«Conversaciones gratis» por la ciudad: ¿te sentarías en la calle a charlar con un desconocido?

En la Capital, dos jóvenes encabezan un movimiento que persigue el intercambio y la compañía. Todo se da espontáneamente, y en la calle. ¿Te sumás?

Lo que proponen es sencillo y complicado, innovador y ancestral, amigable y desafiante. Pero por sobre todo, lo que proponen es el reencuentro, la compañía, el acercamiento, la parla, el bla bla bla. Despertar. Entender. Descargar. Conocer a un otro muy diferente, que es igual a vos. Todos estos antagonismos… juntos. Un sacudón.

Dos jóvenes invitan a usar el espacio público como canal de fusión entre desconocidos. La idea es que te sientes en la calle a charlar de lo que sea y con quien sea. Así de infinito: podés hablar de astronautas, remordimientos, lapiceras, rinocerontes, errores o baldosas. Sin límites. Y tenés la opción de callarte y apelar al silencio porque “también estarías diciendo algo”.

Cada sábado desde las 9, en el cruce de las avenidas Cabildo y Juramento del barrio porteño de Belgrano, Juan Ignacio Pizzi y Tomás Álvarez despliegan un par de sillas y con un cartel rudimentario que dice Conversaciones gratis cultivan un sinfín de reacciones. Hay osados que se sientan sin dudarlo, otros pasan varias veces para chusmear y siguen caminando indecisos, algún curioso consulta cuánto cobran o qué venden y hasta les regalan gaseosas y medialunas porque avalan la iniciativa aún sin experimentarla.

«Queríamos encontrarnos con seres humanos. Nos juntábamos seguido con un grupo de amigos, y nos dimos cuenta cuán importante era la intervención de ajenos», le cuenta Tomás, que tiene 20 años y estudia música, teatro y astrología, a TN.com.ar. De inmediato, Juan, que eligió Letras en la Universidad de Buenos Aires y tiene 19, toma la posta con una aclaración que, sin él remarcarlo, resulta el eje: «La idea es eliminar etiquetas, nombres, prejuicios; medir lo que se dice y no quién lo dice”.

METÁFORA ROMANTICONA
Con expectativas inciertas, esta idea surgió a fines de febrero de 2013 mientras ambos leían la novela Siddharta de Hermann Hesse. “El primer día hubo intriga y miedo a la decepción, pero si nadie se sentaba nos iba a decir algo de todas formas”, sigue Juan.

Sin embargo, las respuestas llegaron -y continúan- desencajándolos de sorpresa. Peatones de edades y realidades dispares toman coraje y se suman a esta colectora espontánea de palabras. A veces son dos o cinco personas. En otras oportunidades, 25. Todo es libre, no premeditado. Tampoco depende del tiempo porque “un toldo” artesanal los refugia en un día de frío o lluvia, y garantiza el simposio distinto.

Pasa que los opuestos que caminan por las cuadras adoptadas por Álvarez y Pizzi, evocan al motivo “romántico” con el que nació el proyecto. El libro del alemán Hesse destaca en uno de sus fragmentos a “un río” y a sus “mil voces” como “fuente de sabiduría e inspiración”. Mediante Conversaciones Gratis, estos precursores persiguen “actualizar el concepto” del escritor haciendo “el río comparable con cualquier avenida” y “sus voces propias” con quienes caminan.

“Todos tenemos algo que el otro necesita y viceversa”, comenta Tomás, “es producto del delirio del día a día que la gente converse porque un cartel los invita”. Y reniega un toque: “Mirá hasta donde tuvimos que llegar para que la gente se dé cuenta de algo que ya tiene, le pusimos la palabra “gratis” a la invitación”.

Según le analiza Juan a este portal, la respuesta de la gente es por “la necesidad humana de conectar”: “Muchas de las personas con las que hablamos no tienen un espacio de expresión, y si lo tienen, capaz que no es para hablar de ciertos temas”.

VAIVÉN DE LETRAS
Cuando arranca la charla, se larga la carrera, se rompen las reglas. No hay manual y menos protocolo. “Se usan más palabras porque la gente habla con más tiempo. Las palabras son cartas, se juega. Si me regalás una palabra, la uso para llevarte a otro lugar”, relata Tomás, para explicar cómo se desarrollan estos encuentros entre extraños, en los que sí se prioriza “la mayor amabilidad”.

“Es una forma simple de combatir el malestar social que se genera por la forma de etiquetar a los individuos como decir `tal es un criminal, tal es un loco´. Detrás de esas etiquetas hay esperanzas, sueños frustrados, miedos y esta bueno conocer las realidades de las personas con las que uno comparte la ciudad, de quienes tenemos al lado en el subte o en el colectivo”, agrega Juan.

EXPERIENCIA
Aunque ambos señalan que Internet “es una herramienta” con la cual tienen el contacto necesario, Conversaciones Gratis tiene una página en Facebook y una cuenta en Twitter que -más que para divulgación- sirven como murales de fotos y mensajes que dejan aquellos que entraron a la burbuja callejera que se crea cada fin de semana.

PALABRAS SIN DUEÑOS
Tomás y Juan, que se conocen hace diez años por el colegio, no se adueñan de la propuesta. “No le ponemos la firma a nada, es ridículo”, coinciden. “Hablar es algo básico como una necesidad humana, sólo le dimos forma”, reitera Juan.

Igualmente, estos creadores desinteresados le ganaron -al menos un poco y a su manera- al ritmo ajetreado de la Capital Federal y a los lazos interrumpidos por la tecnología. “Nos enteramos de personas que empezaron a hacerlo, sólo queremos que todos tomen la prueba del cartel. Es lindo que elijan”, cierra Tomás, “no se van a arrepentir”.

Fuente: TN