Mujeres en peligro

La eficacia de las restricciones perimetrales para hombres violentos «depende, paradójicamente, de los agresores», consideró una mujer sobreviviente de violencia, quien relató el proceso que deben atravesar las víctimas para solicitar medidas de protección cuando salen de las situaciones de maltrato.

Julia (nombre ficticio utilizado para preservar su identidad) decidió contar su historia, impactada por el asesinato de María Karina Flamenco, su marido Gastón Olivera y sus seis hijos, quienes murieron esta semana quemados en un incendio que habría provocado la ex pareja de la mujer, Cristian Méndez.

La mujer había realizado siete denuncias y aún se espera la confirmación para saber si había logrado una orden de restricción para Méndez.

Estos femicidios múltiples evitables tienen historias, como la que relató Julia, con una pormenorizada descripción del largo proceso que debe realizar una mujer violentada para ser protegida.

«La perimetral es un papel, una orden judicial, no es un custodio que te sigue las 24 horas para controlar que tu ex no se te acerque; y se llega a esa orden cuando la situación de violencia que se vive pone en riesgo la salud física y mental de una y de nuestros hijos», explicó.

Ella vive en provincia de Buenos Aires, por lo que recurrió a comisarías de la Mujer donde dijo haber pasado «horas y horas en una sala de espera, donde comprendí, de a poco, que una relación violenta, lejos de mejorar, va empeorando».

«En la comisaría hay que llenar un formulario que permite relatar lo que se viene sufriendo y se traza un perfil del agresor. Después hay que ratificar, ampliar y fundamentar la denuncia ante la justicia de familia», señaló.

Cumplido este trámite, la víctima puede solicitar una restricción perimetral para al agresor, que es lo que hizo Julia.

Las primeras 48 horas, claves

«En la comisaría me alertaron que las primeras 48 horas son las peores porque no sabés cómo va a reaccionar él cuando no se te pueda acercar, por lo que me dijeron que trate de no estar sola o que me vaya a casa de un familiar», dijo.

Julia sostuvo que en la seccional percibió «una mayor sensibilidad con respecto a las víctimas de violencia de género, no así en los juzgados donde hubiera deseado una mayor calidez en sus explicaciones».

La mujer no duda de que «la perimetral es un alivio temporal de 30 días, durante los cuales la víctima debe presentar pruebas de su denuncia» y recomendó que para que sea más eficaz el primer número en el celular personal sea el 911.

También sugirió «llevar copia de la restricción en la cartera y tener copias en tu lugar de trabajo y en casa de familiares; poner en aviso a los vecinos y buscar ayuda psicológica para reforzar la autoestima socavada y obtener fuerzas para afrontar el largo proceso judicial».

«La restricción es el primer paso para hacer cesar la violencia. Una sabe que se está haciendo lo correcto cuando unos ojitos avellana te miran con amor y te dicen antes de dormirse `te quiero mucho, mamá`», afirmó Julia.

La dejaron ciega a pesar de las 14 denuncias

Ariel Goncharuk fue condenado el mes pasado en La Plata a ocho años de prisión por golpear hasta dejar ciega a su pareja, Susana Gómez, con quien tuvo cuatro hijos.

En su fallo, el TOC nº 5, sostuvo que se dio por acreditado el maltrato que recibió la mujer de parte de Goncharuk y consideró que de la carga de pruebas aportadas, no sólo los certificados médicos, sino también el testimonio de testigos de la causa, las denuncias en sede policial y la afirmación de peritos y sicológos, se constató que el hombre tiene «una personalidad con rasgos de irritabilidad».

El hecho por el que se lo condenó a Goncharuk ocurrió en junio de 2011, cuando el hombre, con quien Gómez vivía en la localidad de Lisandro Olmos, comenzó a golpearla contra la pared de la cocina.

Como consecuencia de este maltrato, la víctima sufrió, según certificaron los médicos, «doble desprendimiento de retina provocado por múltiple traumatismo craneal».

La mujer huyó a casa de sus padres, pero estos también fueron agredidos por el violento, por lo que finalmente buscó refugio en la Casa María Pueblo, de La Plata, que asiste y contiene a víctimas de violencia de género.

Gómez, que realizó al menos 14 denuncias policiales, pero nunca logró que la Justicia escuchara sus reclamos, dijo que «no estaría acá sin el apoyo y el acompañamiento que recibí de la Casa María Pueblo, por eso pido que el Estado acompañe a este tipo de asociaciones para proteger a las víctimas».

«A mí la vista no me la devuelve nadie», afirmó y entre lágrimas subrayó: «Voy a poder criar a mis hijos, pero no podré verlos nunca más».