¿Continuidad del default o compra privada de los títulos? La incógnita que paraliza la política

No es casual que casi toda la actividad de la dirigencia opositora se concentre en atacar la continuidad de Amado Boudou -ahora doblemente procesado- en la vicepresidencia. Éste se ha convertido en el símbolo de la corrupción oficial y su altísimo grado de exposición mediática también le sirve al gobierno para en alguna medida tapar la escasa actividad investigativa en causas más trascendentes que Ciccone, por ejemplo el caso Báez, que afectan directamente a la familia presidencial. El hecho de que la oposición sólo pueda avanzar sobre Boudou y no consiga articular un discurso serio sobre el default tiene una explicación principal. Mientras la confrontación con el juez Thomas Griesa va camino a convertirse en una guerra, el gobierno deja que circule fuerte la versión de un acuerdo privado para la compra de los títulos de la deuda en poder de los fondos NML y Aurelius. La iniciativa que encabeza Eduardo Eurnekian estaría sumando a los hermanos Bulgheroni (dueños de la segunda mayor petrolera del país, PAE) y Cristóbal López. Este último ya habría instruido a los responsables financieros de sus empresas -que van del juego a alimentos y petróleo- para que busquen fondos destinados a este acuerdo para sacar a la Argentina de su conflicto legal en Estados Unidos. La solución que escucharon varios empresarios consiste en una compra de los títulos de deuda que poseen los fondos especulativos, al 80% de su valor. Con esos papeles en su poder, los locales tendrían un compromiso de dos bancos de inversión internacionales -uno sería JP Morgan- que después de 2015 les recomprarían. Este armado es mencionado como la salida “Repsol”. La empresa española recibió bonos de la deuda pública por la expropiación de YPF y, ni bien los tuvo, los traspasó a ese banco de inversión estadounidense. En caso de prosperar este acuerdo -o cualquier otro semejante- la presidente se anotaría un gran triunfo político sin siquiera tener que ceder en su disputa con Griesa y el mediador Daniel Pollack. Los mercados entonces festejarían y el gobierno recuperaría oxígeno volviendo a sus anteriores perspectivas de conseguir financiamiento externo luego de haber acordado con el CIADI y el Club de París. En el marco electoral, esta situación consolidaría también los préstamos externos para varias provincias, entre ellas Buenos Aires, y le garantizaría a CFK mejores condiciones para que los gobernadores del PJ no se indisciplinen contra los planes de la Casa Rosada. La otra alternativa, es decir la continuidad del default, el cierre de los mercados internacionales, la confrontación con Washington y las consecuencias de esto en la economía interna, crearían una polarización electoral donde el cristinismo estaría virtualmente aislado y con riesgo de serias fracturas en el PJ.

Pero en realidad nadie sabe cuál de las dos opciones se impondrá en definitiva, lo que crea un clima de incertidumbre y obliga a que tanto los radicales, como Mauricio Macri, Sergio Massa y hasta Elisa Carrió se muevan con extrema prudencia.

Las dudas que rodean el intento de acuerdo entre la cúpula del empresariado nacional y los holdouts no son menores. Hay indicios -en realidad ya los hubo desde que Jorge Brito inició las primeras conversaciones que Axel Kicillof dijo desconocer en Nueva York- de que los empresarios están buscando que la Casa Rosada garantice de algún modo su inversión. De ser así, la operación empezaría a dejar de ser totalmente privada y podría empezar a especularse con una recompra de los títulos por parte del Estado nacional. Otro interrogante es con qué fondos los grupos locales comprarían los títulos. Luego de que la presidente desestimara la intervención de Brito en el tema, dio la impresión de que ella quería dejar en claro que tomaba distancia pública de la operación. El paso del tiempo, si continúa la actitud beligerante del cristinismo, podría ayudar a que los fondos buitres se inclinen hacia la búsqueda de un acuerdo con los empresarios. Pero la magnitud y la complejidad de la operación hacen que la pulseada pueda durar meses. Entretanto, al gobierno sólo le queda tratar de explotar electoralmente una tendencia profundamente arraigada en buena parte de la sociedad nacional, el sentimiento antiyanqui.

Juegos preparatorios

Mientras el escenario central se mantiene en la indefinición, los tres principales presidenciables opositores, Scioli, Massa y Macri van y vienen tratando de demostrar que están sacándole alguna ventaja a sus rivales. El gobernador bonaerense, acosado por la reaparición de la crisis con los docentes y la oleada de secuestros que conmueve a Buenos Aires, intenta demostrar que su “ola naranja” tiene vuelo propio y deja que sus íntimos crean que, llegado el momento, se plantará ante la presidente exigiendo que el cristinismo pase a cuarteles de invierno y que las listas de candidatos salgan de un consenso con los gobernadores, los intendentes y los sindicalistas. Pero la hipótesis de la ruptura de Scioli con el gobierno fue tan reiterada que tiene baja credibilidad. Si Martín Insaurralde, que ostenta un 15% de intención de voto, sella su pase a las filas del Frente Renovador, el gobernador sufriría un fuerte golpe y debería apoyar el relanzamiento de la candidatura de Francisco de Narváez para tratar de contrarrestar el avance de Massa en el campo donde se darán las definiciones. Macri no es ajeno a esta situación, porque su debilidad está en la falta de un candidato -y una estructura de peso- en Buenos Aires. En la mesa chica del PRO especularían con que, si Insaurralde da el salto, se produciría inmediatamente una crisis interna en el Frente Renovador y que figuras desahuciadas como Darío Giustozzi, Felipe Solá y hasta Gustavo Posse podrían terminar entrando en conflicto con Massa y negociando con el PRO. A todo esto, en el interior los gobernadores se muestran más activos. Para empezar, José Manuel de la Sota, José Luis Gioja (San Juan) y Francisco Paco Pérez (Mendoza) siguen adelante en una doble negociación con Massa y también con Scioli para el caso de que éste rompa. El rionegrino Alberto Edgardo Weretilneck, por su parte, ya no disimula sus conversaciones con el tigrense. En Santa Fe, Carlos Reutemann es coherente con su histórica prudencia: ratifica su compromiso con Massa pero lo limita al marco provincial, evitando así que lo proclamen como candidato a vicepresidente. Por su parte, la trama de la probable alianza entre la UCR y el PRO sigue a todo esto su curso con bajo perfil. En la cúpula radical están convencidos de que cualquier avance público significaría la inmediata ruptura del FAUNEN. Esta semana Ernesto Sanz dio un paso al frente con una importante campaña de publicidad que no menciona la palabra presidente. El titular del Comité Nacional de la UCR se seguiría preparando para ser el vice de Macri.
Carlos Tórtora/informadorpublico.com