El nuevo índice de precios, bajo sospecha

17Por Alcadio Oña

 

No podía haber sido más inoportuno el debut del nuevo índice de precios al consumidor nacional (IPCN), previsto para este jueves. Medirá la inflación de enero en los centros urbanos del país, y si da bastante distinto a la realidad o a la percepción de la gente, nacerá cuanto menos rengo. Y, además, sembrará sospechas sobre el uso del plan Precios Cuidados , que, aunque limitado, la Secretaría de Comercio extendió al interior.

Cálculos de institutos privados arrojan arriba de 4% y hasta 6%. Contra esos números jugará el IPCN, en el primer test de confiabilidad.

Enero no fue precisamente un mar calmo. Entre otros movimientos, subieron 66% el boleto de los colectivos; 50% los peajes; del 6 al 10% los combustibles; más las prepagas, el turismo y, en cierta medida, los alimentos.

Algunos analistas relativizan el impacto del aumento en los colectivos, con el argumento de que estuvo acotado al área metropolitana y que el nuevo índice abarca a todo el país. Chocan contra quienes dicen que los boletos fueron ajustados hasta un 40% en otros lugares y cuentan, de paso, que hubo subas en los combustibles mayores a las aplicadas aquí.

Todo esto y más debiera reflejar un indicador administrado por la misma cúpula del INDEC que puso Guillermo Moreno y mantuvo Axel Kicillof, de quien formalmente depende.

Y aquí salta un punto crucial sobre el resultado del índice, como dicen los especialistas y admiten en áreas del propio Gobierno: “La metodología puede ser incuestionable. La duda es qué precios ponen adentro, porque de eso depende el número final”.

Justamente, en lo que pusieron adentro han consistido hasta ahora los dibujos del INDEC. Es mucho adelantarse a descalificar una estadística que aún se desconoce, pero los precedentes no son muy alentadores y el haber negado siempre la inflación, tampoco.

Como pasa sin excepciones, a enero le sigue febrero. Y el mes que acaba de comenzar también luce complicado; entre otras cosas, porque los índices de enero no registraron el efecto de la devaluación de la tercera semana. Por lo tanto, existen consultoras que proyectan más del 4% para febrero y, así, el primer bimestre cerraría en alrededor del 9%.

La inflación pinta grande sólo con lo que hay, pero sería intolerable que creciera al 9% bimestral, porque eso significaría cerca del 70% en el año.

Kicillof y la propia Presidenta sostienen que no existen motivos para trasladar la devaluación al resto de los precios de la economía, aunque debieron sacar de apuro acuerdos con sectores empresarios para contener el impacto.

El Gobierno también tuvo que admitir un aumento del 6% en los combustibles, lo cual equivale a reconocer, al menos parcialmente y sólo por ahora, el efecto de un ajuste cambiario que en apenas dos días redondeó 16%. Cristina Kirchner aplicó una fórmula salomónica, entre el congelamiento que pretendía Kicillof y el 12% que reclamaba Miguel Galuccio, el presidente de YPF.

Así, el problema con los precios puede parecerse a esos globos fofos, que cuando uno los aprieta en el medio se inflan en los costados.

Luego, están en el banco y listos para salir a la cancha un recorte en los subsidios y un incremento en los llamados cargos específicos –impuestos, en realidad– para consumos medios y altos de gas y electricidad. “Debieran ser necesariamente amplios y fuertes, si la intención es achicar la demanda y la enorme factura de las importaciones energéticas que paga el Estado”, coinciden en varias consultoras.

En lista de espera hay, además, un aumento en las tarifas del agua y otro en el boleto de los ferrocarriles.

Claro que antes Cristina Kirchner debe animársele al tarifazo que hace tiempo le aconseja Kicillof y levantar el veto que ella misma impuso para los trenes. Y correr el riesgo de tener que enfrentar protestas en las calles, aunque para tareas al menos parecidas ha instruido públicamente a la militancia de La Cámpora.

En la base de las movidas flota la intención de llegar a marzo o abril con el shock y el trabajo sucio concluidos y, a partir de allí, tratar de enderezar el barco de la economía. Todo figura en un boceto, que más que boceto parece un experimento desencajado: si se suman los saques al tipo de cambio y a las tasas de interés, el paquete completo dejaría al desnudo un ajuste kirchnerista capaz de asombrar al economista más ortodoxo entre los ortodoxos.

De nuevo asoma el costo de oportunidad, pues lo que quizás debió haber sido hecho progresivamente, ahora sale muy caro. Y encima con un resultado incierto, porque las medidas llevan el sello del desorden y la improvisación.

Según cuál sea el impacto de variables todavía inciertas, las consultoras ya han empezado a sacar números sobre la inflación de este año: dan 34, 35 o 37%. Esto significa entre seis y nueve puntos porcentuales más que en 2013, cuando ya había sido considerable.

Y una de las variables ocultas ancla nada menos que en los aumentos salariales. Será difícil hacerles entender a los dirigentes sindicales que deben acomodar sus reclamos a las necesidades de la política económica, cuando están en juego el deterioro de los ingresos de sus afiliados y, de seguido, la posibilidad de que otros dirigentes les peleen sus puestos y que se ensanche el espacio de las organizaciones de base que ya los tienen en apuros.

Los fondos para las obras sociales pueden ser un señuelo, pero de allí no comen los trabajadores. “ No dejen que nos expongamos solos y carguemos solos con los costos ”, les ruegan los gremialistas a funcionarios con los cuales mantienen canales de diálogo. Claramente, pretenden que el Gobierno se involucre, así sepan que ha perdido poder de fuego.

Temen que los salarios terminen convirtiéndose en variable de ajuste y que, por decisión superior, el Ministerio de Trabajo no homologue aumentos en paritarias que considere “injustificados”.

Cualquiera sea el índice que cuente el INDEC, lo cierto es que la inflación ocupa el centro de la economía. Y si los experimentos de Kicillof no salen bien, el peligro es que se coma el ajuste cambiario: nada casual, en el BCRA están midiendo la posibilidad de reimplantar, en algún momento, el sistema de minidevaluaciones.

“Saquen de un buena vez un plan, articulado y que apunte a dar vuelta las expectativas”, urgen economistas del propio palo kirchnerista. Ya que eso quieren, podrían planteárselo a quien corresponde, la Presidenta.

Por de pronto y tal como están las cosas, el Gobierno va rumbo a quedar metido en un cóctel bien complicado, donde se mezclan inflación, recesión y eventualmente problemas de empleo. Las primeras estimaciones privadas anotan una caída del PBI de entre 1,4 y 1,5%.

 

Fuente: Clarín