Saja cumplió su sueño y seriamente pensó en irse lleno de gloria. Pero el amor del plantel, la idolatría de su hijo y la Copa lo tiran para atrás. Hay Chino para rato…
El sueño era demasiado grande. Casi impalpable. Intocable. A los 35 años, Sebastián Saja veía a este Torneo 2014 como la frutilla de un postre exquisito, un manjar exclusivo para reyes. Más que para él, un tipo curtido con golpes y caricias sobre el lomo, el broche de oro de su carrera iba a ser dedicado a Mateo. Uno de sus hijos, el más fanático del fútbol y de Racing, soñaba con ver a su papá campeón con la Academia. Le rogaba día a día. Le preguntaba cuánto faltaba para festejar. Se volvía loco con los goles de Bou y horas antes se sentaba en su platea para disfrutar del ambiente laboral de su padre. Ya con poca nafta en el tanque, el Chino puso las manos por él, por ese chiquitín que en los festejos post campeonato apareció en el Cilindro con la camiseta número 10, unos botines flúo y no paró de corretear con el hijo de Milito. Se bancó críticas, algunas banderas de dudosa procedencia, y trabajó como un animal, fiel a su estilo, para volver a ser el de siempre.
Con el sueño cumplido, claro, las dudas del arquero ahora comenzaron a picotear su cabeza. ¿El regalo perfecto para cerrar una carrera con una reliquia que pocos obtienen o ir por más y redoblar la apuesta? Olé , un par de semanas antes de hacerse público, ya sabía que el arquero no tenía muy en claro su futuro. Más allá de tener más de un sondeo de Estados Unidos y un interés del Querétaro mexicano, uno de los líderes del equipo se iba a apoyar en la sugerencia de su familia, amigos y compañeros antes de tomar una decisión. Ser campeón con la Academia, a su edad, era un techo infinito, la nada misma después de un todo maravilloso plagado de éxtasis.
Este mismo diario, al tanto de la situación, le advirtió al Chino la inminente aparición en la Copa Libertadores en caso de cumplir el objetivo y, tan sorprendido como distraído, el bichito le picó casi al instante. “No había pensado en eso, sería hermoso”, dijo cuando el equipo aún era escolta de River. Ayer, con el título bajo el brazo, el subcapitán volvió a comunicarse en exclusiva con el diario para dejar en claro su posición de cara a lo que viene. “Jugar la Libertadores con Racing no tiene precio. Ojalá que pueda cumplir también este sueño”, contó el arquero mientras viajaba a Brandsen. Su deseo, entonces, encuentra adeptos en todo el mundo Racing y también en el tesoro de su familia.
Figura en las últimas fechas del campeonato, Saja tiene contrato hasta junio de 2016 y, más allá de la vigencia que muestra día a día, la presión pública que ya le metieron sus compañeros y los hinchas, que lo ovacionaron sólo por detrás de Milito, es un factor tan determinante como la alegría de su hijo al verlo cada domingo en el Cilindro. Al volver de sus vacaciones, entonces, el Chino comenzará a trabajar en un objetivo inimaginable: la Copa Libertadores.
Amado por el penal que le atajó a Quilmes, la volada ante Central y sus partidos con el arco en cero, en Avellaneda preparan el candado. No te vas…
Fuente: Olé