Genio del fútbol Mundial

Messi se puso un smoking para la ocasión: se llevó el Balón de Oro FIFA, el Oscar al mejor futbolista del mundo. Les ganó a los campeones Iniesta y Xavi. ¡El número uno es argentino!

Ahora cuestionale que no le queda bien el smoking. Reclamale que se apoya en el estrado como si fuera una barra de un bar rosarino. O que en su corto discurso no deja escuchar ninguna ese. De fútbol, por más contra que seas, ya no le podés reprochar nada…

No metió el gol para ser campeón del mundo en el minuto 116 de la final que vio Mandela. No es el cráneo de la España que dejará su huella. El, Lionel Messi, ni siquiera pudo hacer catarsis con un grito en Sudáfrica, de donde se volvió 0-4 con Alemania el día que Schweinsteiger pareció Beckenbauer… Pero la FIFA y la revista France Football, porque ahora el premio se unificó, no le reclaman que aún no logró ser tan grande en la Selección. Lo quieren como es. Con los 58 goles en Barcelona, un récord, como la cuota de brillo del equipo más lujoso del planeta.

Pese a todo, cuando un diario italiano había anunciado que el ganador era Iniesta o Wikipedia ya le había sumado el premio a Xavi, Guardiola, el DT que lo hizo mejor todavía a Messi, abrió el sobre y the winner is… el argentino. El 22,65% de los votos fueron para él, el 17,36% para Iniesta y el 16,48 para Xavi (se votan a tres jugadores y se le asigna un valor según el orden de aparición). Messi, entonces, dejó sin Balón de Oro a España, como grita el diario Marca. Se lo sacó, sí, pero no se los robó. En un premio a uno, el uno es Lionel.

Aunque no haya ganado un Mundial, Messi a los 23 años es un Maradona. Se llevó el Balón por segunda vez consecutiva. Y fue Diego quien dijo, cuando ni entrenadores de selecciones, capitanes ni algunos periodistas especializados habían votado para este premio, que “Lío está jugando un fulbito con Jesucristo”. Podés no creer en Dios, aunque ya resulta raro no confiar en Messi. No saber el puesto de un futbolista le resta mérito. Uno de los mejores atributos de la Pulga, en cambio, es que no se sabe de qué juega. Era extremo por derecha, para encarar con pierna cambiada y hacerle un nudo al marcador zurdo; después se hizo 9; fue enganche; y en el Mundial, un desperdicio, en el último juego pareció un doble 5 que buscaba la pelota al lado del solitario Masche. Messi juega de Messi.

Sus padres, presentes en Zurich, contaron ese orgullo. Ginóbili lo felicitó con la modernidad del Twitter. Igual que Kaká. Grondona festejó vengativo por la radio. Aunque tal vez el elogio más apropiado haya sido de Del Bosque, técnico del campeón del mundo, uno de los que lo votó al igual que La Volpe (fue el único DT argentino, porque cuentan que las planillas de Batista y Mascherano llegaron dos días tarde; y Bielsa y Martino no opinaron). “Es como si jugase en la calle dribbleando todo”, dijo el Bigotón español. Leo gambeteó desde que era chiquitito. Hasta tuvo que hacerle el “ooossso” a una enfermedad que le prohibía crecer, un contrasentido. Debió escaparle al desarraigo al irse a los 13 años a Barcelona, más lujosa que Rosario, sí, pero donde no se toma una Coca con amigos en un cordón. Allá eso no existe. Existe Messi, el único que puede hacerles menos amarga la derrota de los dos españoles (salvo al desilusionado Casillas). Ojalá ellos no caigan en el argentinismo de creer que el segundo y el tercero son dos perdedores. Messi era el mejor aun perdiendo.

Pero hasta se sorprendió él mismo y ganó el premio que alguna vez fue de Cruyff, Rummenigge y Platini. El que no pudieron tener Diego ni Romario porque hasta el 95 era sólo para europeos. Vendría a ser como el Oscar al mejor futbolista. Cuestionale que no tenía que ir de smoking…

Fuente: Olé