Cidade do Messi

Fanáticos, detractores, alta seguridad y negocios informales rodearán hoy el arribo de Argentina y la Pulga a Belo Horizonte.
A un costado de la carretera, camino desde el aeropuerto hacia Belo Horizonte, destaca un letrero que dice «Bienvenido futuros campeones». Es el portal que recibe a la selección argentina, que hoy aterriza en la misma ciudad donde concentra Chile durante el Mundial, que generó la ira del técnico Alejandro Sabella, un supersticioso de primera clase.

Hasta el sábado, aún se veía la consigna en el ingreso del complejo Cidade do Galo. Ayer, por orden del entrenador transandino, ese mensaje desapareció. Nada ni nadie puede alterar el orden de una escuadra que viene a Brasil 2014 para ganarlo y aguarle la fiesta al anfitrión. El suelo que pisa Lionel Messi y sus compañeros es sagrado. Se nota que el llamado a ser mejor jugador del Mundial tendrá un trato especial. Hay más seguridad, hay más prensa alrededor de él y su escuadra. Hay móviles (argentinos y brasileños) que se instalaron fuera del complejo en que aloja Argentina, tres días antes de que el mismo plantel arribe a la capital de Minas Gerais.

Sabella no quería concentrar en la ciudad deportiva del Atlético Mineiro. Pidió Toca da Raposa II, pero Chile se adelantó. Sin embargo, el DT insistió en quedarse en Belo Horizonte, por lo que la AFA solicitó un permiso especial a la FIFA para utilizar un recinto que no estaba en el listado oficial para la Copa del Mundo.

Las condiciones y características de Cidade do Galo y Toca da Raposa son parecidas, especialmente por la privacidad que ofrecen. La casa de Argentina, sin embargo, tiene un punto débil. Al otro costado de la carretera se levanta un pequeño cerro, tipo Morro de Arica. En la cima hay una casa, sin vecinos. Y desde ahí se puede ver la cancha donde entrenará desde mañana la Albiceleste. Unos 100 reales diarios ($ 25 mil) le cuesta a cualquier medio de comunicación instalar ahí una cámara para espiar a Messi y al resto de las estrellas de su elenco.

¿Idolo?

Cuesta definir cómo ven los brasileños a la Pulga, especialmente en Belo Horizonte. Cada cinco minutos se escucha el insulto de algún conductor local que pasa a toda velocidad por fuera del complejo. Otros, sin embargo, se detienen y preguntan por la hora en que podrán ver al argentino llegar. Unos más osados, con varias cervezas en el cuerpo, ingresan en automóvil al recinto, pero la seguridad actúa rápidamente para sacarlos de ahí. «Sólo queremos conocerlo ¿No se puede?», preguntan. «Llega el lunes y no se puede», responde el guardia.

Geraldo mide poco más de un metro 90. Es uno de los encargados de custodiar a la selección argentina y explica que «debemos tener especial cuidado con Messi». El funcionario de seguridad tiene 30 años y es fanático de Cruzeiro (lo confiesa con vergüenza, puesto que trabaja en las dependencias del clásico rival). Es devoto de Ronaldo, de quien tiene una fotografía tamaño póster, firmada por el mismo Fenómeno. ¿Otro de sus ídolos? «Messi… Ojalá acepte tomarse una fotografía conmigo. La voy a poner junta con la de Ronaldo, en mi pared», confiesa.

Pero es Messi una de las grandes amenazas del Scratch en este Mundial, donde los dueños de casa están obligados a dar la vuelta olímpica el 13 de julio. El pueblo brasileño también es tan supersticioso como el técnico argentino. Quizás por eso no molestaba la bienvenida de campeones que ya no existe.
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