mayor. Con la ex SIDE hizo otro tanto. Como no confiaba en su conducción, reemplazó los espías de civil por los que capitanea el general Milani. Resultado: su nivel de información es el mismo de antes.

Tampoco mejoró su operación sobre el fuero federal -otra de las funciones de la SI- como los hechos demuestran cotidianamente. Acompañará a Parrilli el ex jefe de gabinete del ministro Julio Alak, Juan Martín Mena. Alak está imputado por decisiones tomadas cuando administraba Aerolíneas Argentinas. A esto hay que sumar que el referente de Justicia Legitima y camarista Alejandro Slokar, a quien se caracteriza como mentor de Mena, fracasó en el intento de ponerse al frente de la Cámara de Casación Penal. No parece razonable creer que el nuevo número dos de Parrilli está en el mejor bando para resolver los problemas judiciales del kirchnerismo.

Por lo contrario estos tienen chances de profundizarse por nuevos errores. Un caso ejemplar es el del reemplazo del juez subrogante con competencia electoral de La Plata por un secretario del juzgado. No sólo unió a la oposición en el pataleo, sino contravino un fallo de la Corte Suprema en la materia: no pueden subrogar juzgados quienes no tengan el acuerdo del Senado como es el caso del secretario kirchnerista. ¿Cuánto tardará la Corte Suprema en pronunciarse nuevamente contra el gobierno?

Una versión que corrió por las redacciones para explicar las razones del descabezamiento de la ex SIDE, fue que la presidenta ya no confiaba en Larcher. Más aún, que sospechaba que se había pasado al massismo. Coincida o no con la realidad, la versión refleja un hecho cierto: resultan cada vez más evidentes los realineamientos en el peronismo.

Lo único que cambió en ese terreno en las últimas semanas es que muchos de quienes buscan un lugar a la sombra del poder después de 2015 se acercan a Daniel Scioli. Hay incluso «camporistas» que ya no objetan al gobernador bonaerense y comienzan a verlo como un digno sucesor de la «década ganada». A esta altura todas las encuestas lo señalan como el único candidato competitivo del oficialismo y esa es una realidad que ni siquiera la presidenta estará en condiciones finalmente ignorar.

 

Fuente: www.laprensa.com.ar