Mendoza y telefónicas, dos marcas de los límites del peronismo a Cristina

La Presidenta no logró boicotear la cumbre de gobernadores. Tampoco pudo evitar cambios a la ley de telecomunicaciones.

 El declive del poder presidencial es un proceso inexorable que hasta ahora Cristina viene disimulando con maestría de profesional. Sin embargo, la fuerza de las cosas no está de su lado. Su mandato expira en poco más de un año y un nuevo líder la reemplazará en el ejercicio del poder.

El lunes pasado el peronismo se concentró en Mendoza con la excusa de festejar el Día del Militante, pero con la intención real de empezar a transparentar una decisión que ya es mayoría: El candidato en el 2015 será Daniel Scioli. Se trata del desafío fundamental al poder de Cristina que muchos de sus más acérrimos opositores no logran calibrar en toda su magnitud.

Cristina sí entendió que una foto de todos los gobernadores peronistas rodeando a Scioli, en el mismo momento que ella quedaba doblemente relegada –porque no es opción electoral y por su enfermedad que la obligaba a ausentarse-, era un desafío intolerable, que acaso los medios pueden no registrar, pero sus compañeros de partido sin duda lo harán.

Hubo llamados directos de la Presidenta para desactivar la presencia de gobernadores, como ocurrió con tres de los más cercanos a Scioli, como el riojano Luis Beder Herrera, el tucumano José Alperovich y el sanjuanino José Luis Gioja. La presión debe haber sido límite para que no vaya el sanjuanino, decano de los gobernadores y muy cercano a Juan Carlos Mazzón, armador clave del acto, que no casualmente se realizó en su tierra natal.

Al mismo tiempo, Máximo armó un mini acto de apuro en Santa Cruz y ordenó que lo encabezaran Wado de Pedro y Florencio Randazzo, que estaba invitado a Mendoza. No fueron los únicos a quienes bajaron prácticamente del avión.

Mayor fue el papelón del entrerriano Sergio Urribarri que hasta prácticamente horas antes del acto estuvo en Mendoza supervisando las pegatinas de sus nuevos afiches en los que ya sin bigote, luce su renovada imagen de galán maduro. Fue otro de los que sin escalas fue trasladado al local de Luis D´Elía en Plaza Once para que celebrara con los camporistas “El Cuervo” Larroque y el José Ottavis. Así de impiadoso es el kirchnerismo con los leales.

Pero el dato nuevo no son los arranques de Cristina y su círculo de obedientes. La novedad es que pese a esta enorme presión el mendocino Paco Pérez mantuvo el acto y cinco gobernadores asistieron sin despeinarse.

La escenografía no pudo ser más explícita, en el centro de la larga mesa de gobernadores y autoridades partidarias se ubicó a Scioli. Y frente a ellos, en el centro del estadio una importante y compacta multitud naranja monopolizaba las cámaras.

Un gobernador de los más kirchneristas que se pueda encontrar explicó a LPO el estado de situación. “Si me preguntan a quien voy a apoyar para el 2015, digo que al que me diga Cristina”, y tras una sonrisa pícara agregó: “Esto es lo que tengo que decir ahora, pero la realidad es que en el peronismo gobernadores e intendentes se dividen entre los que ya se pronunciaron por Scioli y los que están esperando el momento oportuno para hacerlo”.

Algo parecido le explicó Miguel Angel Pichetto a un pequeño grupo de exaltados kirchneristas que lo increpó en el congreso de “Responsabilidad Social” –no es un chiste-, que la mujer de Julio de Vido organizó en La Rural. Cuando le reprocharon su sciolismo explícito, el temperamental jefe de bloque saltó como un resorte del huevito blanco en el que estaba sentado y empezó a argumentar.

“Escuchame querido, yo quiero ser gobernador de Río Negro y en mi provincia Scioli mide 30 puntos y Massa 20, ¿Qué querés, que me vaya con Massa?”, provocó vidrioso, para agregar: “La única manera real de darle continuidad a este proceso, al menos en mi provincia, es con Scioli”, remató.

Y ese es el drama de Cristina. El juego de disimular que la Reina empieza a perder prendas, es cada vez más trabajoso de sostener y algunos ya directamente no tienen ganas de hacer el esfuerzo.

Es el caso del propio Pichetto que ensayó en el Senado una rebeldía frente a la indigerible ley de telecomunicaciones que le envió la Casa Rosada, con una novedad: Esta vez no reculó. Por el contrario, fue la Casa Rosada la que tuvo que modificar aspectos centrales del proyecto para que la norma pasara por el bloque.

Se trató de un cambio de época. De esos que como las cargas de profundidad inicialmente pasan desapercibidos, entre estruendos más coloridos pero también más intrascendentes, como los haikus de Lilita Carrió.

De hecho, fue tan grande el impacto de este retroceso en el Gobierno que había sellado un pacto con la telefónicas, que una vez modificado en aspectos centrales por los senadores peronistas, ahora la ley entró en zona de zozobra.

Pero acaso más revelador sea escuchar las argumentaciones de los que todavía se pliegan a los caprichos de Cristina y su hijo: “Me prometieron que me van a poner en la lista cuando llegue la negociación con Scioli”, argumentan.

Es decir, aquellos con menos peso político, se apalancan en Cristina para cerrar con Scioli en mejores condiciones que si los tomaran por su valor real. La Presidenta como gestora de un pase que al final del camino acumulará para aquel que viene a reemplazarla. Perversidad espléndida de la política, que siempre encuentra la manera de ajustar cuentas hasta con los egos más exuberantes.