El viernes pasado el canciller Héctor Timerman volvió a denunciar que Gran Bretaña tiene en la Islas Malvinas una base nuclear desde la cual podría lanzar misiles de ese tipo contra países que no siguen las políticas del “imperialismo”. En realidad, estas falsas denuncias ocultarían el desencanto de la presidente con los miembros más importantes de la OTAN, como Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania, quienes en el Fondo Monetario Internacional no apoyan a la Argentina en su disputa judicial con los holdouts en su apelación ante la Corte Suprema de los Estados Unidos de América. Y también porque el Club de París sólo acepta como auditor de las cuentas publicas al FMI para decidir si le concede o no la refinanciación con ese organismo, lo que permitiría el arribo de créditos internacionales para obras de infraestructura que sirvan para acumular más reservas, ya que los euros, al entrar al Banco Central engruesan las reservas internacionales aunque el destino sean obras públicas a realizarse. Putin es un actor muy importante en estas denuncias de nuclearización del Atlántico Sur, ya que el mandatario ruso disputa con la OTAN el futuro de Ucrania, donde en estos días los rusos le arrancaron la república del Donestk y se espera la oficialización de un referendum similar al de Crimea para separarse de Ucrania. En efecto, cuando la población de Crimea en el referendum aceptó separarse de Ucrania y formar una república independiente, los miembros de las Naciones Unidas en su gran mayoría se opusieron a esa “autodeterminación de los pueblos” y ese mecanismo amenazan los ingleses con imponerlo en nuestras Islas Malvinas.
En contra de los propios intereses
De ahí que la República Argentina fuera una de las interesadas en que lo ocurrido en Crimea fuera considerado ilegal. Sin embargo, la Argentina se abstuvo y esta actitud motivó que Vladimir Putin se pusiera contento, llamando a Cristina para felicitarla y de paso embalarla contra la OTAN, a sabiendas que ella intenta normalizar las relaciones económicas internacionales con el FMI y el Club de París, donde las cabezas de aquella organización tienen un peso decisivo.
Pero la incoherencia de la política exterior argentina es manifiesta, ya que en ocasión del referendum de Crimea Argentina se debió oponer a esa anexión rusa. Pero la presidente, en vez de criticar a Putin, lanzó sus habituales dardos venenosos contra los miembros de la OTAN al sostener: “el doble standard de las principales potencias que aceptan el plebiscito o referendum en las islas Malvinas pero lo condenan en Crimea”. Todo en una abierta contradicción con nuestra política de referendum para la autodeterminación de pueblos ocupados por potencias coloniales, como ocurrió con Rusia, que lo hizo con Crimea en 1836 más o menos al mismo tiempo que Gran Bretaña ocupaba las Malvinas.
Esta incoherencia en nuestra política exterior es similar a la que exhibimos en la política económica, ya que las medidas tomadas por el equipo económico en su conjunto el 20 de enero con la devaluación, la suba de tasas y la normalización a medias del INDEC, que trucha bastante menos las estadísticas que antes pero que evidentemente sus cifras son menores que las de las consultoras privadas y las estadísticas de provincias.
En suma, el gobierno quiere que Washington y el FMI intervengan en los juicios con los holdouts, que no le pidan la auditoría de ese organismo para que le acepten un plan de financiación del Club de París, que empezaría a pagar el gobierno que asuma en diciembre del 2015. A esto se niegan Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania. Entonces la reacción consiste en la vieja técnica montonera de tirarles un cadáver sobre la mesa. Traducido al castellano: o hacés lo que yo quiero o denuncio que tenés una base nuclear en el Atlántico Sur. Como se vio en la historia reciente, esta política de amenazas no es aceptada por el mundo occidental, por lo cual se produce un acercamiento a Rusia similar al que tuvimos con la Unión Soviética a partir de 1976, cuando asumió la presidencia de los EEUU James Carter con su política de derechos humanos. Igual que entonces, los resultados no serían promisorios.
Guillermo Cherashny/informadorpublico.com