El primer ministro llamó a elecciones anticipadas para revalidar su plan de estímulo a la economía; el país necesita que los precios vuelvan a subir para reactivar el consumo
economía de Japón necesita volver a creer urgentemente en la inflación y el consumo privado para retomar la senda del crecimiento, que le ha sido esquiva durante las últimas dos décadas. El primer ministro Shinzo Abe conovocó a elecciones anticipadas para plebiscitar su plan de estímulo y hoy logró un apoyo contundente en las urnas.
El mandato de Abe terminaría en 2016, pero al proponer ajustes económicos mucho más agresivos -en concreto, incremento del gasto público y una política monetaria más laxa- creyó necesario un referedum.
El PBI de Japón volvió a mostrar señales de debilidad en la primera mitad del año. En el primer trimestre reflejó una caída del 0,2% internual, en el segundo empeoró a -1,2%, mientras que los datos preliminares del tercer trimestre ya muestran una baja del 1,9%.
La explicación de la caída radica en la baja del consumo privado, que acumula una baja del -5%, luego de que en abril pasado el gobierno implementara una suba del IVA (acordada por el parlamento en 2012) del 5 al 8 por ciento.
Así Abe debió dejar sin efecto la segunda suba programa del Impuesto al Valor Agregado que se aplicaría en octubre del 2015 para llevarlo al 10%. Su efecto sería todavía más recesivo, aunque las cuentas públicas sufrirán. El déficit fiscal de Tokio es poco más del 8% de su PBI, el gobierno necesita recaudar más, pero en este caso una suba de tributos implicaría menor recaudación por la caída en el consumo.
El renovado gobierno japonés cree que es momento de renovar los estímulos fiscales con medidas heterodoxas, que por lo general no han encontrado piso en el espíritu conservador de la política económica japonesa de los últimos treinta años.
Durante su campaña, Abe prometió que una mayor devaluación del yen e incentivos fiscales mejorararían los balances de las empresas y esto se traduciría en mejores salarios, más gastos y el fin del drama que arrastró Japón desde 1996: la caída sostenida de los precios.
Por otra parte, el gobierno japonés advirtió que prestará más atención a la situación de las Pymes y los hogares, dado que la depreciación de la moneda ha encarecido considerablemente a las importaciones (principalmente a la energía).
Con la llegada de Abe al poder instrumentó un ambicioso plan económico, que rápidamente la prensa llamó «Abenomics». Los principales lineamientos fueron devaluan 30% al yen, emitir más dinero para duplicar la base monetaria, instrumentar un plan de inversión pública con vista al 2018 y nuevas políticas de estímulos sectoriales.
Como resultado, la inflación se ubicó por encima del 3% anual, pero ahora el nuevo desafío será mantener el alza de precios pero con crecimiento del PBI.
EL PROBLEMA HISTÓRICO DE LA CAÍDA DE PRECIOS
Durante la década del ’80 Japón fue una de las economías mejor ponderadas del mundo: mientras deslumbraba al mundo con avances tecnológicos había quienes creían que llegaría a superar en tamaño a los Estados Unidos. La crisis comenzó a gestarse con una burbuja financiera e inmobiliaria que se gestó entre 1985 y 1989.
En 1990 estalló la burbuja, que había llevado los precio de los acciones y de las propiedades hasta un extremo insoportable. Al mismo tiempo se disparó el déficit público y la deuda externa mientras la economía permaneció estancada por más de diez años.
En los últimos quince años cayeron los niveles de demanda de los consumidores japoneses, al tiempo que la oferta de bienes fue abundate: esto conjunto a una baja sostenida de todos los precios. Este efecto ha postergado las decisiones de compra. Los consumidores comenzaron a preguntarse «¿para qué comprar ahora si una casa o un auto si en seis meses estará más barato?». La respuesta a esta pregunta, sumada a las expectativas, condujo a un espiral deflacionario.
Entre 1997 y 2005 los precios cayeron 2,6% en Japón, la mayor baja desde la Depresión de la década del ’30. Esta situación condujo a las empresas a reducir sus niveles de inversión y, en consecuencia, se redujeron los salarios y creció el desempleo. Los más favorecidos fueron los sectores más ricos y los jubilados, quienes gradualmente incrementaron su poder adquisitivo.
Dicho bien puede explicarse a través de la curva de Phillips , el desarrollo teórico del economista neozelandés William Phillips, que muestra una correlación negativa entre la tasas de desempleo y la de inflación.
Ahora, el camino de actualización de precios que encaró Abe comenzó a revertir las tendencias negativas en materia de empleo. No obstante, el plan Abenomics ha elevado algunas voces críticas de los sectores más ortodoxos de Japón, que sostienen el plan de estímulo económico debe estar combinado con una estrategia de largo plazo para así subir los horizontes de gasto en inversión y salarios de las empresas
Fuente: La Nacion