El diputado Ricardo Alfonsín recuerda que los intentos desestabilizadores que denuncia el oficialismo ya ocurrieron en la Argentina reciente, pero “cuando en la oposición estaba el peronismo”. Sostiene además que el Gobierno es quien “revuelve el río” para que operen intereses sectoriales. Su visión del país, la oposición y el desafío electoral.
Por Carolina Ramos
Ricardo Alfonsín parece relajado en el sillón de su despacho en el Congreso de la Nación, pero no lo está. Lo obsesionan varias cosas: por lo pronto, lograr constituir un frente progresista en todo el país que dé batalla al oficialismo y a las “corrientes neoliberales adaptadas al Siglo XXI”. Pero además, el radical no deja de repetir que “estamos sufriendo las consecuencias de los errores acumulados durante muchos años”.
Verborrágico como pocos, el diputado admite en diálogo con parlamentario.com que “la situación no es objetivamente tan grave” y que no será difícil que el Gobierno “recupere la confianza”, si es que está “dispuesto” a hacerlo, pero sostiene que “el déficit republicano que tienen algunos gobernantes explica muchísimos de los problemas”.
Por otra parte, cree que “sería bueno que la presidenta dijera en serio” si hay un afán destituyente, pero aclara que “los argentinos tienen la suerte de que en la oposición haya un partido serio que jamás va a jugar con estas cosas”. “Nosotros no vamos a salir a recorrer el mundo para decirle al mundo que no le preste plata a la Argentina, como lo hicieron ellos”, rememora.
Por último, el legislador es contundente: “Ningún Gobierno, ni antes del 83 ni después, tuvo que enfrentar situaciones tan complejas, difíciles y adversas como las que tuvo que enfrentar el Gobierno del radicalismo en la transición democrática”, sentencia.
– ¿Cómo observa el panorama actual a nivel económico?
– Estamos sufriendo las consecuencias de los errores acumulados durante muchos años. El otro día escuchaba a un dirigente del Frente Renovador diciendo que habían abandonado al oficialismo porque en el último año el oficialismo había perdido la brújula. Yo creo que en realidad la perdió antes, por lo menos en 2007, cuando por ejemplo modificaron la Ley de integración del Consejo de la Magistratura; cuando intervinieron el Indec; cuando empezaron a despreocuparse por los equilibrios fiscales; cuando no controlaron lo que hacían las empresas concesionarias de la exploración y explotación de petróleo y gas… creo que perdieron la brújula cuando no se preocuparon por la existencia de cierta proporción entre consumo y producción; cuando negaron el normal funcionamiento de las instituciones de la República; cuando abusaron de los DNU, cuando los reglamentaron, desvirtuando lo que dice la Constitución… Hubo un enfriamiento de la economía; pérdida de competitividad; empieza a ser más barato comprar hecho afuera que hacer acá; nos cuesta ingresar con nuestros productos en otros países; el atraso cambiario se utilizó como ancla para frenar la inflación, y ni siquiera eso lo permitió. Se ha paralizado la generación de empleo; hay problemas en las economías regionales, en el sector agropecuario, y se pretendió enfrentar estos problemas tomando decisiones sobre los efectos y no sobre las causas, complicando todavía más la situación. En fin, creo que hace tiempo que perdieron la brújula. Y mientras en aquellos años -2007, 2008, 2009- nosotros decíamos que se les había roto la brújula, muchos de los que hoy están en la oposición decían que estábamos en la dirección correcta, y ahora dicen que en el último año se perdió el rumbo.
– ¿Qué tan grave está la situación?
– Yo no creo que la situación sea objetivamente tan grave; creo que en todo caso se agrava porque el Gobierno no se manifiesta dispuesto a hacer algunas cosas necesarias para superarla. Además, el Gobierno tiene otro problema, que es la falta de confianza. Algunos piensan que va a ser muy difícil que la recupere, pero yo creo que no, y para eso habría que hacer dos cosas importantes que demostrarían voluntad de cambio sin renunciar a las convicciones. Una es derogar las leyes que han dañado tanto a las instituciones de la República. Por ejemplo, derogar las leyes de reglamentación de los DNU, derogar los superpoderes y las facultades delegadas, modificar la integración del Consejo de la Magistratura. El déficit republicano de algunos gobernantes explica muchísimos de los problemas. Por supuesto que con el funcionamiento adecuado de las instituciones todo se resuelve: es condición necesaria, no suficiente. Y además habría que convocar a un diálogo sincero y respetuoso a las fuerzas políticas, a las fuerzas del trabajo y del capital, para ver si a partir de una discusión seria y razonable podemos aportar y comprometernos todos en la solución de estos problemas, para que nadie se haga el vivo. Porque estoy seguro que algunos frente a estos escenarios complicados, frente a los ríos revueltos, pretenden avivarse, y tienen que ser muy responsables, los empresarios, los comerciantes, para no tratar de obtener ventajas en una situación que es compleja y que en definitiva termina perjudicando a la mayoría de los ciudadanos. Pero el Gobierno no tiene que revolver el río. Claro que a río revuelto es ganancia de pescador, pero ¿quién revuelve el río? El Gobierno con sus errores.
