El viernes de la semana pasada, el operador en las sombras número uno de la UCR, Enrique “Coti” Nosiglia, comentó en una reunión de dirigentes radicales que en las últimas tres semanas se produjo un nuevo giro en la cúpula del centenario partido. La escasa repercusión obtenida por el lanzamiento de la candidatura presidencial de Ernesto Sanz coincidió con el agravamiento de las fisuras dentro de UNEN y de la propia UCR, donde no habría acuerdo acerca de cómo coordinar las alianzas provinciales con el PRO y el Frente Renovador. Este desaliento de la dirigencia, según Nosiglia, estaría inclinando otra vez la balanza a favor de un acuerdo con el macrismo para la elección presidencial, que pasaría en primer lugar por acordar un compañero de fórmula de la UCR para Macri (¿Ernesto Sanz?). El mismo tipo de acuerdo no sería posible con Massa, porque significaría de algún modo asociarse para gobernar con un sector del peronismo.
Estos pronósticos de Nosiglia y otros estarían impactando profundamente en el entorno de CFK y el sciolismo. No es un secreto que, hasta hace poco, el plan central del cristinismo era ir a una segunda vuelta con Macri que, al volcarse los votos independientes a favor del no peronismo, terminaría con el triunfo de éste. Cristina podría conservar así cierto control sobre el PJ, que quedaría debilitado por el retorno victorioso del antiperonismo. Pero en las últimas semanas, ciertos hechos estarían provocando serias dudas en la presidente, según reconocen algunos dirigentes de La Cámpora que la visitaron en el Sanatorio Otamendi durante su reciente internación. CFK estaría golpeada por la magnitud de las investigaciones sobre la ruta del dinero K que impulsa Paul Singer en los EE.UU. Al avance sobre la red de firmas que tendrían como terminal a Lázaro Báez se le sumarían ahora hechos nuevos, como que el Banco Nación quedó envuelto en un caso de lavado de dinero en la ciudad estadounidense de Nueva York, informó ayer el diario The Wall Street Journal. El presunto esquema de corrupción investigado tiene como centro a una casa de cambio argentina, La Moneta, que operaba en Nueva York a través del banco estatal. Según el artículo firmado por Ryan Tracy, la sucursal de Park Avenue del Banco de la Nación Argentina procesó más de 20.000 cheques entre 2005 y 2012 para ese cliente que, según una demanda presentada en el año pasado en la Corte Distrital de Estados Unidos por la Fiscalía de Montana, manejaba fondos ilícitos.
A esto se le sumaría el avance, prácticamente imparable, de los republicanos, que acaban de ganar las legislativas y que controlarán a partir de enero el Congreso, haciendo valer su critica a los regímenes bolivarianos, entre los cuales ubican al kirchnerismo. Convencida de que ella y su círculo serán objeto de una gran ofensiva político-judicial motorizada desde el exterior, la presidente empezaría a preocuparse de quedar muy mal posicionada en el peronismo si éste la considera la autora principal de la derrota electoral del PJ. En otras palabras, que si Macri doblega en las urnas al Frente para la Victoria, la dirigencia peronista podría castigar a Cristina como culpable del desastre, quitándole toda solidaridad ante las acusaciones por corrupción. En otras palabras, dejándola sola y acusándola de haber montado un esquema para entregarle el poder a Macri.
Esta nueva situación estaría siendo aprovechada por Daniel Scioli, ahora aliado de La Cámpora, que estaría planteando que el cristinismo sólo podría contar con el apoyo político del peronismo a la sombra de su triunfo presidencial. En este caso -y sobre todo si CFK tiene un papel sobrio durante la campaña- ella podría adjudicarse el rol de haber hecho posible un nuevo gobierno peronista, lo que dejaría a Scioli y a los gobernadores en deuda con ella.
La incógnita del 10 por ciento
El problema -y vaya si lo es- es que los consultores que trabajan para la Casa Rosada coinciden en que la única chance seria de Scioli de suceder a CFK sería ganar en primera vuelta. Esto es, alcanzar el 40% de los votos con el 10% de diferencia con relación al segundo. Por el contrario, ir a una segunda vuelta contra Massa o Macri crearía las condiciones para que los votantes del que resulte excluido en la primera vuelta se vuelquen mayoritariamente hacia el otro, más una cuota de votos radicales y progresistas anti-K. Desde este análisis es que se abre paso en el entorno de la presidente la opción de jugar todas las cartas al triunfo de Scioli, planteando una campaña donde el mismo se daría gracias a los éxitos de los dos períodos de gobierno de Cristina. Los cálculos más optimistas de los encuestadores del gobierno señalan que el FpV, haciendo una elección medianamente exitosa en el primer y segundo cordón del Gran Buenos Aires y manteniendo su ventaja en la mayor parte de las provincias chicas, estaría muy cerca del 40% en la primera vuelta. El mayor problema sería obtener el 10% de diferencia. En este punto, la clave de la estrategia oficial sería conseguir que Massa y Macri estén a no más de 5 puntos de diferencia. De este modo, ninguno de los dos alcanzaría a superar el 30%. Un número que a Massa le sobra en Buenos Aires, pero que estaría lejos de alcanzar en Córdoba, Mendoza, Santa Fe y Capital.
A todo esto, el diálogo entre Scioli y CFK seguiría siendo escaso y lleno de desconfianzas, pero hay hechos que hablan por sí solos. Por ejemplo, no sólo los miembros de la conducción de La Cámpora sino hasta dirigentes que atacaron sistemáticamente a Scioli hasta hace no mucho, como Carlos Kunkel, Diana Conti, Emilio Pérsico y Fernando “Chino” Navarro, ahora se reúnen a trabajar con el equipo de campaña de la ola naranja. En el entorno de Scioli se escuchan, a todo esto, frases que son difíciles de digerir en Olivos. “Todo lo que necesitamos es que Cristina se cruce de brazos y deje hacer”, definió días atrás uno de los que gerencian la campaña del gobernador.
Carlos Tórtora/informadorpublico.com