En estos momentos, un módulo espacial lanzado por el hombre se encuentra sobre la superficie de un cometa de cuatro kilómetros de diámetro que viaja a 66 mil kilómetros por hora; la roca estelar continúa en el camino de su órbita solar, de un periodo de seis años, entre la Tierra y Júpiter.
El cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko viene de regreso a la parte interna del Sistema Solar con su pequeño pasajero terrícola llamado Philae, que ayer descendió, en una operación de siete horas, de Rosetta, su nave compañera con la que ha viajado una década para alcanzar este momento. Ambos atraviesan ahora la constelación de Sagitario, entre las órbitas de Marte y Júpiter, a más de 500 millones de kilómetros, seguidos de Rosetta que los orbita.
“¡He llegado! Mi nueva dirección: 67P!”, “tuiteó” (su equipo en Tierra) poco después de confirmarse que el módulo había descendido a lo largo de 22 kilómetros hasta posarse sobre el cometa, a las 16:03 GMT (10:03 de México, tiempo del Centro). “Estoy en la superficie, pero mis arpones no se dispararon. Mi equipo trabaja duro para saber por qué”, tuiteó una hora después, cuando la Agencia Espacial Europea (a cargo de la misión) informó que el módulo no había logrado sujetarse como se esperaba.
Poco después, Stephan Ulamec, director de la misión Philae, anunció que esto habría provocado que el módulo rebotara de la superficie al posarse en el 67P. “Quizá no aterrizamos una vez sino dos”, dijo en conferencia. La agencia espacial refirió que hoy daría un nuevo estatus de la misión.
Como haya sido, Philae se encuentra ya abordo y, si todo funciona correctamente, los científicos de la ESA comenzarán a probar el grueso de sus 10 instrumentos de investigación, en uno de los cuales (Sesame) colabora el mexicano Alberto Flandes, investigador de la UNAM.
Ulamec apuntó además que el logro obtenido ayer alivia de manera importante a los científicos de la misión, y que en breve los investigadores conocerán dónde y cómo aterrizó Philae. “Será entonces cuando comencemos a obtener cuanta ciencia podamos de este mundo fascinante”.
SIGUIENTE OBJETIVO. Lo cierto es que la ambiciosa misión ya es un hito de la exploración espacial del hombre, refirió Jean-Jacques Dordain, director de la ESA. “Rosetta ha asegurado su lugar en los libros de historia, no sólo por su acercamiento al cometa, sino por ser además la primera en descender un módulo en su superficie”.
Los datos recabados por el módulo serán analizados por los investigadores a lo largo del próximo año, en la búsqueda de información que permita comprender mejor el origen y evolución del Sistema Solar y, principalmente, saber el papel que pudieron jugar los cometas al traer consigo agua a la Tierra, lo que habría repercutido en la proliferación de la vida.
“Después de más de 10 años viajando a través del espacio –dijo ayer Álvaro Jiménez, director de Ciencia y exploración robótica de la agencia– ahora hacemos mejor que nunca un análisis científico de uno de los remanentes más viejos de nuestro Sistema Solar”.
El trabajo de Philae y su equipo será arduo en tanto funcione, quizá algunas semanas o tal vez más, hasta cuando alcance una etapa extendida de la misión, en marzo de 2015. En tanto, Rosetta tiene mayores expectativas de supervivencia y se prevé que podría acompañar al cometa sin problemas hasta finales de 2015, cuando finalizaría la misión, para conocer su evolución conforme se calienta y acerca al Sol. No obstante, la vida del módulo a bordo del 67P es incierta.
SECRETOS REVELADOS. Poco después de liberar a Philae, Rosetta captó una imagen de ésta en medio del vacío espacial, rumbo al cometa 67P. A su vez, el módulo tomó las primeras imágenes de la roca y su lugar de aterrizaje: Agilkia, sitio que toma su nombre de una isla en el Río Nilo, al sur de Egipto, y se une a la pléyade de nombres que la misión espacial ha tomado de la milenaria civilización. A continuación, las referencias.
Agilkia en la Tierra hospeda hoy en día al Templo de Isis del Antiguo Egipto, que se encontraba en la isla Philae; no obstante la construcción de la presa de Asuán provocó que se sumergiera, por lo que la Unesco logró el cambio de locación.
La analogía de la misión de la ESA con el Antiguo Egipto inicia así: En 1799, un destacamento militar francés, bajo las órdenes del oficial Pierre-François Bouchard, desenterró una antigua fortaleza egipcia en Rashid (Rosetta), en la costa norte de Egipto. Un soldado descubrió la llamada piedra Rosetta, un bloque de piedra granítica de unos 760 kilos, en la que aparecían tres tipos de escritura: jeroglíficos egipcios, demótico –la última fase de la escritura egipcia— y griego, una lengua hablada y escrita en Egipto desde época helenística. Eran versiones de un mismo texto, que posteriormente fueron clave para decodificar los jeroglíficos egipcios.
Philae corresponde al nombre de otra isla en el Nilo, donde se halló un obelisco que proporcionó información para la traducción, por primera vez, de las palabras “Tolomeo” y “Cleopatra”, y otras referencias que permitieron al historiador Jean-Francois Champollion descifrar finalmente los jeroglíficos egipcios.
Al igual que la piedra Rosetta y el obelisco de Philae, el robot y nave que viajan con el cometa 67P buscan proporcionarle a los científicos pistas de cómo se formó el Sistema Solar, puesto que estas rocas de hielo y polvo se generaron al mismo tiempo que nuestros los planetas. Así como esos fragmentos de historia egipcia abrieron el entendimiento del hombre hacia la antigua civilización, los científicos ahora esperan develar los misterios los ladrillos más antiguos del Sistema Solar: los cometas.
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