– ¿Cree que, en efecto, hay grupos económicos concentrados que buscan desestabilizar al Gobierno?
– El Gobierno cree que le está pasando algo que no le pasa a ningún otro Gobierno, y en realidad eso existió siempre. La sociedad es, entre otras cosas, conflicto de intereses. Los intereses diferentes siempre procuran influir sobre los distintos gobiernos. El Gobierno tiene que tener la capacidad de subordinar esos dos intereses al interés general, pero esa tensión va a existir permanentemente. La política existe porque existe ese conflicto de intereses, que son los que procuran orientar la acción de los gobiernos. Pero que esos intereses a veces pueden operar con mayores márgenes de libertad en perjuicio de intereses populares, sin ninguna duda, y creo que en ocasiones como ésta pueden aprovechar las circunstancias para hacerlo. El Estado debe tener la fuerza, la claridad y la inteligencia suficientes para evitar que estas cosas ocurran, y sobre todo no revolver el río, porque el río revuelto es el que permite que operen estos intereses. Y si hubiera algo más que la defensa de intereses, si hubiera un afán destituyente, sería bueno que la presidenta lo dijera en serio. Me gustaría saber concretamente qué se pudo haber hecho desde determinados sectores para producir interrupciones institucionales, adelantamiento de períodos electorales.
– Pero en la Argentina han ocurrido…
– Pero ocurrieron cuando en la oposición estaba el peronismo. Y tal vez crean entonces, porque en el fondo son justicialistas, que como ellos son capaces de hacer esas cosas también nosotros somos capaces de hacerlo. Además los argentinos tienen la suerte de que en la oposición exista un partido serio que jamás va a jugar con estas cosas. Nosotros no vamos a andar promoviendo las cosas que ocurrieron en la Argentina, por ejemplo, en el 89: no vamos a salir a recorrer el mundo para decirle al mundo que no le preste plata a la Argentina, como lo hicieron ellos, cuando por problemas fiscales necesitábamos asistencia financiera. Nosotros no nos vamos a aliar a las corporaciones, si las corporaciones defienden a tal extremo sus intereses que ponen en riesgo la continuidad de un Gobierno. No vamos a hacer como lo hicieron en el 89. Eso lo hicieron algunos en el justicialismo, tal vez muchos de ellos estén en el Gobierno. Creerán que los demás actúan así, pero no hay que proyectar en los demás la propia condición.
– ¿Qué rol le cabe a la oposición, si el Gobierno se niega a convocar a un diálogo?
– Yo creo que la realidad los va a obligar a dialogar. Si ellos creen que puede ocurrir como en 2009, que pueden decidir no decidir; si ellos creen que pueden aguantar hasta la entrega del poder con parches para que al próximo Gobierno le estalle una bomba que fue activada como consecuencia de que no se tomaron decisiones cuando se podían tomar, se equivocan, porque cada día que pasa sin tomar decisiones, las cosas se agravan. Pero la oposición también tiene que actuar con mucha responsabilidad. Que nadie instale la idea de que si estuviera la oposición gobernando esto se resolvería de la manera más sencilla. El que diga esto no le estaría hablando en serio a la sociedad, no estaría siendo sincero, sino que estaría siendo simpático para mejorar sus chances electorales de cara a 2015. Es decir, estaría priorizando el posicionamiento electoral sobre la obligación de evitarle problemas a la gente.
– Antes mencionó a dirigentes del Frente Renovador, ¿ellos también son responsables de lo que hoy vive el país?
– Sin ninguna duda. No estoy hablando de dirigentes que simplemente acompañaron, sino que también defendieron e hicieron campaña en 2007 e incluso en 2011, cuando ya todas las cosas que hoy critican ya estaban ocurriendo. No estoy hablando de gente que simplemente tuvo una responsabilidad dirigencial; ni siquiera de alguien que ya tiene una responsabilidad mayor, como podría ser el caso de un legislador nacional: estoy hablando de funcionarios importantes del Ejecutivo, jefe de Gabinete y ministros. De manera que deberían tener un poquito más de pudor, y deberíamos tener todos –en particular, los medios- más memoria acerca de lo que ocurrió en la Argentina reciente.
