El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, admitió este sábado que las acciones llevadas a cabo hasta ahora contra el Estado Islámico (EI) no son suficientes para acabar con esta amenaza yihadista, convertida ahora en el principal reto en materia bélica para la Casa Blanca. El jefe de la diplomacia estadounidense recalcó durante su visita a El Cairo que “el único camino es la coalición internacional” y anunció que había obtenido el respaldo para sumarse a ella tanto del presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, como del secretario general de la Liga Árabe, Nabil al Arabi, con los que estuvo reunido.
En rueda de prensa junto a su homólogo egipcio, Sameh Sukry, Kerry afirmó que “el Estado Islámico comete acciones brutales en nombre del islam, pero su actividad no tiene nada que ver con el islam”. “En esta visita por el mundo árabe, hemos encontrado un claro rechazo tanto de los líderes políticos, como de los líderes religiosos”, agregó el secretario de Estado estadounidense, que trata de sumar a su causa a los suníes moderados, al tiempo que intenta apartar de las mezquitas a quienes emiten mensajes que puedan calar en los yihadistas.
Después de su cita con Al Sisi, Kerry destacó el papel que Egipto ha jugado desde “la primera línea para combatir el terrorismo, especialmente desde la península del Sinaí”. “No hay diferencias entre el terrorismo de Egipto o fuera, porque ambos son nuestro objetivo”, añadió, en un gesto de apoyo al Gobierno del país árabe.
Egipto acordó ya el pasado jueves en la ciudad saudí de Yeda sumarse a la coalición liderada por Estados Unidos, pero hasta ahora no sólo no ha detallado cuál será su grado de implicación, sino que los medios locales apuntan a que no habrá envío de tropas ni cooperación militar. “No sería lógico para nosotros movilizar nuestros recursos para derrotar al Estado Islámico mientras esos recursos son necesarios para Egipto dentro de un batalla interna contra un objetivo común en nuestro territorio”, dijo el canciller egipcio, al término de esa cumbre. En ese sentido, Kerry afirmó hoy que también harán falta medios para impedir la financiación de los terroristas y colaboración para impedir el flujo de milicianos a Irak y Siria.
Desde el derrocamiento de Mohamed Morsi en julio del año pasado, el nuevo régimen egipcio ha destinado todas sus fuerzas a eliminar a los Hermanos Musulmanes, considerados organización terrorista, mientras se enfrentan a un incremento del terrorismo yihadista con fuerte arraigo en la península del Sinaí. Tras un primer roce diplomático, Washington congeló parte de los cerca de 1.000 millones de euros que destina anualmente al ejército egipcio. Pero en los últimos meses, la Casa Blanca ha vuelto a tirar de pragmatismo para reanudar la ayuda económica y aprobar el envío de 10 helicópteros Apache a su socio árabe.
El Gobierno de Abdelfatá al Sisi se presenta ahora como un azote contra los islamistas en la región. Pero parece más implicado en todo lo que tenga influencia de fronteras hacia dentro. Al margen de su campaña interna contra el terrorismo, El Cairo ha tratado en las últimas semanas de impulsar una iniciativa en el seno de la Liga Árabe para desarmar a las milicias islamistas libias que han puesto en jaque a las autoridades del país y que operan a sólo unos kilómetros de la frontera egipcia. La eventual caída de Bachar el Asad en Siria podría inquietar también a Egipto, temeroso de que entre la considerada oposición moderada siria se cuelen grupos islamistas y, especialmente, formaciones vinculadas a los Hermanos Musulmanes.
El secretario de Estado estadounidense viaja ahora a París, donde trata de ampliar su coalición en la lucha contra el Estado Islámico a la comunidad internacional, con muchas buenas intenciones de los países árabes, pero con pocos resultados tangibles.
Los ministros de Exteriores de la Liga Árabe aprobaron la semana pasada tomar “medidas políticas económicas y en materia de seguridad” para combatir a los grupos yihadistas y en especial al Estado Islámico. Y después, de una forma más concreta, Egipto, Irak, Jordania, Líbano y los seis integrantes del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Bahréin, Qatar, Kuwait y Omán) decidieron apoyar la iniciativa lanzada por Barack Obama. Pero hasta ahora los únicos que han sido explícitos en su apoyo han sido Arabia Saudí, que proporcionará bases de entrenamiento para los combatientes sirios que tratan de derrocar a Al Asad, y Jordania, que ofrece la experiencia de sus servicios de inteligencia.
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