Bajón de oro

Messi fue elegido el mejor jugador del Mundial, pero sabe que no llegó a brillar hasta donde quería.

La mueca con la que recibe el Balón de Oro es sintomática al fin de cuentas. Y el tiro libre a la estratósfera en el descuento de los descuentos, también. Y el zurdazo contra un palo pero afuera al inicio del segundo tiempo. Y esos arranques que no pasan por centímetros. Y esa estela que no supera el estado de amenaza.

Lionel Messi siente dolor y se lo muestra al mundo. Otra vez debía ser su Mundial y no lo es. Debía ser su Mundial y el equipo lo dejó más cerca de la gloria de lo que él mismo estuvo en la etapa decisiva. La reverencia de miles de fanáticos y el “que de la mano de…” una vez más se dan de frente con el lamento y el interrogante. El de ya no ser y el de si alguna vez será vestido de celeste y blanco (o de azul rabioso). Messi -su marca y su designio- es el mejor jugador del mundo, pero no fue el mejor jugador del Mundial más allá de ese premio que de ninguna manera puede mitigar y mitigarle tanta desazón.

El triunfo y la Copa del Mundo estuvieron en sus pies. Amanecía la parte final cuando recibió un pase de Biglia, controló a favor de la jugada como sólo él puede hacerlo y definió cruzado, tan cruzado que el remate salió desviado. Y después, más que nada después, es cuestión de momentos. De momentos en los que un fuera de serie tiene que aparecer y… El alargue -estamos hablando del alargue de la final de un Mundial por si algún descolgado se descolgó ahora- redundó en una constante incógnita: ¿y Messi? Pudo empatarlo, pero el cabezazo con algún parecido a aquel que le metió a Van der Sar en una final de Champions League, le salió alto. Y el tiro libre… Bue, se fue más alto todavía para llamarlo de alguna manera.

Los cuatro goles en los tres partidos de primera fase encontraron a un Messi en su dimensión y a una Selección con una dependencia casi absoluta de su 10. La parábola, caprichos del fútbol o no tanto, cambió radicalmente en semifinales y la final cuando en el medio -octavos y cuartos- había mostrado sacrificio táctico y había regalado una hermosa jugada-asistencia contra Suiza (gol de Di María). Poco en definitiva para ser quien es y tener el peso que tiene.

Mucho, demasiado se habló del arropamiento que necesitaba el crack en los últimos tiempos. El Mundial, en definitiva, desnudó una actuación con vaivenes y, linealmente, de mayor contra los más débiles a menor contra los pesados.

Maradona hubo uno solo. Messi también hay uno solo. Maradona generó su propia gloria. Messi tendrá 31 años en Rusia para fabricársela. Maradona ayer no estuvo en el Maracaná. Messi sí, pero…

Debía ser su Mundial y ya no lo será. Debía ser el Balón de Oro y lo es, pero no lo fue.

Fuente: Olé