El Papa lavó los pies a 12 jóvenes, ancianas y ancianos discapacitados

Francisco necesitó ayuda para levantarse y desplazarse de enfermo a enfermo por sus problemas de cadera y rodillas.
Con mucho esfuerzo, un anciano de 77 años con problemas articulares, se arrodilló ayer delante de doce jóvenes, ancianas y ancianos gravemente discapacitados para lavarles los pies, besarlos y saludar después a cada persona con una sonrisa antes de levantarse. Por la debilidad de sus rodillas y caderas, no podía levantarse solo: era necesario que dos personas le agarrasen cada vez por los brazos para ponerle en pie y desplazarse hasta el siguiente enfermo.

El Papa Francisco revivió el gesto de amor de Jesús en la Ultima Cena y lo hizo a su estilo. En Buenos Aires, cada Jueves Santo se encaminaba hacia algún lugar de dolor: una prisión, un hospital, un barrio de chabolas… El año pasado, en Roma, se fue a una cárcel juvenil, donde lavó los pies a once detenidos, casi todos extracomunitarios, entre los que había varias chicas, una de ellas musulmana. Este jueves Santo escogió una residencia para discapacitados graves en un barrio popular de Roma. El centro es una muestra de la herencia del sacerdote Carlo Gnocchi, que comenzó recogiendo a niños mutilados al término de la Segunda Guerra Mundial.

El más joven de los 12 discapacitados que ayer recibieron el cariño del Papa era Osvaldinho. Tiene 16 años, es de Cabo Verde y vestía pantalones rojos. El pasado agosto se tiró de cabeza al mar sin calcular bien la profundidad. El resultado fue una grave lesión vertebral que le ha dejado tetrapléjico. Pero incluso en su silla de ruedas desborda ganas de vivir.

Mientras el Papa lavaba y secaba, con dificultad, los pies a cada uno en la gran capilla de Centro Santa María de la Providencia, los residentes, voluntarios y médicos –algunos de los cuales ayudaban a misa- cantaban una antigua canción en latín: «Ubi caritas et amor, Deus ibi est», «Donde hay caridad y amor, allí esta Dios».

En muchas ocasiones Francisco ha dicho que hay que ver en los enfermos «la carne de Cristo». Su rostro lo reflejaba después de lavar los pies de Hamed, un libio de 75 años, musulmán, aquejado de serios problemas neurológicos a raíz de un accidente de tráfico.

Los protagonistas de ayer eran un Papa anciano y doce enfermos, la mayoría de ellos con limitaciones severas. Son doce historias muy parecidas a los de otros muchos millares de personas en Italia o en cualquier país. La visita del Papa les ha puesto en primer plano y desencadenará, sin duda, una oleada de nuevos voluntarios, la «mejor juventud» que tiene Italia. Francisco terminó de celebrar la misa de la Cena del Señor exhausto pero feliz.
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