Fábrega deja escapar al tipo de cambio para darle oxígeno a las reservas: ¿se viene el «dólar escalera»?

Quedó en evidencia que la capacidad del Gobierno para “planchar” el precio del billete verde oficial es más acotada de lo que se preveía. En plena liquidación de “sojadólares”, lo llevó a $8,07, el mayor repunte diario desde enero. ¿Cómo hará el titular del BCRA para jugar al efecto sorpresa?

Todos le pedían que no fuera tan predecible, que tuviera más sorpresa, que mientras todo el mundo esperaba que saliera para un lado, él arrancara para el otro. Y que cuando todos creían que iba a correr, se frenara de golpe.
No, no eran las recomendaciones de un director técnico a un jugador, sino las sugerencias de los economistas al presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega.
Y no es casualidad que estos pedidos sonaran tan parecidos a las tácticas futboleras. Al fin y al cabo, desde hace ya algún tiempo, todos los banqueros centrales del mundo están revalorizando la capacidad del «efecto sorpresa», al tiempo que ponen en duda las ventajas de ser siempre predecible.
La analogía futbolera fue explicada, para la posteridad, por Mervyn King, quien en 2005 manejaba el Banco de Inglaterra. Sorprendiendo a todo el mundo por su analogía, King decía que para su estrategia monetaria se inspiraba en el célebre gol de Diego Maradona contra su país en el Mundial ’86.
«Lo notable es que Maradona eludió a cinco rivales corriendo prácticamente en línea recta. Eso fue posible porque los jugadores actuaban de acuerdo con lo que ellos creían que Maradona iba a hacer, y no según lo que él realmente hacía. La política monetaria funciona igual», explicaba King.
A partir de allí, se empezó a tomar más en serio la capacidad de «engañar» al mercado.
Si todos los agentes actuaban «como si» estuviera por venir una corrección de tasas o del tipo de cambio, entonces se produciría el mismo efecto de haber tomado esa medida, pero sin que el Banco Central tuviera que tomarla.
¿Estará ese concepto en la cabeza de Fábrega en estas horas? ¿Se sentirá un poco como King (no como Maradona, que suena a herejía) al «planchar» el dólar y luego acelerarlo de golpe cuando todo el mundo ya daba por descontado que lo mantendría en $8 durante varios meses más?
Lo cierto es que ayer cumplió con la premisa de la sorpresa: a pesar de que todos los economistas venían marcando el peligro -y la imposibilidad a mediano plazo- de volver al «ancla cambiaria», nadie pensaba realmente que Fábrega estuviera dispuesto a convalidar un salto de cinco centavos en tres días.
Más bien, se preveía que estas correcciones podrían llegar ya entrado el segundo semestre del año, cuando la estación de los «sojadólares» estuviera llegando a su fin.
Y el riesgo que advertían los analistas más influyentes, era que la situación se le fuera de las manos al Banco Central, al punto de que se generase una nueva corrección brusca.
«La estrategia de Fábrega fue un acierto, funcionó, y por eso tuvimos meses de calma cambiaria. Pero si no empiezan ya a devaluar, entonces en tres meses estaremos todos en el mercado pensando que antes de fin de año habrá una segunda devaluación grande. Eso hace que los sojeros no quieran vender y va a haber problemas», apuntaba Javier González Fraga.
En tanto, Miguel Bein calificaba la estrategia del BCRA como una forma de «tomar aire para volver a atrasar el tipo de cambio de cara al 2015».
Y alertaba sobre el riesgo de utilizar nuevamente al dólar «como ancla antiinflacionaria, que está resultando efectiva cuando se analiza la moderación en el aumento de precios pero que, de exagerarse, puede romper el equilibrio entre tasas de interés y expectativa de devaluación».

Las ventajas de ser impredecible
Lo que parece evidenciarse con la jugada de los últimos días es la voluntad de no caer en la situación del año pasado.
Es decir, no incurrir en el deslizamiento diario del dólar, que se había tornado tan predecible que los economistas lo asimilaban al efecto de la «tablita» cambiaria de los años ’70.
Y, en consecuencia, todos los importadores adelantaban sus pedidos de compras -porque sabían que el paso del tiempo les encarecía su operación- mientras que los agroexportadores se «sentaban» encima de su producción, sabiendo que cada día que pasara estarían valorizando el contenido de sus silobolsas.
En enero pasado, esa situación era lo último que necesitaba el Banco Central, justo en la estación del año en que no entran dólares y hay que hacer pagos para cumplir con obligaciones financieras del Estado. El resultado es conocido: desplome de las reservas y devaluación brusca.
A partir de allí, empezó a forjarse la imagen de Fábrega como «un tiempista». Desde las usinas del pensamiento K se adelantaba que en la estrategia a futuro ya no incurriría en el error de tornarse previsible.
Así, se dejó filtrar a la prensa oficialista que se descartaría de plano un «crawling peg pasivo», es decir una política devaluatoria que siguiera de atrás a la inflación.
También se adelantaba que la imprevisibilidad del Central tendría el objetivo de recuperar «el control sobre el mercado y la paridad».
Y que en los períodos de calma cambiaria habilitaría a una baja en las tasas de interés. También, desde la vereda crítica, se preveía una conducta de este tipo, pero, claro está, con una mayor dosis de escepticismo.
«Suelen entrar en microdevaluaciones, un juego de tiempos. Aprovechan la abundancia de dólares por cuestiones coyunturales, tal como sucede ahora con la cosecha. Y cuando no haya más dólares volverán a frenar las expectativas», apuntaba Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la consultora Ledesma.
Y dejaba entrever una visión crítica: «Pueden tener cierto éxito en mantener controlado al blue, por ejemplo, gracias a ese juego de ‘lo toco, lo freno, lo vuelvo a tocar’, pero es algo que lo paga la economía real con su contexto recesivo».

