Unos 50 voluntarios de Bariloche se organizan por las redes sociales y llegan con ayuda hasta parajes inhóspitos
SaN CARLOS DE BARILOCHE.- Exhaustos pero con el alma ensanchada por la tarea cumplida, decenas de voluntarios de esta ciudad lograron su objetivo número 42: mejorar las condiciones de vida de una familia que vive literalmente en el medio de la nada, en la meseta patagónica, con infinitas carencias y las condiciones climáticas más adversas.
Un grupo de casi medio centenar de barilochenses llegó a Panquehuau, un paraje a 150 km de esta ciudad, al que se accede luego de transitar un extenso camino de ripio y una sinuosa huella en el medio de la estepa, donde ni siquiera hay camino de auto demarcado. Por eso fueron unas 18 camionetas 4×4 que pudieron superar la adversidad del camino y llegaron para cambiar la vida de Juan Manuel Fernández, un adolescente no vidente de 14 años.
Con su madre, Ana, que tiene epilepsia; su padre, José, con un alto porcentaje de pérdida visual, y un tío con discapacidad por un accidente laboral, Juan Manuel vive en una humilde casa de adobe y material.
En medio del Mundial y justo el sábado que jugó Argentina con Irán, Marcelo Bearzi, el impulsor del grupo Viajes Solidarios, decidió visitar al chico del paraje aislado donde sólo hay una casa, su familia y 25 ovejas, que forman parte de su sustento, con los vecinos más cercanos a poco más de un kilómetro y la escuela, a ocho.
Una caravana de camionetas se asomó en medio de la meseta ese sábado y la familia salió asombrada a recibirlos. Eran vecinos de Bariloche que se movilizaron con la historia de Juan Manuel. La conocieron a través de la directora de la escuela rural de Corralito y el maestro Marco Gómez, que relató la crítica situación de Juan Manuel y su familia, que viven aislados durante el invierno, con graves problemas de humedad en la vivienda de barro, sin energía eléctrica, con agua escasa y una estufa a leña.
La campaña solidaria se propagó por las redes sociales, que es el único método de difusión de los organizadores, que no forman parte de una ONG ni otra entidad (aunque muchas colaboran), sino que son vecinos comunes que comenzaron esta tarea en junio de 2011, con la caída de cenizas volcánicas.
Las primeras ayudas las iniciaron Marcelo Bearzi y algunos conocidos que pusieron su camioneta Ford F100 modelo 81 para llevar donaciones a Villa La Angostura, la ciudad más afectada por las cenizas. Después focalizaron sus esfuerzos en la zona más postergada de Río Negro, los parajes de la región sur, siempre en un radio de distancia de no más de 200 kilómetros de Bariloche para poder afrontar los costos de los viajes, que se hacen a pulmón.
«Siempre fuimos a las escuelas rurales porque son el lugar de contención social de los chicos de la región sur, pero este último viaje sobrepasó todo, tuve que dejar de buscar donaciones porque no podía más y, después de muchos viajes de ir sólo con algún colaborador, fuimos muchos, y cada vez son más los que quieren colaborar», dijo Bearzi, emocionado, a la nacion.
Para el líder del grupo solidario, la historia de Juan Manuel caló fuerte entre los barilochenses y «dejó en evidencia que el Estado tendría que estar un poco más en casos especiales como éste». Ahora el desafío que se impuso es construir una vivienda digna en el mismo predio para evitar el desarraigo de la familia que quiere continuar en su paraje, aunque será emplazada a pocos metros para evitar los aludes de barro y piedra que suelen caer en la actual construcción provenientes de una barda que la rodea.
Para lograr la vivienda se apelará nuevamente a la colaboración, y ya hay corralones y empresas de la ciudad que anticiparon su apoyo, así como también cientos de personas que a través de las redes sociales esperan el pedido de ayuda para acudir.
En este viaje No. 42 justo a tres años del inicio de esta tarea humanitaria, los voluntarios con donaciones llevaron ropa de abrigo, colchones, muebles, alimentos no perecederos, una radio VHF para que la familia pueda comunicarse, arreglaron techos, el tiraje de la salamandra y todas las instalaciones. Pero lo principal fue que lograron instalar un generador eléctrico que funciona con nafta. Así, después de años de postergación, llegó la luz, un tubo fluorescente alejó a la familia de la penumbra en la cocina y en el resto de la casa.
Además llegó por primera vez en muchos años el agua de manera fluida, porque los voluntarios instalaron un tanque de 1000 litros en la vertiente alejada de donde la familia tomaba el recurso natural y con una manguera resguardada para evitar que se congele se instaló un sistema de agua que mejoró sin dudas las comodidades del hogar.
También hubo tiempo para hachar leña de una manera más ágil que la habitual, con una motosierra, y así dejaron una enorme pila de 4 m de leña lista para superar gran parte del invierno, o por lo menos hasta el próximo viaje, para alimentar la salamandra y la cocina.
Los voluntarios tuvieron una jornada intensa de trabajo cuando el termómetro marcaba bajo cero y el partido de Argentina se escuchaba sólo por una radio a pilas que tomaba una sola señal por AM, la misma que los pobladores rurales utilizan para comunicarse en estos parajes inhóspitos de la región sur. Exhaustos, emprendieron el regreso de noche, ya con el pensamiento puesto en el siguiente objetivo: construir una casa para Juan Manuel.
Para ayudar:
Facebook: Viajes solidarios-Bariloche
hosbarilocheservicios@hotmail.com.
Fuente: La Nación