– ¿Qué rescata de este Gobierno?
– Yo no soy de los que creen que todo se hizo mal. Todos hacen cosas buenas y cosas malas. Para mencionar cosas que se han hecho bien, el hecho de reivindicar la política como instancia ordenadora por encima de los mercados o la economía, al contrario de lo que había ocurrido en la década del ’90, donde el mejor Gobierno era “el que menos gobernaba”. Pero no alcanza con reivindicar la política: hay que intervenir de manera inteligente, eficaz, en el marco del Estado de Derecho, en nombre del interés general y no del capitalismo de amigos. Otras cosas buenas fueron la negociación de la deuda; el Ingreso Universal a la Niñez, que en realidad fue una propuesta de la oposición; el haber aumentado el presupuesto en educación… pero eso no me impide reconocer que perdieron una oportunidad extraordinaria, porque pocas veces el mundo fue tan favorable para el crecimiento económico como a partir de 2003. Les faltó un proyecto de país, las medidas que tomaron fueron desconectadas entre sí y de una visión de futuro. A veces dudo, ¿serán realmente progresistas? ¿Será que electoralmente servía el discurso? ¿O que no saben gestionar? Lo cierto es que los resultados no son propios de un Gobierno progresista.
– Justamente, ustedes pusieron en marcha un frente “progresista”, de centroizquierda, ¿cómo va ese armado?
– Estamos avanzando. Lo constituimos en 16 provincias, con distintos nombres; la primera creo que fue la provincia de Buenos Aires. Pero ahora hay que nacionalizarlo. La mayoría piensa que en 2015 se interrumpe el ciclo de elecciones presidenciales ganadas por el Frente para la Victoria, pero lo que no se sabe es quién lo va a relevar. Hay dos cosas que no serían las mejores para el país: una es que triunfe el oficialismo, porque creo que se cometerían los mismos errores; la otra, es una restauración, adaptada al Siglo XXI, de las corrientes de pensamiento que gobernaron la década del ’90, neoliberales. Nosotros tenemos que evitar esas dos hipótesis. El radicalismo solo no lo puede hacer; nosotros todavía no nos hemos recuperado de lo que ocurrió en 2001 y además no estamos en un régimen bipartidista. Entonces tenemos que reunir a todas las fuerzas políticas que piensen igual. ¿Por qué deberían competir entre sí? Incluso creo que hay que extender el frente a movimientos y organizaciones sociales de la sociedad civil con las cuales podamos compartir las causas por las que luchan. Hay muchas cosas para hacer, y hay que empezar a hacerlas ya.
– En el frente hay varios presidenciables, ¿esto los fortalece o los complica?
– Lo veo como una prueba de que el frente tiene chances: sino no habría tantos. Pero ahora hay que colocar el caballo delante del carro y hacer lo necesario para que, lo antes posible, podamos decirle a la sociedad que existe un nuevo actor social y político en la Argentina. La sociedad no está preocupada ahora por saber quiénes son los candidatos.
– Ernesto Sanz dijo que el Gobierno tendría que dejar de “mariconear” porque hoy tiene a los gobernadores, el sindicalismo y los militares alineados o “sometidos” al proyecto, mientras que en los ’80 con Raúl Alfonsín sucedía todo lo contrario, ¿se puede hacer esa comparación?
– Ningún gobierno, ni antes del ’83 ni después, tuvo que enfrentar situaciones políticas, económicas, sociales, nacionales e internacionales tan complejas, difíciles y adversas como las que tuvo que enfrentar el gobierno del radicalismo en la transición democrática. Y creo que ahora la sociedad está empezando a comprender. Ahora los sindicatos empezaron a entender que no pueden ser dependientes de un partido político –esté en el gobierno o esté en el llano-, porque cuando ocurre esto terminan perdiendo los trabajadores. A su vez, los trabajadores son cada vez más concientes de que la dependencia a un partido político termina conspirando contra la posibilidad de que los sindicatos defiendan adecuadamente sus intereses. Las Fuerzas Armadas, desde luego, están restringidas a cumplir con el rol constitucional. En fin, creo que están dadas las condiciones para que la sociedad apueste a una alternativa progresista, socialdemócrata, con una fuerte afirmación de valores republicanos, una fuerte apuesta al diálogo y una visión a largo plazo, es decir, que piense estratégicamente el país.
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