Qué cambió en Boca una semana después del despido de Bianchi

La llegada de Arruabarrena renovaron el aire en Casa Amarilla. Un nuevo esquema táctico, cambio de nombres y una inyección anímica, forjaron un nuevo equipo con el sello del «Vasco»

Siete días pasaron desde que Carlos Bianchi dejó de ser el técnico de Boca. Una semana completa transcurrió desde el día en que Daniel Angelici decidió despedir al técnico más ganador de la historia del club, para darle lugar al comienzo de un nuevo ciclo encabezado por Rodolfo Arruabarrena, uno de los jugadores que llevan tatuada en la piel la década dorada del «xeneize».

Boca cambió abruptamente. En sólo tres días pasó de ser un equipo sin rebeldía, abrumado por los errores y hundido en la decepción, a un conjunto con reacción para revertir un resultado, más compacto entre líneas y con contundencia ofensiva. El «Vasco» llegó para renovar un aire viciado que ya se había vuelto irrespirable en los pasillos de Casa Amarilla.

Arruabarrena movió piezas que resultaron ser claves en el funcionamiento del equipo. Sacó a los dos laterales que venían jugando con el «Virrey», Grana y Zárate, y colocó a Marín y Colazo en sus lugares. Ambos le rindieron y le brindaron seguridad defensiva, y proyección en ataque.

Erbes pasó de ser ocho a convertirse en un cinco tapón que juega delante de los centrales y compacta la defensa. El «Pichi» volvió a jugar en su posición natural donde Bianchi había decidido no ponerlo. Regresó a sus raíces y le rindió más al equipo.

La inclusión de Marcelo Meli fue fundamental en el cambio de juego. El ex volante de Colón se transformó en el motor del equipo en la mitad de cancha. Recupera, hace el trabajo sucio pero también juega y llega al área con posibilidades de gol. El «Virrey» lo hacía jugar en Reserva para darle lugar a Federico Bravo, uno de sus mimados durante su estadía en el club.

El nuevo técnico de Boca apostó a lo anímico en los primeros días de trabajo y a reforzar conceptos básicos que se habían perdido durante la etapa de Bianchi. Durante los siete días que lleva de entrenador, trabajó mucho en la pelota parada y en cuestiones tácticas a nivel defensivo que generaban grandes inconvenientes.

Boca sumó un triunfo (ante Vélez por 3 a 1) y un empate (frente a Central 1 a 1) en el inicio del ciclo Arruabarrena. El técnico cambió de nombres, de esquema táctico y de mentalidad. Los jugadores parecían no reaccionar con un Bianchi que ya no tenía respuestas para el bajo nivel que mostraba su equipo.

Díaz y Echeverría se convirtieron en los centrales del equipo. La lesión de Forlín le brindó un lugar al ex defensor de Tigre que pudo acoplarse bien al «Cata». El «Vasco» intenta formar un triangulo de contención con ellos dos y Erbes. De esa forma los laterales tiene mayor espacio para ir al ataque. Al funcionamiento defensivo también se acopla Meli, quién se transforma en un doble cinco cuando la pelota está en suelo «xeneize».

El cuerpo técnico se sorprendió con el nivel del ex Colón y de Jonathan Calleri. Son los dos jugadores que han logrado destacarse en los dos partidos disputados. Detrás de ellos aparece la figura de Chávez que, con la sumatoria de minutos, ha logrado mostrar el potencial que tiene para romper la defensa rival con su velocidad y fortaleza.

Boca ya no es el que cayó ante Estudiantes en La Plata, en el partido donde se firmó el certificado de defunción de Bianchi. Cambió de entrenador y renovó las esperanzas. Pero, principalmente, cambió de ánimo y mostró que es un león herido que se está recuperando para volver a rugir.

Fuente: Infobae