Reabren las históricas galerías bajo el Obelisco

Unen Carlos Pellegrini y Cerrito debajo de la 9 de Julio y conectan con los subtes B, C y D. Tendrán aire acondicionado, más iluminación y un sector para la Policía Metropolitana. Allí funcionan 50 locales comerciales.

“Mirá cómo se desliza la persiana, apretando un solo botón. Ya no tengo que sacar las rejas ni hacer esfuerzo como antes… Es una maravilla, una verdadera maravilla”, le confiesa Antonia Studer a La Razón, mientras prueba las nuevas instalaciones de su local Mac Sandwiches, en la galería sur bajo el Obelisco. Enfrente, Porfiria Vázquez ultima detalles en Apolo XI, el comercio de compostura de calzado que fue inaugurado el 20 de julio de 1969, justo el día en que la nave homónima pisó la Luna. Para Mario Zamenfeld, el festejo es doble: celebra la reapertura de su negocio “Beatriz” (en honor a su esposa) y también su 72° cumpleaños.

Las historias se cuentan de a miles en los pasajes subterráneos de la 9 de Julio. Los 50 locales, los millones de usuarios, las épocas de esplendor del Centro, las crisis económicas, las discusiones cotidianas, el deterioro y ahora… la resurrección. Desde hoy, las tradicionales galerías que unen Cerrito y Carlos Pellegrini, y que conectan con los subtes B, C y D, reabrirán sus puertas tras permanecer tres meses en obra. Para los trabajadores in situ y pasajeros, las mejoras están a la vista: tendrán aire acondicionado en lugar del improvisado sistema de ventilación, espacios con Wi-Fi, más iluminación y nueva señalización. El próximo paso será la instalación de cámaras de seguridad, medida que se concretará en las próximas semanas.

Este último punto, el de la vigilancia, fue prioridad para la empresa estatal Subterráneos de Buenos Aires (Sbase). Alertados sobre los arrebatos que se registraban a diario, las autoridades dispusieron un sector para la Policía Metropolitana. No tendrá atención al público, pero se utilizará como base ante hechos delictivos. También habrá agentes privados y un “intendente”, que se ocupará del mantenimiento de los corredores y del buen funcionamiento de todas las instalaciones.

De los viejos pasillos casi no quedan rastros. Todo luce impecable, con un diseño similar al de los shoppings modernos pero con su esencia intacta. Los pisos gastados, que habían nacido con las galerías en los años 60, fueron reemplazados por otros de porcelanato claro; las paredes tuvieron su merecido revoque; y hasta los sanitarios fueron reformados para uso público. También hubo espacio para el arte: en el camino hacia los subtes, los usuarios se encontrarán con un mural de Nik y su entrañable Gaturro, y una megaobra de 35 metros de largo y 2.400 piezas cerámicas realizada por Manuel Ameztoy y Ernesto Arellano. Anoche, los comerciantes terminaban de colocar la mercadería en sus nuevas vidrieras, ya sin telarañas ni óxido en las bisagras. El clima era festivo, con las expectativas lógicas de volver a codearse con la gente luego de tres meses. “Valió la pena esperar tanto tiempo. Quedó mejor de lo que hubiéramos pensado”, admite Sebastián Fanuele, dueño de Tinta Roja, quien como el resto de los trabajadores recibió un subsidio de Sbase mientras su local estuvo cerrado. Ramón Parra, del local 23, comparte: “Quedamos muy satisfechos. Era necesario después de tanto abandono”. Anticuarios, lustrabotas, peluqueros, coleccionistas, relojeros, costureras, todos dieron su visto bueno ante la primera reforma integral en más de 50 años. Así es: la galería Obelisco norte, también conocida como Juan De Garay, fue construida en 1949, pero recién se abrió al público diez años después. En cambio, la Obelisco sur o pasaje Pedro de Mendoza no pudo ser habilitada hasta 1964. Hoy, la historia vuelve a escribirse.

Fuente: La Razón