El condicionante de la soja
Cuatro meses después, el contexto es de relativa calma y las reservas van en ascenso, ya cerca de u$s28.400 millones, tras haber tocado un mínimo de u$s26.700 millones. Sin embargo, ya empezaron a verse señales de que los problemas podrían reeditarse.
El síntoma más claro era el ritmo de compras de billetes verdes que hacía el Banco Central. Desde aquel promedio que superaba los u$s300 millones por día a fines de abril, se pasó en los últimos días a no más de u$s30 millones diarios y con tendencia a la baja.
Esa situación parecía dar la razón a quienes advertían que, con un dólar fijo en $8, los sojeros volverían a stockear su producto.
No era un efecto que pareciera tan claro hasta hace pocas semanas, dado que había dos cuestiones que jugaban en sentidos opuestos: por un lado, la perspectiva de una caída en el precio internacional de la soja hacía pensar a muchos que los productores se apurarían a vender, mientras otros decían que mantendrían una actitud especulativa, con el ojo más puesto en el tipo de cambio que en el precio.
«Hubo, además, un factor adicional de presión para el Central, y es que gran parte de los dólares adquiridos a los exportadores fueron a parar a la cancelación de importaciones de energía y no a las reservas», observa el economista Federico Muñoz.
Los números parecen confirmar esta visión, dado que precisamente ayer, en el día de mayor suba de la divisa estadounidense desde enero, el Banco Central apenas pudo engrosar sus arcas en u$s2 millones.

¿Se viene el «dólar escalera»?
La primera impresión es que lo ocurrido en estos días no obedece, como sucedió en enero, a una «pulseada» que el mercado le ganó al Gobierno, sino que es una estrategia deliberada por parte de Fábrega y su equipo.
Y la gran pregunta, ahora, es si la jugada tendrá el efecto buscado, es decir, la aceleración en la liquidación de dólares y la continuidad de la suba de las reservas. O si, reeditando lo ocurrido en enero, el movimiento del dólar hará pensar a todos que seguirán las mini-devaluaciones y, entonces, se agudizará el goteo de las divisas.
Lo cierto es que, para el Banco Central, el partido importante se juega en la cancha de las expectativas.
Y se plantea el siguiente interrogante: si las minidevaluaciones diarias -con su peligroso parecido a la tablita- falló, ¿será que ahora se viene la estrategia de la «escalera»?
Es decir, una suba pequeña pero no tanto, luego un período de estabilización y posteriormente otro escalón en la cotización.
El dato clave a monitorear para esa respuesta estará, primero, en la reacción de los exportadores.
Si vuelven a vender a punto tal que le permita al Central retomar su tónica compradora, será que este escalón ha sido suficiente para calmar la ansiedad. Si no, el margen de maniobra de Fábrega comenzará a acotarse.
También habrá que seguir de cerca otros termómetros del nerviosismo, como lo es el comportamiento del blue y el rendimiento de los bonos «dólar linked».
En todo caso, lo que genera consenso entre los analistas es que se requerirá de una gran habilidad para manejar las expectativas del mercado.
«El Banco Central está en una encrucijada, porque si deja el dólar estable, el aumento de la inflación va a atrasar al tipo de cambio real. Pero si lo empieza a mover de forma significativa, generando volatilidad, eso va a traer incertidumbre. Y cuando ocurre esto, la gente se refugia aun más en activos seguros», argumenta Maximiliano Castillo Carrillo, director de la consultora ACM.

Y apunta al tema que la mayoría de los economistas perciben como la cuestión de fondo: el déficit fiscal y su financiamiento con emisión monetaria.
«El Gobierno le va a dar volatilidad al dólar, pero debería ajustar también la política fiscal, cosa que no se está viendo que tenga voluntad de hacer», agrega Castillo.
En tanto, Muñoz sostiene que habría sido mejor empezar con el movimiento cambiario ya en abril.
«Lo mantuvieron fijo porque creían que así anclaban las expectativas inflacionarias. Pero era evidente que esa estrategia no podía perdurar. El problema ahora para Fábrega es que las salidas del dólar quieto nunca son fáciles», sostiene.
De manera que los próximos días serán interesantes para aquellos ahorristas e inversores cuya presión arterial depende del precio del billete verde. En principio, una de las pocas cosas que parecen claras es que no se volverá al esquema de mini-devaluaciones diarias que derivaron al salto brusco de enero.
Pero también queda en evidencia que la capacidad del Gobierno para «planchar» al dólar durante varios meses es mucho más acotada de lo que se creía.
Será, para Fábrega, el mayor desafío: demostrar que puede amagar hacia un lado, hacia otro y seguir avanzando con pelota dominada.

Fuente: iProfesional