Kevin Martin tiene sólo 13 años. Hace cinco fue dado por muerto luego de un accidente. Pero no sólo logró recuperarse y salvar su vida, sino que pudo superarse a sí mismo y, a pesar de las secuelas, seguir su camino hacia el futuro. A los ocho años lo atropelló un auto mientras veraneaba junto a su familia en Mar del Plata. La secuela más importante que le dejó el impacto fue una cuadriplejia parcial: una parálisis causada por un daño en la médula espinal.
Aunque su capacidad intelectual quedó intacta, tuvo que volver a aprender algunas funciones motrices como hablar, comer o beber. En cuestiones que para cualquier nene de esa edad ya son naturales, él debió empezar de cero.
Luego del accidente, Kevin quedó en coma durante 26 días en una clínica marplatense. Luego fue trasladado al Instituto de Rehabilitación Fleni, en Escobar. Allí, recién 90 días más tarde recuperó la conciencia. En 13 meses de internación fue operado ocho veces.
Aunque las funciones del habla estaban paralizadas, lograba hacerse entender a través de un tablero digital diseñado con letras e imágenes. “Si bien la situación de parálisis fue algo que al principio nos chocó muchísimo y nos obligó a entrar en un nuevo mundo, el de la discapacidad, Kevin nunca dudó en querer seguir estudiando y asistiendo a la escuela. Quedamos sorprendidos de las cosas que recordaba cuando despertó: ¡Su capacidad intelectual estaba intacta!”, cuenta su mamá, Marta Medina.
Ella decidió buscar una maestra especial para que le diera clases mientras estaba internado y así aprender las materias de cuarto grado. Tras el alta, comenzó a asistir dos veces por semana al Colegio “Pío XII”, de Villa Bosch, –donde cursa desde primer grado– y otras tres a una escuela especial. Hoy cursa el tercer año de secundaria y quiere escribir cuentos.
“Según los médicos, Kevin no iba a sobrevivir, y lo hizo. Luego dijeron que su parte izquierda no tenía posibilidades de volver a funcionar, y lo logró. También diagnosticaron que no iba a poder hablar y está empezando a modular, con la ayuda de los profesionales. No hay que darse por vencido”, dice Marta.
“Quiero agradecer a mi familia, y a mis amigos, que estuvieron en las buenas y en las malas. Son muy importantes para mí”, dice Kevin.
Aunque gracias a la estimulación de kinesiólogos, acompañantes terapéuticos y fonoaudiólogos, logró volver a hacer lo que le gustaba, el contexto urbano lo comenzó a limitar. Las veredas y las calles de su barrio no estaban aptas para su silla de ruedas: se veía obligado a tomar colectivos que muchas veces no paraban para llevarlo. En la búsqueda de una solución también se vio el empuje inquebrantable de esta familia: Kevin, Marta y Gustavo –el papá– consiguieron que la Municipalidad de Tres de Febrero empezara a colocar las rampas en las esquinas. “La alegría, el optimismo y la voluntad son algunas de sus virtudes. Hace todo lo que esté a su alcance y más, sin pensarlo dos veces”, resume su mamá y agrega: “Su marca personal es el buen humor”.
Fuente: Clarín